martes, octubre 1, 2024
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El MAS y sus eternos demonios

En la historia política boliviana hemos sido testigos de constantes peleas internas que han plagado a los partidos políticos de carácter populista. Estas luchas internas han llevado a estas agrupaciones políticas a caer en divisiones y separaciones debilitando su capacidad de acción y, en última instancia, su influencia en la sociedad.
Tomás Hobbes, argumenta que los seres humanos tienen una naturaleza egoísta y competitiva. Según él, los individuos buscan su propio interés y están dispuestos a luchar entre sí para obtenerlo. Esta visión pesimista de la naturaleza humana puede aplicarse definitivamente al Movimiento al Socialismo y a sus constantes peleas internas.
Recordemos que el MAS-IPSP se formó en torno a la figura “mesiánica” de Morales, el cual prometió soluciones rápidas y sencillas para los problemas que atravesaba el país, atrayendo con este discurso a seguidores leales, no obstante, también trajo consigo rivalidades internas, ya que varios miembros del partido comenzaron a aspirar a ocupar el papel de líder. Esta competencia por el poder al final desembocó en una lucha interna marcada por el desprecio y la descalificación entre los mismos miembros del llamado “instrumento político”.
Este “movimiento político” basó enteramente su discurso en una retórica polarizadora, presentando una visión simplista y absurda del mundo en términos de “nosotros” contra “ellos”. Es esta misma polarización la que viene generando conflictos entre diferentes facciones dentro del mismo MAS. Existen claramente dos liderazgos que quieren imponer su visión particular, excluyendo a aquellos que no están de acuerdo. La falta de tolerancia y diálogo constructivo viene contribuyendo al desplome actual del MAS, pues en el populismo solo cabe un líder, no pueden coexistir dos “mesías” en una sola agrupación política.
La promesa de un cambio radical y rápido generó expectativas, y a su vez, demandas difíciles de cumplir en todo el país. Dichas promesas no se materializaron y por ello no alcanzaron los resultados esperados. Algunos miembros del MAS comenzaron a culpar al liderazgo de Morales, a tal punto de insinuar que el llamado “proceso de cambio” se había desviado de los principios fundamentales del partido. Estas discrepancias terminaron en plasmarse en peleas internas y amago de separaciones entre los mismos integrantes del Movimiento al Socialismo. Al final el mal termina devorándose a sí mismo.
El MAS, al no tener un mecanismo interno transparente de regulación y resolución de conflictos, está llevando a su propio partido a improvisar posturas y a generar desavenencias entre sus partidarios. Esto implica la creación de espacios de debate destructivos entre los seguidores de los dos liderazgos existentes, donde las diferencias no son discutidas y resueltas de manera pacífica, todo lo contrario; abundan los insultos, las indirectas y las descalificaciones. Los líderes del MAS, por sus propias características, no son capaces de trascender su propia ambición personal y priorizar los intereses del partido y de la sociedad en su conjunto; su angurria de poder puede más que su visión de país.
Las peleas internas siempre han afectado a todos los partidos políticos populistas y el MAS no es ajeno a esta realidad. La competencia por el poder, la polarización y las expectativas incumplidas son factores clave que están contribuyendo a estas divisiones. Es prácticamente imposible que el MAS supere estás desavenencias, pues su estructura es netamente piramidal, y en la cúspide de la misma solo hay lugar para un líder. Al final el mal terminará devorándose a sí mismo, y sus desechos acabarán camuflados en distintas agrupaciones políticas. Así ha sucedido y así va a suceder siempre.

El autor es teólogo, escritor y educador.

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