Marcelo Valero Alanes
Recuerdo que mi preocupación de niño era tener libros a mano para pasar días lluviosos o de invierno acompañado de variadas lecturas que mis padres siempre incentivaban. Ahora la actual cultura de la pantalla la aplana, haciéndola instantánea y, al mismo tiempo, superficial, sumado al hecho de que pocos estudiantes de secundaria han tenido acceso a los clásicos o disponen de algunos libros en casa. Ello hace que la cultura de la lectura sea dificultosa, porque los mismos maestros tienen serias limitaciones en su formación, haciendo que la cultura se simplifique, como se constata en los contenidos de los libros de texto escolar. Sumado al hecho de que la lectura de más de un párrafo exige concentración, que ya no existe por la masiva distracción electrónica, reduciéndose el estudio de la historia escolar a memorizar fechas, batallas, sucesión de presidentes y datos que en general no logran iluminar ni un solo periodo de forma apropiada y exacta.
En contraste, leer un libro como el recientemente publicado “Para perpetua memoria. Génesis, gestación y nacimiento de la ciudad de La Paz”, del Dr. Francisco Bedregal, que se presentó ayer domingo 13 en la 27° Feria Internacional del Libro en La Paz, nos devuelve el placer de leer historia. Y específicamente la historia colonial del valle de Chuquiabo (nombre original), que consiste en toda una metodología que implica reconocer un problema, como los huecos de la situación antes de la fundación de 20 de octubre de 1548, los vacíos en las Actas del Cabildo y la administración del repartimiento. Escribir historia implica una organización rigurosa de la evidencia con la que se cuenta hasta el momento, lo que hace que la historia sea más que los datos inconexos que muestra la escuela y el colegio y así sea entendida como Historia magistra est, al poner en perspectiva el pasado en una ciudad a la que llegaron dos imperios sucesivos. Una ciudad de encuentro y enlace entre varios pisos ecológicos, que nos hacen reflexionar nuestra historia consistente en apreciar lo que significo y lo que debe significar para la política este lugar de encuentro y de disconformidad con la tiranía. De hecho la ciudad fue fundada para frenar la arbitrariedad y rebelión de los encomenderos contra la Corona y para devolver las tierras a sus propietarios, según dispuso el rey Felipe II.
El libro muestra la complejidad de la vida colonial y la forma en la que se tejieron alianzas y pactos entre los caciques y la Corona, que hicieron posible la gobernanza española. La ciudad que nos describe es una en la que existía una convivencia entre los asentamientos quechuas que laboraban los lavaderos de oro desde los tiempos del Inca Huayna Cápac, la población aymara y los recién llegados españoles, lo que supuso el ingreso de nuevas especies vegetales y animales, así como nuevas técnicas y oficios que fueron aprendiendo los pobladores indígenas en los talleres que se establecieron sobre el poblado español previo a la fundación de 1548, llamado Pueblo Nuevo. Esta coexistencia duró hasta la rebelión y cerco de Túpac Katari de 1781 que destruyó los talleres y aniquiló a los indígenas asentados en Churubamba. cual si de enemigos se tratasen, solo por el hecho de aprender los malignos conocimientos, técnicas y letras “occidentales”. Encima la leyenda negra de la conquista ha creado una imagen del periodo colonial bastante negativa, que es la que se sigue repitiendo.
La lección de la historia para un país biodiverso, cuya tierra habla a través de una pluralidad de voces que nacen de sus montañas, valles, selvas y llanuras, es que las nuevas luces de las que disponemos para interpretar el pasado nos deben servir para aceptarlo también con pluralismo político y resignificar el pasado, para plantearnos un mejor futuro. Uno que sea de coexistencia pacífica, sin los odios que incuban políticos mediocres que lucran con la ignorancia para perpetuarse en el poder; la historia así entendida puede ser liberadora y no solo una materia para aburrir a los estudiantes, así que la invitación está hecha para re leerla.
