Andrea Calle Aruquipa
El propósito de la vida es aprender a ser feliz, al margen de lo que nos toque vivir, independientemente de que nos parezca más o menos difícil. Sí, el propósito de la vida es la felicidad, si una vida no es feliz, no vale la pena. Por lo tanto, si queremos una vida con sentido, tiene que ser una vida feliz. Esto significa que dar sentido a la vida es el propósito principal.
No se refiere a estar alegres o a tener emociones o sentimientos agradables en todo momento de nuestra vida, sino más bien a ser felices, a ser dichosos con la vida que nos ha tocado, aquí y ahora como docentes que impartimos conocimientos.
Desde este punto de vista, la felicidad no es un sentimiento, sino un estado de aceptación profunda de la vida que me toca, porque sea la que sea, me permite auto-descubrirme, al hacerlo el gozo es inevitable, el propósito de la vida es aprender a ser feliz.
Creo que el propósito fundamental de la vida docente es ayudar al mundo a seguir creándose, a construir una realidad rica y útil para las personas. Y como docentes nuestro propósito fundamental es ayudar a los estudiantes a ser felices. En realidad, no hay una contradicción entre felicidad y aprendizaje, de hecho, el cerebro está diseñado para disfrutar mientras aprendemos. El aprendizaje nos permite darnos cuenta que la felicidad también se la puede vivir en un nivel de comprensión que nos puede llevar a una relación más feliz con el mundo.
La felicidad es el propósito de todo, de la vida, pero también de la escuela, sea de educación inicial, primaria, secundaria o universitaria. Tiene que ser un espacio para aprender a ser feliz, para generar y multiplicar la propia felicidad. Porque, verdaderamente, se puede aprender a vivir feliz y esto no quiere decir que los contenidos curriculares que abordemos en el aula no sean fundamentales, lo son y mucho, sin embargo, todo lo que aprendemos en la escuela también debe tener como objetivo ayudarnos a descubrir nuestra esencia, ayudarnos a ser felices. La felicidad debe ser el centro en la escuela, a partir de ello irradiar la vida individual, y la vida colectiva.
Si conseguimos recordarlo, tendremos muy claro que nuestro deber es construir escuelas felices. Recordaremos que aprender a ser feliz es más importante que saber una ecuación de segundo grado o polinomios. Evidentemente, son conocimientos fundamentales, pero ellos no nos ayudarán a tener una vida más plena, si hemos olvidado hacia dónde nos dirigimos.
Una escuela que fundamente sus cimientos desde la felicidad, es una escuela que aprende a ser feliz. Ojalá que esta entrada te haga feliz para poder hacer felices a tus alumnos.