Debe haber pobres para tener por quién invocar, juzgar, por quién luchar buscando el poder. Son necesarios los pobres para justificar los socialismos y las doctrinas de izquierda, de lo contrario perderían su razón de ser. «La pobreza, es un estado de debilidad, de subordinación o humillación, respecto a la privación de medios para conseguir la subsistencia, pero una existencia humanamente digna». (Antropología de la pobreza, Oscar Lewis).
La versión más moderna de pobreza identifica a la persona cuando tiene al menos una carencia social de estos seis indicadores: rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación. Sobre éstos se hacen los números, se habla de tasas, índices, comparaciones, estudios y predicciones. («El ingreso per cápita, en el caso de Bolivia en 2022, fue de 3.481 euros, con esta cifra se encuentra al final de la tabla, en el puesto 127. Sus habitantes tienen un bajísimo nivel de vida en relación con los 196 países del ranking de PIB per cápita»).
De la misma manera, en el relato socialista, el capitalismo pasó a llamarse neoliberalismo, y los conceptos de opresión y proletariado pasaron a segundo plano, y se fijó hacer causa por los pobres, que para el caso son los ciudadanos rurales (los sometidos, discriminados), origen de los movimientos sociales, de quienes se habla mucho y se hace poco (porque son necesarios), bajo la guía de la doctrina del socialismo del Siglo XXI, nueva jerga urdida en los Foros de San Pablo y Puebla.
Otro estatus es precisamente el de pobreza extrema, cuando la persona carece de lo elemental para vivir dignamente: el ciego violinero guiado por un niño, tanteando con un bastón. Más abajo está la miseria con su mejor ejemplar: un andrajoso pidiendo limosna en la calle, durmiendo sobre cartones, frente a los templos o debajo de los puentes; beodo, tirado en cualquier parte. De estos mendicantes nadie se acuerda, ni el parlador parlamentario, ni la cuaresmal iglesia; tampoco las instituciones de caridad. Su situación es tan desdichada que nada merece. Llamarle hombre pobre es mucho decir.
Pero «pobre hombre» puede ser cualquiera, tiene tantas carencias o excesos, puede ser el gobernante sediento de poder, enguerrillado, petulante, defendiendo futesas; el empresario adinerado, ambicioso, procurando multiplicar su riqueza; el vicioso crónico incorregible, aquel a quien «le pusieron los cuernos». Tal es la catadura sórdida de estos ejemplares que inspiran sentimientos contradictorios: indolencia o compasión, ¡ahí va el pobre hombre! Pobres hombres son los ingenuos, creyendo que el agua no moja –porque lo dicen ellos–, son los cándidos cuando piensan que se les cree.
Cuando la economía de un país naufraga, sobreviene el empobrecimiento, aumentan los pobres y también los que padecen hambre, ambos quedan expuestos a bajar de nivel porque se precarizan las fuentes de trabajo, entonces no queda otra que ver cómo se redistribuye pobreza. El hombre con hambre se expone al mundo del delito porque sufre hambre física, mientras otros millones están sufriendo por «hambre de justicia» y «hambre de libertad, de paz e igualdad», no solamente es el pan y la carne, es, y con mucho, la «libertad social».
La inflación real es la que afecta al precio se los bienes (difiere de la estadística manipulada), es una reacción en cadena, cuyos eslabones comienzan con el productor, (fenómeno económico que se conoce como Índice de precios del productor, IPP).
¿Por qué tenemos que ser pobres?, fuimos en tiempos de capitalismo, y seguimos igual con el socialismo, los unos se justificaron con el comunismo (huelgas, paros, y la COB), y los otros se quejan y achacan a la derecha (el imperialismo yanqui, reaccionario y vende patria) ¿Por qué seguimos pobres? Según datos oficiales, 36 por ciento de bolivianos son pobres moderados, frente al 6 por ciento de chilenos o 9 por ciento de uruguayos.
Bolivia tiene valiosos yacimientos de oro, hierro. zinc y litio, millones de hectáreas para producir alimentos con excedentes para exportar. ¿Por qué seguimos pobres?
El autor es periodista.