miércoles, julio 24, 2024
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La espada en la palabra

El problema también son los votantes

Augusto Vera Riveros

Ya sabemos que en Bolivia al parecer los políticos carecen de materia gris, porque al cabo de cada periodo constitucional —que, dicho sea de paso, transcurre volando— hablan de una unidad frente a quienes, como sistema de gobierno, hasta 2025 habrán gobernado por casi veinte años; unidad que nunca logran.
Entonces resulta primero esperanzador y luego decepcionante, cómo muchos políticos —que por haber sido diputados o ministros se las dan de líderes, sin darse cuenta de que no tienen posibilidad siquiera de obtener un decoroso resultado en una eventual elección para presidente— impiden un nuevo proyecto de país. No voy a dar nombres, pero la opinión pública conoce a esos que empuñan un micrófono y levantan la voz, pero que en la hora decisiva no convocan a votantes que por lo menos les permitan obtener un asambleísta nacional o departamental. No a otra cosa podrían aspirar políticos que, además, en su momento como autoridades conformantes de gobiernos corruptos, como lo fueron los de ADN y el MIR, han dejado una pobrísima y cuestionable performance en su paso por el Parlamento o el Ejecutivo.
Pero si bien esas candidaturas —que ya fueron anunciadas a casi un año y medio para las elecciones generales— solo van a contribuir al estancamiento que el país ya sufre desde hace varios años, también hay que mencionar que los electores tienen una buena parte de culpa, y ello puede constatarse en que, por ejemplo, un gobierno como el de Evo Morales dilapidara ingentes cantidades de dinero en el ejercicio de un mandato avalado por grandes mayorías. El electorado de hecho tiene mucha culpa de que un aparato tan represivo como el Movimiento Al Socialismo, liderado por el dirigente cocalero y bien secundado por Álvaro García Linera, fuera protagonista de uno de los periodos más tenebrosos —si no el peor— de los periodos democráticos (que de democráticos tuvieron realmente poco) de la historia de Bolivia. Si la gente de alguna manera consintió que monstruos como Claudio San Román o Luis Gayán Contador sembraran injustificadamente el terror en nuestro propio suelo, los nefastos adulones de Morales no han estado muy lejos de los movimientistas que pusieron en marcha el control político, cuyas instalaciones —hoy una vieja casona por la que cada vez que paso e imagino a los perseguidos políticos dentro, se me pone la piel de gallina— eran el centro de torturas en que al fatídico San Román le complacía ver en el piso dientes y uñas arrancados de raíz.
Entonces no solo los políticos tienen la culpa de que tengamos gobiernos ineptos en unos casos, de terror en otros y de una combinación de ambos también; la tienen, además, los votantes, porque en lugar de concentrar el voto en torno a un candidato serio, honesto y conocedor de los asuntos del Estado, lo van dispersando a favor de todos estos candidatillos que, una vez más, van a asestar duro golpe a la libertad de los ciudadanos, puesta en manos de quienes se convierten en nuestros propios verdugos, porque responden a doctrinas abiertamente contrarias a la libertad individual o porque carecen de mínimos códigos morales y de ética humana.
Y es que nuestra inmadurez política recala siempre en una mala elección, porque para escenarios en que los candidatos son reducidos en número, la decisión del voto funciona como sucede en el mercado popular: cuando se tiene a disposición una o dos variedades de mandarinas, la decisión es más concentrada respecto a cuando se tiene un abanico de veinte clases de papas. Por eso es preocupante la lista de candidatos de oposición que aparentemente tendremos cuando, a fines del próximo año, sea obligatorio definir a todos los aspirantes a la presidencia. Pero el mayor problema radicará en la capacidad que tengamos los votantes para escoger al que realmente tenga posibilidades de enfrentar el desgastado programa del régimen vigente. La prueba de nuestra incapacidad, más allá del fraude que se produjo en las penúltimas elecciones generales, está en haber confiado en Evo Morales, que ha pisoteado la propia Constitución Política del Estado y transgredido todo derecho humano. Si sólo lográramos tener votantes más preparados y conscientes de sus votos, independientemente de sus ideologías, tendríamos mejores autoridades.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.

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