A principios del siglo pasado la Nación boliviana, independiente tanto en el orden económico como político, empezó a ser convertida en colonia dependiente en cuanto a su organización, ya que entonces solo extraía estaño para la exportación e importaba otros productos en gran cantidad. Entonces el Gobierno nacional cumplía órdenes políticas de amos nativos y extranjeros relacionados con esa actividad minera.
Ese estado de cosas duró alrededor de cincuenta años, pese a la resistencia y oposición populares, pero espontáneas, que no aceptaban esa forma de esclavitud. A pesar del poder de esa dinastía minera, surgió una fuerza con claridad política y propia organización, que condujo el movimiento revolucionario hacia la victoria. Y a mediados del siglo pasado derrotó al poderoso enemigo y devolvió a Bolivia su independencia y soberanía.
Sin embargo, el notable nuevo régimen fue debilitado por fuerzas internas y externas, que empezaron a reconstruir el aparato administrativo antes depuesto. Con un proceso de restauración se empezó a levantar el demolido edificio colonial, para convertir de nuevo a Bolivia en un país solo exportador de minerales y metales y, al mismo tiempo, con pocas divisas para que pueda importar los alimentos necesarios que dejó de producir. Mientras tanto, los restauradores del anterior gobierno se llevaban la parte del león.
Ese nuevo orden ha ido progresando lenta pero seguramente. Diversos nuevos gobiernos dedicaron sus políticas económicas a fomentar el desarrollo de la minería y, a la vez, descuidaron la producción agropecuaria, es decir, dieron paso a los elementos principales para organizar una colonia dependiente. Tampoco vacilaron en poner la política en manos de agentes foráneos.
Con relación a esos antecedentes, aparentemente la economía boliviana sigue siendo dirigida hacia la exportación de materias primas casi exclusivamente, como litio, oro, hierro, zinc, sin pensar en industrializar, con proyectos verdaderamente factibles, esos productos naturales en el país, para que sus ganancias beneficien a los bolivianos y ayuden al desarrollo de la Nación.
Por otro lado, al igual que en el siglo pasado, existiría un “súper Estado” colonial dedicado a producir granos de exportación y no alimentos para el pueblo. Lo peor es que esa “mano” también sería autora del incendio de bosques, que ha arrasado hasta ahora más de cuatro millones de hectáreas en el territorio nacional.
Retorno al coloniaje oligárquico y político
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