lunes, diciembre 23, 2024
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Contra viento y marea

¿Le llegó la “hora” a Boluarte?

Augusto Vera Riveros

Claro que consolarnos con los males que afectan a otros países sería cosa de tontos, pero respecto a un país como el Perú, donde pocos expresidentes no están en el banquillo de los acusados —y no gratuitamente, porque a ellos se debe en gran medida que en nuestro vecino geográfico campeen la pobreza, la corrupción, la delincuencia, la crisis institucional y la inequidad—, tengo una lectura y una crítica sobre el escándalo de un Rolex, que emperifolla la muñeca de la presidenta Dina Boluarte.
La lectura es que Boluarte no puede desasirse de los arraigados hábitos altoperuanos de la mentira, la vulgaridad y el lastre que su conducta política significa para su pueblo, al no revelar la verdad sobre el origen de su costoso reloj de pulsera que, para lucirlo en un país de las características del suyo, puede resultar ofensivo a su índice de pobreza, que supera el 30 por ciento. Pero pienso que todo esto, en realidad, no tiene mucha significación, teniéndose en cuenta que ella es la primera autoridad del Estado y, por tanto, utilizar una cartera Gucci o una pulsera Cartier no parece ser particularmente censurable. Téngase en cuenta que, en el pasado, nuestros dos inmediatos expresidentes utilizaban helicóptero para trasladarse de la residencia presidencial al aeropuerto. Una de ellos utilizaba el avión presidencial para uso de sus amistades y el otro premiaba el apoyo que recibía de los movimientos sociales con viajes de densas delegaciones a Europa sin alguna utilidad. Y visto así, en un país como el Perú, controlar el tiempo en un Rolex de aproximadamente 14 mil dólares americanos, no considero tan grande afrenta en un contexto que, de todas maneras, supera en riqueza por varias veces al nuestro.
La crítica es que no veo por qué la más alta autoridad del Perú —cuya ascensión al cargo, si bien legal, no fue del todo legítima— tenga que incurrir en tantas mentiras y ocultamiento de información, tratándose de su infortunado reloj. Las contradicciones en la investigación del Ministerio Público dejan como saldo de imposible desmentido que Dina Boluarte no es honesta con su patrimonio, lo que evidencia un claro mensaje de desconexión y falta de respeto hacia la ciudadanía y, viniendo de quien tendría que ser modelo de transparencia, elude su declaración sobre la propiedad anticipada a su condición de gobernante, si es que ese fue el caso, o entra en un fárrago de nerviosas coartadas y, entonces, poco o nada constructivo puede esperarse de su administración en el nivel macro de su país.
Si el Perú tuviera el standard de vida de Suiza o de Hong Kong, donde mirar la hora en un Rolex es usual, el escándalo suscitado no tendría justificativo alguno, pues el mundo está infestado de plebeyos acaudalados que son propietarios de varias unidades, de las que cada una decuplican el valor del “modesto” reloj de Boluarte. En nuestros países, pese a todo, lastiman los sentimientos de los que, como diría una cantante de música pop, no tienen ni para lucir un Casio.
El caso es que, en mi opinión, el asunto —que per se no justifica tanto alboroto— ha permitido descubrir que Dina Boluarte es poseedora de una cuenta por 300 mil dólares, según el conocido matutino La República de Lima, y que sus joyas en conjunto están valuadas en 500 mil dólares, todo lo cual supera con creces el cuestionamiento al instante en que la presidenta permitió que se le viera su llamativo cronógrafo, mandando un mensaje visual e inmoral a la sociedad, de frivolidad e impudor, reflejándose en la mayor desaprobación que tiene en Latinoamérica, superando incluso en el deshonroso lugar a Nicolás Maduro. Y eso es indicador inequívoco de cómo anda el Perú.
No veo muy grave que porte un reloj de alta gama como aquel Rolex, que pudo haber legítimamente adquirido; pero veo con indignación total lo que, con motivo de este asunto, se va destapando en la vida oculta de la presidenta, con investigaciones que van desde plagio literario hasta genocidio. Esos son los rasgos que mayormente han caracterizado a los gobernantes de la región. En el caso particular, el de Boluarte, todo indica que se acerca la hora de su fin político.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.

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