lunes, septiembre 2, 2024
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Anduvo politizando

Solamente queda rezar el rosario y colgar un escapulario, ni los curas ya pueden hablar; no pueden referirse a los santos mandamientos, pues eso significa decir: no robar, no matar, no desear la mujer de tu prójimo, ni mentir ni codiciar los bienes ajenos, eso es meterse en política, porque son hechos políticos de actualidad.
En la misma línea, las universidades son centros de estudio donde catedráticos y alumnos solamente pueden hablar de ciencia y tecnología; hablar de libertad y derechos es politizar. Los gremios de industria y comercio están medidos con la misma vara.
Para colmo, las declaraciones del jefe de un partido político con representación parlamentaria, que se refirió al narcotráfico, no deben ser tomadas en cuenta porque son políticas y partidistas, ha dicho un personaje político. A la misma hora del mismo día se dijo que la falta de pago de sueldos a un club de fútbol se estaba politizando.
Ahora bien, este derrame verbal, como forma de expresión precisamente de políticos, militantes de partidos políticos, ya tiene visos de ser represivo. Se nos ocurre tres maneras para encontrar explicación a esta fementida lógica.
Primera manera, es un acuño de vieja data con el propósito de censurar los dichos y descalificarlos; no pasa de ser espontáneo, es dogmático y automático, es como una muletilla.
Segunda manera, tiene intención malsana, su propósito es achicar el espacio de libre expresión, es darle color oscuro, más que calentura mental, es mal intencionado.
Tercera manera, es ladina, castrante del pensamiento, maledicente, virulenta; su objetivo es anular el derecho a opinar, disentir y criticar.
En las tres opciones la intención de los declarantes es ganar credibilidad, lo mismo que cobijarse en la impunidad. La tercera versión conlleva, además, el manejo de la posverdad: la versión urdida para acomodar los hechos a la mejor conveniencia.
Ciertamente, en los últimos años ha crecido la intensidad de este perogrullo de la politización, pero es bien sabido por todos, que siempre ha sido patrimonio de políticos, quejándose de la politización.
Por ahora y por lo que viene, bueno sería saber cómo queda este revoltijo de politizar: dar sentido político a algo que no lo tiene; es aquí donde encontramos la otra aberración, obra y gracia de la necedad: eso de meter la política a donde no corresponde. De esta manera vivimos en un barullo que, como otros, es creación propia “a la boliviana”; y los resultados ya no son risueños, pues en realidad están anulándose unos a otros, obstruyendo la claridad que la opinión pública merece sobre la situación nacional.
Hubo casos donde se ha visto indebida politización, y por lo mismo sus autores cayeron en la difamación. Son más frecuentes los casos que son simplemente una argucia facilona, escapando a la verdad, es orfandad de argumentos.
Derivados coloquiales, parientes cercanos también de moda son: “quieren dañar mi imagen”, (se les crítica por ineficientes, por socapar la corrupción…), o la simpleza “buscan hacer daño al partido”.
Finalmente, cuando de politizar y partidizar se trata, por qué en lugar de guardar silencio o arrinconarse, teniendo razón de su lado, los locuaces declarantes sacan a lucir su entereza y se animan decir: ¡si, y ahora qué!, no es delito criticar y disentir, es parte de la democracia. ¡Falta valor civil!
Acabemos con este juego, ya está muy desprestigiado.

El autor es Periodista.

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