miércoles, julio 24, 2024
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La espada en la palabra

La (mediocre) universidad en Bolivia

Ignacio Vera de Rada

En Bolivia las universidades abundan y muchas de ellas, para decirlo cortésmente, son de una calidad muy controvertible. Dado que en los últimos tiempos —debido al consumismo y otros fenómenos afines— la educación está mercantilizada, hay universidades de todos los colores, para todos los gustos y para todos los bolsillos. Entre públicas y privadas, solo en el departamento de La Paz hay más de una treintena, cantidad desmesurada teniendo en cuenta la cantidad de almas que habitan esta región del país. Más o menos lo mismo ocurre en Santa Cruz, que en la actualidad cuenta con veintiocho casas de estudios superiores en funcionamiento; o en Cochabamba, que tiene casi una veintena. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que la educación tiene mucha importancia en Bolivia y muchos más bolivianos se educan o estudian hoy?
El escenario, de hecho, no es nada esperanzador, ya que la excesiva cantidad de universidades está empobreciendo y desvirtuando la labor educativa, llevándola a niveles en algunos casos miserables. No hablo de las universidades públicas y algunas de las privadas, que, más allá de sus muchos defectos que hay que corregir, de alguna forma mantienen a raya la mediocridad y tratan de preservar ciertos estándares académicos internacionales. Hablo de las universidades privadas pequeñas (no mencionaré nombres, para no crearme anticuerpos ni caer antipático), que expenden cartones de licenciatura y aun de posgrado sin mínimos procedimientos de exigencia académica y con el único objetivo de lucrar, captando estudiantes que ansíen diplomas sin hacer mucho esfuerzo y que paguen sus cuotas.
Como soy un hombre impunemente curioso, hace unos meses me fui a meter como oyente en una clase de derecho civil de una de estas universidades patito y la verdad es que quedé aterrado: la clase estaba semivacía, los pocos estudiantes que había estaban inmersos en las pantallas de sus teléfonos y el profesor que exponía era un Cantinflas sin autoridad ni aplomo que, sentado en su taburete, se limitaba a leer sus diapositivas de PowerPoint. Para colmo, al darse cuenta de que la reducida asistencia de su estudiantado no lo tomaba en serio, puso punto final a la sesión a los veinte minutos de haberla comenzado. (No quiero ni imaginar cómo serán las clases de medicina, carrera que está incluida en la oferta académica de aquella casa de estudios superiores.)
Por tanto, entenderá el lector que el problema es serio. Muchas de las personas que optan por “estudiar” en estas universidades de bajísimo nivel académico, lo que desean es obtener rápido y fácil el cartón de pregrado, porque finalmente y de alguna manera tendrá la misma jerarquía que el de una buena universidad pública o privada. Y son esos profesionales muchas veces los que ocupan cargos de importancia en la burocracia, en la judicatura, en la diplomacia, en la salud o, como para reproducir la espiral de mediocridad en el campo del que estamos halando, en la educación privada o la instrucción pública.
El problema no se limita a la mediocridad de la enseñanza por el bajo nivel de preparación de los profesores, decanos y rectores de estas universidades, pues también toca a la permisividad con que tratan a sus estudiantes, quienes muchas veces obtienen sus cartones de licenciados, diplomados o magísteres sin haber asistido a las clases, sin haber aprobado exámenes o sin haber entregado trabajos. Quiero que se entienda que con todo esto no estoy sacralizando a las universidades públicas o a las universidades privadas grandes, que también tienen sus problemas y vicios (no menores, dicho sea de paso); lo que estoy tratando de hacer es apuntar el problema mayor de la institución universitaria en Bolivia, el cual considero que es la existencia de las numerosas universidades pequeñas y mediocres, las cuales están licenciando a más mediocres que aprobaron por haber pagado las pensiones, y no por haber estudiado fuerte y probado lo aprendido mediante trabajos y exámenes, como debería ser.
Y ya ni hablemos de investigación… La universidad boliviana parece estar olvidando que el objeto supremo de la universidad, mucho más importante que las facilidades pedagógicas o la aplicación de nuevas técnicas de enseñanza, es la investigación y el descubrimiento de conocimiento nuevo, que se hace a partir de programas de investigación tanto para estudiantes como para el plantel docente. No obstante, dada la crisis multidimensional de la educación superior boliviana, aquello parece estar muy lejos de las posibilidades actuales.

Ignacio Vera de Rada es profesor universitario.

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