A lo largo de los siguientes números iremos ahondando en la mejor forma de introducir la aplicación de las neurociencias en la vida de cada persona, con la finalidad de hacer más real y más cotidiana este enfoque y estas herramientas.
1° Acción – Provocarnos emociones para despertar nuestra atención hacia el aprendizaje
“Aprender es un proceso que ya viene programado genéticamente en el cerebro de todos los organismos. Es la base de la supervivencia del individuo y de la especie, como lo puede ser comer, beber o la propia sexualidad. Aprender y memorizar en su esencia significa hacer asociaciones de eventos que producen cambios en las neuronas y sus contactos con otras neuronas en redes que se extienden a lo largo de muchas áreas del cerebro. Y, en su esencia, todos los cerebros usan los mismos mecanismos neurales de aprendizaje (…) La esencia y la eficiencia del aprendizaje y de la memoria que modifica el cerebro reside en esa energía cerebral que llamamos emoción. (…) La comprensión acerca de que ‘nada se puede aprender más que aquello que se ama’. Quiero decir, que muy poco se puede enseñar y aprender bien sino esta mediado por la emoción”. Francisco Mora.
Lo que señala el doctor en medicina y neurociencia, y catedrático de Fisiología, Francisco Mora sobre la importancia de provocar emociones para lograr el aprendizaje. Pues de esta forma se logra despertar la atención hacia o sobre algo es esencial; sin embargo, hacer esto durante nuestros procesos de aprendizaje no es una práctica innata en las personas. En realidad es muy difícil lograr un acercamiento volitivo y cargado de emociones positivas al abordar muchas de las asignaturas vistas en clases de cualquier nivel. Es decir, que afirmar que debemos ser autosuficientes para auto motivarnos hacia el aprendizaje es una cosa y ponerla en práctica es otra.
António Damasio, neurocientífico y médico neurólogo, parece haber sido el autor que mejor ha descrito la importancia del hemisferio derecho en la anatomía de las emociones. Damasio defiende que “el procesamiento emocional depende del procesamiento de la información somática. Esto quiere decir que, las emociones implican unas aferencias desde el cuerpo, e implican también unas eferencias hacia el cuerpo. En ambos casos participan los aspectos endocrinos y viscerales”.
Según Damasio, “las emociones son patrones de respuestas químicas y neurales, cuya función es contribuir al mantenimiento de la vida, generando conductas adaptativas”. Para el especialista, esto es debido a que las estructuras neuroanatómicas que subyacen a los procesos emocionales son las mismas que las estructuras que tienen la función de controlar y regular los estados corporales básicos mediante la homeostasis.
En este sentido, las emociones son una parte esencial de la experiencia humana. Antes que seres pensantes somos seres sensibles. La parte de nuestro cerebro que se encarga de procesar las emociones se construye antes que la responsable de los procesos cognitivos.
Entiéndase a las emociones como estados complejos, fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro elementos: cognitivo, fisiológico, conductual y expresivo. Los estímulos emocionales interactúan con las habilidades cognitivas, afectando a la capacidad de razonamiento, la toma de decisiones, la memoria, la actitud y la disposición para el aprender.
Una investigación de la psicóloga Begoña Ibarrola muestra que tanto emociones como los sentimientos, pueden fomentar el aprendizaje al intensificar la actividad de las redes neuronales y reforzar las conexiones sinápticas. Emoción y motivación dirigen el sistema de atención, que decide qué informaciones se archivan en los circuitos neuronales y, por tanto, se aprenden.
Por lo que el manejo de las emociones, se ha convertido en una clave para ser un aprendiz eficaz; la autorregulación es una de las habilidades más importantes y los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro nos aportan estrategias de regulación a la vez que el conocimientos sobre las neuronas espejo permiten desarrollar la empatía y la comprensión del otro.
Sentimos las emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños pequeños reaccionan ante sus emociones con expresiones faciales o con acciones como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no tienen la capacidad de darle un nombre a la emoción o decir por qué se sienten de esa manera.
A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles al entender las emociones. En lugar de reaccionar como reaccionan los niños, podemos identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica, nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.
La conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.
Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones que otras. La buena noticia es que todos pueden ser más conscientes de sus emociones. Solo hace falta práctica. Pero vale la pena el esfuerzo: la conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en la vida.
Muchos científicos señalan que las emociones han evolucionado fundamentalmente como un mecanismo de supervivencia. La emoción es el motor que todas las personas llevamos dentro, a partir de la energía de ciertos circuitos neuronales que se encuentran situados en el sistema límbico y que nos mueve, moviliza o empuja a querer estar vivos y relacionados con el mundo y nosotros mismos.
Idealmente, una persona puede destacarse tanto en las capacidades cognoscitivas como en las sociales y emocionales. Las capacidades del Coeficiente Emocional no se oponen al Coeficiente Intelectual o a las capacidades cognoscitivas sino que interactúan en forma dinámica en un nivel conceptual y en el mundo real.
Por ello la clave para acercarse a lo que los especialistas señalan sobre la forma de que una persona aprende mejor si presenta emociones y sentimientos positivos debemos partir de la concepción de nuestra forma de sentir y, más importante aún, de lo que descarga nuestras emociones y cómo nos conducen hacia determinadas acciones.
Se hace necesario recordar la primera etapa o fase de la Inteligencia Emocional planteada por Goleman que habla de la necesidad de Conocer las propias emociones, que se refiere a esta pieza clave de tener conciencia de las propias emociones; reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. Una incapacidad en este sentido nos deja a merced de las emociones incontroladas.
Partamos de tres nociones básicas sobre las emocionas:
Las emociones van y vienen. La mayoría de nosotros sentimos muchas emociones diferentes a lo largo del día. Algunas duran solo unos pocos segundos. Otras pueden durar un poco más, provocando un estado de ánimo.
Las emociones pueden ser leves, intensas, o cualquier opción en el medio. La intensidad de una emoción puede depender de la situación y de la persona.
No existen buenas o malas emociones, pero sí formas buenas y malas de expresar las emociones (o actuar sobre ellas). Aprender a expresar las emociones de formas aceptables es una habilidad separada, el control de las emociones, que se basa en poder comprender las emociones.
Todas las emociones nos dicen algo acerca de nosotros mismos y de nuestra situación. Pero a veces nos resulta difícil aceptar lo que sentimos. Podemos juzgarnos a nosotros mismos por sentirnos de cierta manera, como cuando nos sentimos celosos, por ejemplo. Pero en lugar de pensar que no debemos sentirnos de esa manera, es mejor darse cuenta de lo que realmente sentimos.
Tratar de evitar los sentimientos negativos o fingir que no nos sentimos de la forma en que lo hacemos puede ser contraproducente. Es más difícil superar sentimientos difíciles y que puedan desaparecer si no nos enfrentamos a ellos y tratamos de entender por qué nos sentimos de esta manera. No tienes que vivir obsesionado con tus emociones o hablar constantemente de cómo te sientes. Aquí estamos entrando al terreno de “La conciencia emocional”, que significa simplemente reconocer, respetar y aceptar tus sentimientos a medida que ocurren.
¿Cómo crear conciencia emocional?
La conciencia emocional nos ayuda a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos
Trata de revisar lo que sientes en diferentes situaciones durante el día, hazlo una práctica diaria. Puedes notar que te sientes emocionado después de hacer planes para ir a algún lugar con un amigo. O que te sientes nervioso antes de un examen. Puedes sentirte relajado cuando escuchas música, inspirado por una exposición de arte, o contento cuando un amigo te dice un cumplido. Simplemente observa cualquier emoción que sientas, y dale un nombre a esa emoción en tu mente. Hacer esto solo toma unos segundos, pero es muy buena práctica. Date cuenta de que cada emoción pasa y deja espacio para la siguiente experiencia.
Califica qué tan fuerte es el sentimiento. Después que observas y le das un nombre a una emoción, llévalo un poco más lejos: Califica cuán fuerte sientes la emoción en una escala del 1 a 10, siendo 1 el sentimiento más leve y el 10 el más intenso.
Comparte tus sentimientos con las personas más cercanas a ti. Es la mejor manera de practicar poner las emociones en palabras, una habilidad que nos ayuda a sentirnos más cerca de amigos, novios o novias, padres, entrenadores, cualquier persona que nos rodee. Haz que el compartir sentimientos con un amigo o miembro de la familia sea una práctica diaria. Podrías compartir algo muy personal o algo que es simplemente una emoción cotidiana.
Haz un registro de tus emociones positivas. Nombra las emociones positivas que te sean conocidas; las que ya has sentido en algún momento en tu vida. Arma una lista. Agrega más emociones a medida que las sientes. Ahora mira la lista. Piensa y si deseas escribe, cuáles actividades, situaciones o personas están asociadas con cada una de estas emociones.
También puedes ver la lista de emociones al final del día y escribir cuándo sentiste emociones positivas. ¿Te sentiste orgulloso después de haber jugado muy bien en la cancha de fútbol? ¿Te sentiste feliz cuando tus amigos recordaron tu cumpleaños? ¿Te divertiste cuando el maestro de historia hizo chistes durante la lección de hoy?
Hacer un registro de las emociones positivas ayuda a darnos cuenta de los sentimientos positivos que ya hemos vivido y de las situaciones o actividades que los generan.
Aumenta ciertas emociones positivas. Identifica una emoción positiva que desees aumentar. Digamos, por ejemplo, que deseas estar más alegre. Piensa en diferentes circunstancias o actividades que puedan generar esa emoción. Escribe cuantas más puedas.
Concéntrate en las cosas simples y pequeñas, como una canción que te hace sentir alegre al escucharla. Cada vez que te sientas contento, agrega en la lista la situación o la actividad que te hizo sentir de esta manera.
Una vez que sabes qué provocó la emoción que quieres aumentar, decide de qué manera incluir estas actividades en tu vida diaria. Elije cosas que sean razonables hacer diariamente. Probablemente no puedas caminar por un parque, pero puedes sentirte feliz al escuchar una canción que te recuerda las vacaciones de verano.
Comprométete a llevar a cabo una o más acciones para aumentar el sentimiento que deseas aumentar en tu vida. Hazte de tiempo para estas experiencias. Este ejercicio emocional es equivalente a la recomendación de comer 5 porciones de frutas y verduras diariamente ya que protegerán tu salud mental.
Crea una colección de experiencias positivas. A veces nos olvidamos cómo volver a tener emociones positivas. Es posible que necesitemos un recordatorio que nos permita regresar a ese lugar feliz. Para ello es útil la colección de experiencias positivas.
Estas colecciones de experiencias positivas son recordatorios que nos permiten producir sentimientos asociados con buenos momentos en nuestras vidas, con cosas en las que nos destacamos, con alegrías y logros, con las cosas que nos divirtieron, la música que nos gusta o la gente a la que queremos. Es una colección de positivismo.
Colecciona cosas que te transporten emocionalmente a otro momento en tu vida. Por ejemplo:
- Fotos o recuerdos de momentos felices.
- Premios que nos recuerden nuestros logros.
- Tarjetas o comentarios escritos de personas que son parte de nuestra vida.
- Citas favoritas que nos inspiran o la letra de una canción.
- Recuerdos de nuestra niñez.
- Algo que hayas hecho o dibujado.
- Un regalo que alguien te hizo.
- La foto de alguien que admiras.
Pon todo en una carpeta o en una caja especial a la cual puedas acceder con facilidad. O puedes hacer un collage, un póster o una escultura móvil con ellos. Lo más importante es poder elegir elementos que generen emociones positivas en ti. Puedes agregar, extraer o cambiar los elementos en cualquier momento.
Cuando te sientas triste o desanimado, toma unos minutos para ver esta colección y recargarte de emociones positivas. Mírala en cualquier momento para tomar una dosis de positivismo diaria.
A medida que haces un esfuerzo para aumentar tus emociones positivas, es posible que notes que estás más contento, que has logrado más cosas y que tienes más energía. Una pequeña inversión diaria de concentración en lo positivo generará grandes recompensas a largo plazo.