lunes, diciembre 23, 2024
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Candidatos no logran enganchar con la ciudadanía

Los números prácticamente no se mueven y las tendencias se mantienen. De acuerdo a la más reciente encuesta de la empresa Diagnosis, el presidente del Estado, Luis Arce Catacora, continúa encabezando la intención de voto con el 14%, seguido de Carlos Mesa con el 13% y Evo Morales con el 10%.
Más allá de las posiciones coyunturales, los estudios muestran que, al menos por ahora, ninguno de los candidatos que figura en las listas más usuales ha conseguido enganchar con las expectativas de un electorado que prefiere abstenerse de opinar o que busca el “refugio” de “ninguno” como la opción que de mejor manera refleja su posición no solo ante el voto, sino muy probablemente respecto a la política en general.
La boliviana, por lo pronto, es una democracia sin candidatos, ni caminos. Eso es algo que ofrece oportunidades y riesgos.
Oportunidades porque queda abierta la posibilidad para que en los próximos dos años pueda surgir la persona que logre reconciliar a la gente, especialmente a los más jóvenes, con la esperanza de “cambio” asociada a la política como instrumento.
El riesgo es que el desencanto se mantenga y el país llegue a unas elecciones en las que elija entre la continuidad forzada del actual modelo de gobierno o una transformación a medias, sin predominio claro de nadie y con la confrontación como trasfondo. Es decir, que la gente se vea en la disyuntiva de elegir entre el menos “malo” de un extremo y otro.
Si se observan los resultados del estudio se advierte que las tres opciones de oficialismo (Arce, Morales y Andrónico) prácticamente suman el mismo porcentaje que las seis de oposición (Mesa, Cuéllar, Doria Medina, Reyes Villa y Camacho). El tercio restante se distribuye entre los indecisos, los que no quieren votar o los que de plano preferirían anular su voto.
Lo que no está del todo claro es si la apatía o la indecisión tiene que ver con la búsqueda de una tercera vía ideológica, alejada lo mismo de las visiones del populismo de filiación izquierdista, que de una “derecha” que agrupa los restos del naufragio “neoliberal”, el conservadurismo e incluso un “centro” que no ha podido resistir la fuerza centrífuga de la polarización, o si en realidad podría tratarse de una demanda de renovación de los liderazgos.
Por lo que pasa en otros países de la región, donde los jóvenes han inclinado la balanza hacia opciones sorpresivas, pero generacionalmente más próximas, puede inferirse que es un electorado en busca no solo de rostros diferentes, sino de un modelo que incorpore ideas renovadas y actualice las causas públicas y diversas, fuera de los filtros de la reflexión política tradicional.
El MAS ha mermado su voto, lo mismo que la oposición conocida. Con los aspirantes que aparecen en la lista (Arce, Evo y Andrónico), el “oficialismo” suma 27%, muy lejos de las votaciones que obtuvo en sucesivos procesos electorales desde diciembre del año 2005, y toda la oposición (Mesa, Cuéllar, Doria Medina, Reyes Villa y Camacho), llega a 28%, diez puntos porcentuales menos que la votación de Carlos Mesa en las elecciones de 2019.
Y no es que, a medida que llegue el día del voto, la gente se resigne a hacerlo por cualquiera de los que aparecen en la papeleta y que, finalmente los números no varíen respecto a procesos anteriores. Eso equivaldría a pensar que la realidad del país permanece estática, cosa que por cierto no ocurre, y a subestimar las razones por las que hoy existe casi un 50% de potenciales votantes que observa con desinterés el tablero de juego político.
Que estemos ante lo que parece una democracia sin candidatos, ni caminos, no significa que las cosas no vayan a cambiar en los próximos dos años. En otras partes, las alternativas aparecieron en los últimos tramos y lo inesperado le ganó a los análisis de pronóstico más cautelosos. Habrá que esperar. (Brújula Digital).

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