Con respecto a los dólares, las reservas y el tipo de cambio, el Gobierno no ha logrado tranquilizar a la ciudadanía. Todo lo contrario, en realidad, y esta incapacidad para conservar un mínimo de credibilidad puede terminar muy mal.
La ausencia de dólares se siente desde hace casi un año ya y la reacción del gobierno ha consistido en buscar culpables antes que soluciones. Por eso, el Ministro de Economía pasa cada vez más tiempo sugiriéndonos que no existe alguna crisis. Si acaso atribuye el malestar ciudadano a rumores infundados, obra de malvados articulistas y periodistas sin oficio.
Esto no ha funcionado, como puede constatar cualquiera con un sistema nervioso funcional. La gente sigue buscando dólares y está dispuesta a pagar más por ellos. La consecuencia lógica es que ha reaparecido un mercado paralelo de dólares, luego de más de 30 años. Este retorno al pasado nada positivo augura.
El equipo económico debería proponer soluciones algo más inteligentes. Idealmente, tendrían que dar señales a la población, señales creíbles, de que van a ocuparse de los problemas sistémicos: el déficit fiscal, un entorno desfavorable para la iniciativa privada formal y un régimen impositivo injusto, entre otros. Sin embargo, están como esas personas que, en medio del mar, se asustan por una ola que los sorprende, atinando a responder sólo con manotazos y agitación. Y terminan ahogándose, únicamente porque perdieron la calma.
Hasta hoy, estas medidas erráticas e ineficaces han consistido en detener a librecambistas por algún difuso delito de especulación. También recurrieron al cuento de que acumular dólares es antipatriótico y señal de colonialismo. Ahora, en un acceso de delirio, el propio presidente del Banco Central sugiere que los dólares son una pésima reserva de valor, porque la economía estadounidense estaría peor que la nuestra. Naturalmente, ninguna de estas medidas ha tenido el menor impacto en el mundo real.
Quisiera creer que esta incapacidad tiene que ver esencialmente con los cálculos electorales del presidente Luis Arce. Éste preferiría evitar cualquier medida impopular (como una liberación del tipo de cambio) antes de 2025, por lo que apela a la propaganda y al discurso.
Desafortunadamente, no es la única explicación posible. Desde una perspectiva más pesimista, puede que el Gobierno sea víctima de su propia propaganda y que realmente estén convencidos de que las leyes de la economía no se aplican en Bolivia. Nuestros gobernantes estarían entonces en plena borrachera ideológica. No sólo serían incapaces de evitar obstáculos menores, sino que nos conducen contra un muro.
En cualquier caso, y ante la imposibilidad de bajarse del carro, todo ciudadano prudente debería tomar las medidas necesarias para protegerse ante la inminente crisis. Determinar las motivaciones del Gobierno es un tema apasionante, desde un punto de vista intelectual, pero creo que resultaría más útil, en lo inmediato, prepararse para el choque…
El autor es politólogo.