lunes, julio 8, 2024
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Novela: «El viejo y el mar»

Bolivia, en el corazón mismo de Sudamérica; se encuentra enclaustrada desde la invasión chilena (1879), privada de su derecho de salida soberana al océano Pacífico, donde se desarrollan numerosas actividades económicas, sobresaliendo fundamentalmente la pesca en gran escala. Para los apasionados de la literatura, especialmente los niños y jóvenes de las unidades educativas, en esta ocasión me refiero al contenido de la novela corta: “El viejo y el mar”, escrita por Ernest Hemingway en 1951.

El autor, conocedor de la vida marítima, describe que el mar es un espacio de agua salada, donde el hombre se convierte en un depredador voraz del hábitat de peces, aves y reptiles. El viejo, protagonista del relato, pretende tomar la naturaleza marina, dedicándose a la pesca en un bote rústico. Era un pescador experimentado, que, por esos avatares de la vida, no tuvo la suerte de atrapar en sus redes por muchos días a peces muy apetecidos en el mercado de La Habana.

Una madrugada, se lanzó al mar sin compañía de Santiago, muchacho al que había enseñado a pescar y le tenía mucho cariño (p.15). Joven pescador, cada día sintiendo compasión y estima personal, llevaba al pescador su desayuno y cena: “Hay muchos buenos pecadores y algunos grandes pescadores. Pero como usted ninguno”. El viejo, agradecido, decía: “Me haces muy feliz. Ojalá no se presente un pez tan grande que nos haga quedar mal…-Quizás no esté tan fuerte como creo… Pero conozco muchos trucos y tengo voluntad de pescador” (p.27).

En esa aventura de la pesca y búsqueda de un pez grande de proporciones que sólo existían en la imaginación del viejo; pasaba noches enteras en el océano, sufriendo en carne propia la soledad, hambre, frío, calor y ataque constante de los tiburones, sin compañía de su discípulo, lejos de la costa marina: “En la oscuridad el viejo podía sentir venir la mañana y mientras remaba oía el tembloroso rumor de los peces voladores que salían del agua y el siseo que sus rígidas alas hacían surcando el aire en la oscuridad. Sentía una gran atracción por los peces voladores que eran sus principales amigos en el océano…” (p. 34).

Un día cansado de tantos intentos por atrapar un pez gigante: “siente la sensación de algo duro e increíblemente pesado. Era el peso del pez y dejó que el sedal se deslizara abajo, abajo, abajo, llevándose los dos primeros rollos de reserva. Según descendía, deslizándose suavemente entre los dedos del viejo, todavía él podía sentir el gran peso, aunque la presión de su índice y de su pulgar era casi imperceptible. -¡Qué pez! – dijo… Sabía que éste era un pez enorme y se lo imaginó alejándose con el “anzuelo” atravesado en la boca. En ese momento sintió que había dejado de moverse, pero el peso persistía todavía…, el peso fue en aumento, y el viejo le dio más sedal…” (p.49).

Era un pez gigante: “…el sedal se alzaba lenta y continuamente: …delante del bote, salió el pez…, brillaba al sol y su cabeza y lomo eran de un púrpura oscuro y las franjas de sus costados lucían anchas y de un tenue color azul rojizo. El viejo había visto muchos peces grandes…, pero nunca solo. Ahora, solo, y fuera de la vista de la tierra, estaba sujeto al más grande pez que había visto jamás…” (p.69). Pero tomarlo era muy complicado en alta mar. Enseñando a la juventud, el valor de la persistencia y tenacidad para pescar metas-sueños más grandes de la vida.

 

raulalberto1911@gmail.com

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