martes, julio 30, 2024
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Detener la guerra es un clamor mundial

A pesar de que la historia de la humanidad está llena de conflictos bélicos, en pleno Siglo XXI continúan las guerras entre países, por diversos motivos, como delimitaciones territoriales, por lograr hegemonía política, por intereses económicos, etc. No obstante, las pérdidas humanas y materiales son cuantiosas y cuesta mucho tiempo y recursos reparar lo destruido por armas cada vez más sofisticadas y mortales. Lo peor es que en los combates por tierra, aire o mar, mueren no solamente tropas militares, sino civiles, hombres mujeres y niños que se ven en medio de escenarios de terror, quedando pocos sobrevivientes, dañados física y psicológicamente.

Por otra parte, cada vez que una guerra causa daños difíciles de tolerar, en varios países surgen manifestaciones masivas de ciudadanos que salen a las calles para expresar su protesta y pedir la restauración de la paz. Son conocidos los casos de grupos de pacifistas que fueron reprimidos violentamente por las fuerzas del orden. Sin embargo, generalmente prevalecen los afanes bélicos, apoyados por la industria dedicada al armamentismo, por lo que resulta difícil detener la matanza. En consecuencia, hubo guerras que duraron años y provocaron la destrucción de miles o millones de vidas humanas y arrasaron con bienes materiales, como viviendas, hospitales, centros de salud, etc.

A pesar de ello, los organismos internacionales que agrupan a naciones, pocas veces han podido hacer lo necesario para aminorar al máximo los efectos destructivos de tales conflagraciones bélicas, limitándose en muchos casos a hacer declaraciones sin suficiente poder de disuasión. Solo cuando sus representantes llegan al teatro mismo de las operaciones militares, comprueban que realmente se trata de “un infierno en la tierra”.

Esto es lo que sucede actualmente en la Franja de Gaza, en Palestina, a donde llegaron funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas recientemente. Y es que, en ese devastado territorio, donde se producen sangrientos combates entre milicianos islamistas de Hamás y las fuerzas israelitas, se informa que hasta ahora más de 18.000 personas han muerto, muchas de ellas menores y mujeres. Además, según la ONU, casi dos millones de palestinos han tenido que emigrar.

Lo más grave es que como consecuencia de la horrorosa destrucción, se avecinan males como el hambre y las enfermedades.

En vista de tan trágica situación, no es suficiente la ayuda humanitaria que llega a ese territorio asediado en medio del conflicto armado, sino que se requiere una vigorosa participación de los organismos internacionales a fin de que se logre la ansiada tregua y negociación para acabar con esa guerra. Sin descuidar las investigaciones correspondientes sobre las causas del conflicto y sancionar a quienes obraron con crueldad en tales circunstancias. Solo de esta manera se podrá atender el clamor mundial para que no aumente la cantidad de vidas pérdidas, particularmente de gente vulnerable e inocente.

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