martes, julio 23, 2024
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Bolivia tiene un Salvador

En momentos en que la patria se debate en medio de una aflictiva, como incierta situación económica, política y social, desde el corazón del trópico cochabambino ha surgido una voz de tranquilidad y esperanza que, con tintes de mesianismo, nos advierte sobre la llegada de un Salvador que la Divina Providencia, condolida por nuestra angustia, nos envía para cumplir con ese noble propósito.

Sin embargo, como si la teoría de la perversidad nos jugase una mala pasada, supimos que dicha admonición proviene, nada más ni menos que del cocalero y expresidente del Estado Plurinacional, multilingüe y folclórico, don Evo Morales, quien, con el candor que lo caracteriza, en una conferencia de prensa convocada por él mismo señaló: «Nosotros tenemos derechos políticos. Me invitan a talleres que se vuelven concentraciones y luego proclamaciones, al ver la última concentración en Santa Cruz, en El Torno, yo quedé sorprendido y dije bueno, acepto la candidatura para salvar a Bolivia. Otra vez hay que salvar a Bolivia”.

Algo que no está muy claro aún, en la declaración del ahora hábil empresario agroquímico, es la fórmula que esta vez aplicaría para tan loable tarea, ya que en los catorce años que Bolivia confió la administración de sus bienes a este redentor y a su cajero, como suele calificar a su ex Ministro de Economía, ante nuestra abúlica presencia fue vilmente despojada de sus recursos y hasta de las joyas de su abuela. Como legítimos derechohabientes de esta sufrida dama, asistiendo ahora resignados a la encarnizada pelea que se ha trabado entre sus desalmados pretendientes que intentan volver cínicamente a subirse al lecho nupcial, privándonos, con rara astucia, hasta de un sistema de justicia a quien quejarnos.

Ahora bien, es útil recalcar que el cocalero, antes de la indicada conferencia de prensa, acusó también al gobierno del cajero de intentar descabezar al MAS y conseguir el fracaso del congreso de este partido convocado en la localidad de Lauca Ñ, en Cochabamba. Toda vez que el tesorero se quedó con el santo y la limosna, ahora el Salvador de la Patria se permite negarlo, acusándolo de traición y de haber hecho usucapión de la Casa del Pueblo, una figura jurídica que no figura en el diccionario de los jurisconsultos masistas que “Le meten nomás”.

Finalmente, debemos lamentar que, en los 5531 años de cultura aimara, no exista todavía un chip del humor que compatibilice con la cultura indo-mestiza o kara, de ahí que los apelativos del “Salvador” hacia su cajero, poco o nada le servirán para cumplir su cometido.  Para este tipo de psicópata, que dedica la vida a ascender hasta la cima, la recompensa emocional radica en sentir los efluvios de una muchedumbre que se le entrega por conveniencia o por miedo. Es como el padre o el cónyuge abusador: su placer está en ver el pavor en los ojos del otro.

Según el ilustre periodista cubano Carlos Alberto Montaner, la dictadura cubana fusiló al general Arnaldo Ochoa y al coronel Tony la Guardia por diversas razones, pero la más grave, a juicio de Fidel Castro, fue la grabación que le entregó la inteligencia en la que se escuchaba a estos personajes burlándose y haciendo chistes sobre “el Viejo”. Habían perdido el temor reverencial que Castro exigía. Por eso los mató. Ya no lo “respetaban” y, dentro de la lógica del poder dictatorial, esa actitud es la antesala de la conspiración. Sería como afirmar que, si en El Salvador hay un Bukele, por qué en Bolivia no podría haber un Pelele. Menos mal que Bolivia tiene un Salvador.

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