El cloud computing, o la “computación de nube”, es una de las tantas innovaciones tecnológicas que nos ofreció una idea de futuro y que gracias a diferentes procesos de perfeccionamiento logró cumplir con las expectativas. Sus principales ventajas no tienen que ver solamente con una de sus funciones primordiales, la de almacenar contenido, sino también su versatilidad y agilidad para poder trabajar múltiples proyectos a la vez.
El cloud ha cambiado mucho desde su irrupción en nuestras vidas, hace ya más de una década, y sin dudas se convirtió en una aliada fundamental durante el tiempo que enfrentamos las peores etapas de la pandemia del coronavirus, facilitando por ejemplo el trabajo remoto de millones de personas alrededor del mundo. Esta tecnología ha avanzado tanto que realmente permite concebir lo mejor de ambos mundos, tanto de los entornos de nube pública como también de la privada.
Recientemente, realizamos la primera edición de Cloud Connection, un ciclo de encuentros que organizamos desde Red Hat a nivel regional con los principales proveedores de nube del planeta: AWS, Google Cloud, IBM Cloud y Microsoft Azure. De allí pudimos extraer muchas conclusiones respecto a la evolución de estos entornos, principalmente gracias a la consolidación de la nube híbrida, una solución cada vez más estable y escalable. Pero esto es apenas el comienzo. El objetivo de la nube híbrida es ir más allá y encabezar un cambio cultural que transforme las maneras de trabajar de las organizaciones, potenciando un lenguaje común que pueda nutrirse de procesos de desarrollo de diferentes equipos y sin importar sus lugares de procedencia.
Nube híbrida: la llave a un futuro colaborativo
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