Novela de Jaime Aldana Quintana (2004), incuestionablemente tiene el poder de trasladarnos a los recuerdos de la vida escolar y universitaria, que muchos de nosotros hemos pasado. En el relato de “Amargos años de un estudiante”, encontramos sucesos que ahora no es posible volver atrás y vivir plenamente con cautela. Al leer esta novela, automáticamente vendrán al cerebro recuerdos y añoranzas de la escuela.
Por ejemplo, los juegos desarrollados por doquier en las tardes radiantes, hasta altas horas de noches desoladas, que inventando cualquier pretexto, salíamos de casa, implorando a nuestros padres que teníamos tiempo libre, que no existían tareas concedidas por la maestra en la escuela. Al final logramos tomar nuestros pasos hacia la libertad plena, para ir a los encuentros y reencuentros con los amigos en la cancha del barrio. Salíamos a la calle a departir juegos deportivos bien disputados, hasta el cansancio, como en los partidos de fútbol. Luego, reunidos en una de las esquinas favoritas de la cancha, empezábamos con tertulias y ocurrencias interminables, donde reíamos con las ocurrencias de compañeros cuentacuentos innatos.
Así es, en esa misma dirección el protagonista principal de esta novela: Teodoro, un joven humilde con dotes de liderazgo auténtico, visionario y rebelde; mantenía la firme esperanza de salir de la pobreza en la que se desenvolvió su familia campesino-minero de Huanuni-Oruro, que estudiando, aunque sea con vela o aprovechando la luz tenue del alumbrado público, era posible abandonar la pobreza extrema en la que vivía con su familia.
Al terminar sus estudios de nivel secundario con menciones honoríficas en Huanuni, alentaba a sus compañeros de curso y amigos a estudiar. Al leer esta obra literaria, me ubico y pienso, que es totalmente parecido a la vida real de los bachilleres que ahora concluyen su formación académica en las Unidades Educativas, como Bachilleratos Técnico Humanísticos (BTH); porque relata peripecias y precariedades económico sociales, que vivió Teodoro en la ciudad de La Paz, para asistir a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), buscando afanosamente alcanzar una profesión médica.
Teodoro, joven descendiente de familias mineras, ha demostrado con sufrimiento, perseverancia heroica para continuar sus estudios universitarios, superando falta de dinero para costear sus pasajes de transporte urbano; caminando a pie desde El Tejar hasta la UMSA; pasando hambre, en ocasiones sin desayuno, almuerzo y cena; incluso sin capacidad económica para pagar el alquiler de un pequeño cuartito, que le servía como cocina, sala de estudio y dormitorio. Ha sorteado estas vicisitudes y dificultades, gracias al apoyo material y moral de sus padres, especialmente de su señor padre, que desde Oruro mandaba mensualmente una pequeña encomienda para la manutención de su hijo predilecto.
Pero, lo admirable y que deja como enseñanza esta novela a las generaciones actuales, es la constancia y tenacidad que deben tener los universitarios, para vencer obstáculos de la vida y alcanzar el sueño que se anhela con todo el alma, vida y corazón: una profesión universitaria, que les lleve a alcanzar una beca de especialización en el exterior, conocer a personalidades famosas del gremio y, por supuesto, alcanzar el amor de sus entrañas e hijos. Y vivir feliz con las comodidades necesarias de la vida, brindando incondicionalmente apoyo profesional a la sociedad. Me agradó leer esta obra y es una lectura recomendada para todo público.