sábado, noviembre 16, 2024
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Desafíos y oportunidades en la democracia digital

Rolando Coteja Mollo

Antes de la aparición de la democracia digital o viral era muy frecuente escuchar la noción de “democracia homo videns” que se refería a la influencia de lo visual y de los medios de comunicación en la participación política. Esta perspectiva contrastaba con la concepción más tradicional de la democracia, centrada en la participación ciudadana informada y deliberativa. La expresión “homo videns” se traducía como “hombre que ve” y fue popularizada por el politólogo italiano Giovanni Sartori en su libro “Homo videns: La sociedad teledirigida”.
Desde la perspectiva de la democracia homo videns, se planteaba que, en la sociedad contemporánea, la atención visual predominante, a menudo mediada por los medios de comunicación audiovisuales, modificaba la naturaleza de la participación política. Algunas características clave de la democracia homo videns, en contraposición a la democracia tradicional, fueron las siguientes: a) Primacía de lo visual. b) Influencia de los medios de comunicación. c) Desplazamiento de la deliberación. d) Efecto de las imágenes en la opinión pública.
La democracia homo videns destacó una transformación en la participación política hacia un enfoque más visual y mediático. Este concepto planteó preocupaciones sobre la calidad de la participación ciudadana, sugiriendo que la política se volvió más superficial y orientada hacia la forma en lugar del contenido. Es importante señalar que esta conceptualización no necesariamente niega la importancia de la participación ciudadana, pero más bien acentúo cómo la forma en que se realizaba ha cambiado en la era de los medios de comunicación visual.
En la actualidad, la democracia enfrenta un nuevo conjunto de desafíos y oportunidades con la proliferación de la tecnología digital. La democracia viral ha surgido como un fenómeno que refleja la rápida propagación de información, la participación ciudadana y la toma de decisiones en línea. Este fenómeno, aunque ofrece un potencial significativo para la participación democrática, también plantea cuestionamientos fundamentales sobre la calidad y la integridad de nuestro sistema político.
No obstante, existe una ambivalencia inherente de la democracia digital. Por un lado, la tecnología ha democratizado el acceso a la información y ha permitido una mayor participación ciudadana. Plataformas de redes sociales, blogs y otras formas de comunicación digital han amplificado las voces que antes podrían haber sido marginadas, permitiendo una pluralidad de perspectivas. Por otra, esta misma democracia presenta desafíos significativos. La propagación rápida de información, a menudo sin una verificación rigurosa de hechos, puede dar lugar a la desinformación y la manipulación. La polarización política, exacerbada por algoritmos que muestran contenido afín a nuestras creencias, puede fragmentar la sociedad en «burbujas» ideológicas, dificultando el diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones comunes.
Por ello, la importancia de abordar la manipulación digital y la desinformación como amenazas serias para la democracia viral. La protección de la integridad de los procesos electorales, la transparencia en el uso de datos y la promoción de la alfabetización digital son elementos esenciales para salvaguardar la salud de nuestra democracia en la era digital.
En este sentido, el control y la regulación adecuados de las plataformas digitales se vuelven imperativos. La responsabilidad compartida entre gobiernos, empresas tecnológicas y ciudadanos es fundamental para garantizar que la democracia digital no se convierta en una herramienta para la desinformación y la manipulación, sino que, en cambio, impulse un diálogo informado y participativo.
A manera de hacer una comparación, el “homo videns» se enfocaba en la influencia de los medios visuales en la percepción política, mientras que la «democracia digital» se refiere a la transformación más amplia de la participación política, facilitada por la tecnología digital en general. Ambos conceptos reflejan la complejidad de la intersección entre la sociedad, la política y la tecnología en el Siglo XXI.
Para concluir, abordar los desafíos de la democracia digital implica reconocer su complejidad y evolución constante. Un enfoque colaborativo y reflexivo, que involucre a todos los actores relevantes, es básico para garantizar que la tecnología mejore la participación democrática, en lugar de socavarla. Solo mediante la acción concertada podemos desbloquear plenamente el potencial positivo de la democracia en la era digital, construyendo un espacio político en línea que sea transparente, inclusivo y resistente a los riesgos emergentes.

El autor es politólogo-abogado y docente universitario.
rcoteja100@gmail.com

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