sábado, julio 6, 2024
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“Futbolítica”

Víctor Hugo Rodríguez Torrez

Parte I

El título de esta nota pertenece al escritor español Ramón Usall, quien, con experticia en investigación histórica futbolística, estampó en un libro la antología y visiones politizadas en el área del “rey” de los deportes. Licenciado en sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona y doctor en historia por la Universidad de Lleida, ejerce docencias académicas en Ciencias Sociales. El autor del también volumen “Fútbol por la Libertad”, aludiendo a “Futbolítica”, nos dice: “Esperamos que disfrute con esta pequeña vuelta al mundo que nos ayudará a conocer un poco más a estos actores políticos tan atípicos que a menudo han contribuido mucho más de lo que a primera vista nos parece, a escribir la historia de nuestro tiempo”.
Previamente, en apreciación personal mía, a propósito del contenido de “Futbolítica”, impresiona que el fútbol profesional, juega con incontable liquidez en el firmamento mundial del derecho empresarial privado “merchandising” (recaudaciones, transferencias, publicidad, contratos, fichajes, derechos de TV, inversiones, cotización en las bolsas más famosas, acciones, apuestas, etc.). Al parecer, el fútbol no podría ser instaurado como política de Estado, según es insinuado internacionalmente y, como creen entender legiones de aficionados, locupleta intereses desde el embrujador “calccio”, es decir, fútbol & negocios.
Antes la “cosa” era a mosquetes y puñetes, ahora es a billetes.
En la estratificación de clases sociales, el encanto futbolístico aglutina desde la gente más encumbrada, conjuncionándola con aquellas risueñamente consideradas polícromas. Su espíritu compartidor dio lugar, por ejemplo, a globalizar lances entre clubes o selecciones geográficamente distantes, en procura de integrar a sociedades diversas, amainando, en lo posible, las que mantienen irreductibles controversias políticas y hasta díscolos distanciamientos ideológicos, lo que en más de un caso no lo hace la siempre veleidosa-pacata diplomacia.
Metafóricamente -en la política es usual- adapta y universaliza términos como “fair play”, “dribbling”, “off side”, “red card”, “corner”, “goleada”, “marcación estricta”, “tongos”, etcétera.
Así como suelen apocar las derrotas, también fortalecen la moral popular los triunfos. En marzo de 1963, Bolivia obtuvo su máximo galardón continental, hoy no suficientemente emulado por las “nuevas generaciones”. Una selección con prestancia y personalidad que ya quisiéramos tener ahora.
Entonces los encuentros duraban 90 minutos, con solvencia arbitral, “ojos de águila” y sin VAR, S.E.U.O.
En FIFA World Cup 22, menudearon cuestionamientos geopolíticos y denuncias de todo calibre contra Derechos Humanos. Conductualmente coexistimos a derecho y todavía como seres humanos. (El “pelusa” dejó dicho que el fútbol es “guerra”).
El Censo FIFA 2006, reveló entonces que el fútbol es practicado por 225 millones de personas. 5 millones entre dirigentes, árbitros y asistentes, con 300. 000 clubes.
El espíritu inmarcesible del fútbol es el ¡gol! Hinchadas ruidosas, propietarios, esponsores y socios vivifican al fútbol, poniendo dinero.
“Torcedores” engrosan estadios, mientras otras “barras bravas”, “barras quilomberas”, “hooligans”, “furia española”, “forza azzurra”, “tifosis”, etc., difícilmente muestran buen comportamiento, pues presionan, intimidan e imponen condiciones y plazos fatales. Dichos grupos agresivos, emergen desde barrios marginales, canchas polvorientas o potreros, ligas modestas o también son vistos en gigantescas marquesinas, donde convierten en oro lo que patean. Son más delicadamente tratados que los astronautas que viajan a la Luna. Me “caigo” de risa, diría más de un “fana”, cuando la victoria sonríe o me lleno de bronca cuando la derrota humilla.

El autor es periodista – abogado.

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