Casi terminando el 2023, no recuerdo otra época en la que el mundo está tan cubierto de violencia, muerte y desolación. Según organismos mundiales, desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial las pérdidas humanas están disminuyendo. Pero los conflictos armados de menor intensidad se están multiplicando en el mundo, sin contar la invasión de Rusia a Ucrania y la conflagración entre Palestina e Israel.
Las causas de estos enfrentamientos son muchas en todo el planeta. Hay amenazas a la soberanía de un país, expansionismo o intereses territoriales, diferencias ideológicas y políticas, pero, más que todo, una intolerancia abrumadora. La violencia actualmente aumenta, con muchos conflictos hoy entre actores no estatales, como milicias, criminales y grupos terroristas internacionales, señala Naciones Unidas en su página web. Los países envueltos en estas guerras son Burkina Faso, Somalia, Myanmar, Nigeria, Siria, Yemen, Mauritania, Senegal, Mali, Eritrea y Etiopia. Estas guerras causan increíbles sufrimientos humanos, que afectan directamente la salud física y mental de los combatientes y sobrepasan la capacidad de ayuda interna y externa para atender a los desplazados y heridos. Además, están destruyendo el medio ambiente y servicios básicos y esenciales.
Hay más conflictos y la cantidad de fallecidos en combates ha aumentado en un 97 %, solo en 2022, con un aumento de más del 400 % desde el inicio de la década de 2000, afirma Magnus Oberg, director de UCDP, un proyecto sueco que investiga, organiza y publica datos verificados sobre conflictos, usando como referencias a la ONU, el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales, en una entrevista con la BBC.
Pero muchas de estas guerras y conflictos, pese a la muerte y destrucción que acarrean, no captan mayor atención en el mundo. Añaden que la falta de visibilidad de conflictos puede afectar directamente su desarrollo y repercutir en la presión internacional para que se produzca un alto al fuego, se abran corredores humanitarios o se permita el envío de alimentos y medicamentos.
También hay guerras entre bandas y cárteles de narcotraficantes a nivel mundial y que han causado cientos de miles de fallecidos. El narcotráfico acelera la devastación ambiental y la delincuencia en la cuenca del Amazonas. La cocaína, la heroína, el crac, la marihuana y las drogas sintéticas o de diseño, como el fontanillo y la metanfetamina, siguen sin cesar por los países latinoamericanos y caribeños, hacia Europa y EEUU, principales mercados del consumo de estupefacientes. Y están dejando una huella de enriquecimiento y corrupción política, militar, policial, judicial y empresarial y decenas de miles de muertes por violencia criminal y sobredosis.
Las causas de estas guerras y el narcotráfico en nuestra región, son las estructuras sociales y desequilibradas e injustas, la falta de viviendas, hambre, marginalidad y, más que todo, abrumada por la ausencia de una justicia honesta y transparente de los países latinos afectados. Para terminar, es necesario repetir las palabras de Henry Miller: “La guerra en todos sus aspectos es una destrucción del espíritu humano”.
Londres, Inglaterra.