Queridos lectores, amantes de la buena cocina y la buena lectura, bienvenidos a este nuevo artículo, prontos a celebrar nuestro aniversario patrio.
En los rincones ancestrales de Bolivia, la historia se funde con la gastronomía, creando una alquimia única que nos transporta a la época de la Independencia del 6 de agosto de 1825. En esa fecha memorable, Bolivia se alzó como una nación soberana, un hito que se refleja no solo en la riqueza de nuestro patrimonio cultural y arquitectónico, sino también en los manjares que adornan nuestras mesas, preservados y transmitidos a lo largo de los siglos.
La Independencia de Bolivia marcó el inicio de un nuevo capítulo para nuestro país, y con él, florecieron los sabores auténticos y revolucionarios de la gastronomía. Los alimentos del patrimonio alimentario regional boliviano se convirtieron en embajadores de nuestra identidad, portando la esencia de una tierra de diversidad cultural, geográfica y culinaria.
Así, por ejemplo, en las altas mesetas andinas, un ají de fideo nos susurra historias de lucha y esperanza. Su mezcla de ají amarillo, fideos, papa y carne de res, simboliza la unión de diferentes ingredientes para crear un todo poderoso y sabroso, tal como la unión del pueblo boliviano en busca de la independencia. En las calles bulliciosas de las ciudades, un humeante anticucho se erige como un emblema culinario, siendo una herencia de la fusión cultural entre los pueblos indígenas y los colonizadores. La carne de corazón de res marinada en especias y asada en brochetas de metal a fuego vivo, evoca la adaptabilidad de un país dispuesto a abrazar lo nuevo sin perder sus raíces.
Pero la verdadera travesía culinaria de Bolivia se encuentra en las regiones del Oriente y el Chaco, donde la biodiversidad se convierte en sinónimo de independencia alimentaria. Los bosques tropicales y las llanuras fértiles otorgan a Bolivia un tesoro oculto de frutas exóticas, plantas y animales silvestres que han sido cultivados y cazados durante generaciones, siempre respetando el equilibrio para que esto sea sostenible. La sopa de maní, por ejemplo, combina el sabor de la carne de res con la untuosidad del maní, y no olvidemos queridos lectores que el maní moderno de uso mundial se originó en nuestro país, creando un manjar que representa el encuentro entre la naturaleza y la sabiduría transmitida por oralidad de padres a hijos.
La importancia de este patrimonio alimentario regional boliviano va más allá del deleite de nuestros sentidos, pues se entrelaza intrínsecamente con la soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria no se limita a la producción y distribución de alimentos, sino que también implica la preservación de la diversidad culinaria y cultural de nuestro país. Al resguardar y promover estas tradiciones culinarias, Bolivia garantiza su independencia frente a las imposiciones gastronómicas foráneas, preservando así su identidad y protegiendo la salud y el bienestar de sus ciudadanos.
En este viaje gastronómico y cultural por Bolivia, honramos la Independencia del 6 de agosto de 1825, recordando que la lucha por la libertad va más allá de las fronteras políticas y se refleja en cada bocado de su patrimonio alimentario. Cada plato es un acto de resistencia, una manera de preservar la memoria colectiva y un camino hacia la soberanía alimentaria.
En cada sabor, los bolivianos nos reafirmamos como una nación que se nutre de su pasado para construir un futuro lleno de sabor, identidad y libertad.
Queridos lectores ¡Viva Bolivia y nuestra vasta gastronomía!
CHINAN CHALONA
(Receta del libro “La comida popular boliviana” de Antonio Paredes Candia)
Ingredientes:
1 pedazo grande de chalona gorda
6 u. chuño grande (el de Araca)
6 u. papa
3 u. cebolla grande
3 u. tomate
1 u. locotos
3 ramas de quillquiña
Orégano
Preparación:
En olla grande y en bastante agua se hace cocer la chalona, tres o cuatro horas, o el tiempo necesario para que la chalona esté completamente cocida.
Junto con la chalona se ha largado a la olla tres cabezas de cebolla partidas a cuatro. Cuando la chalona está cocida se le agrega el chuño grande bien remojado, bien lavado y bien exprimido. Después de una hora más de cocimiento se le agrega las papas enteras y mondadas.
Cuando las papas están cocidas se retira del fuego. Se espolvorea con un poquito de orégano entero.
Se prepara la llajua moliendo los locotos, los tomates y un gajito de quillquiña. Para moler el tomate primero se exprime el jugo en el recipiente destinado a la llajua y cuando todo está molido se mezcla con el jugo y se le agrega un poquito de sal.
Emplatado:
En platos hondos grandes, un buen pedazo de chalona, una o dos papas, igual cantidad de chuño y bastante caldo.
Se acompaña con un platillo de llajua.
Nota: Hay que cuidar que la olla siempre tenga bastante agua, porque lo exquisito de éste plato es el caldo que es lechoso, suculento. Al caldo no se le pone sal, es suficiente con la sal que contiene la chalona.
La chalona es cecina elaborada de carne de cordero. El secreto para obtener una buena chalona, sabrosa y nutritiva es hacer secar la carne al sol con bastante sal, y en dejar dos o tres noches para que reciba la helada. O sea que la carne debe soportar de día el calor del sol y de noche el frío de la helada.
Recopilo y comparto esta deliciosa receta con todos ustedes y ¡buen provecho!
Queridos lectores nos vemos en el siguiente artículo y no olviden que:
“La comida hecha con amor, física, química y biológicamente sabe mejor”
Chef Franz R. Arandia Belmonte
Gastrónomo Profesional e Investigador Gastronómico
Facebook Fan Page: Chef Araña
Facebook: Araña del monte
Facebook: Paladar Mundial Un Gusto Surreal
Blog: Gastrobiologia.wordpress.com
Instagram: Arana_del_monte
Tik tok: chef.aranha