Queridos lectores, llegan temperaturas bajas a nuestro país y es menester consumir la sopa de pollo, ese elixir reconfortante que ha aliviado tanto cuerpos como almas a lo largo de los siglos, es mucho más que un simple plato. Es una receta que atraviesa generaciones y culturas, transformándose en un símbolo universal de cuidado y bienestar. En cada cucharada de esta deliciosa sopa, encontramos una historia rica y diversa que se remonta a tiempos antiguos, donde la simplicidad y la esencia de sus ingredientes se combinaban para crear algo verdaderamente especial.
La historia de la sopa de pollo es tan antigua como la domesticación del pollo mismo, que se remonta a alrededor de 6000 a.C. en el sudeste asiático. Desde esos primeros días, el pollo se convirtió en una fuente vital de alimento, y no pasó mucho tiempo antes de que la gente comenzara a hervirlo con verduras y hierbas, creando las primeras versiones de la sopa de pollo que conocemos hoy. En la Edad Media, la sopa de pollo ya se había establecido como un remedio casero esencial en Europa, y su popularidad se extendió a través de las rutas comerciales hasta alcanzar todos los rincones del mundo.
La creencia popular de que la sopa de pollo ayuda a aliviar los síntomas del resfriado y la gripe no es simplemente un cuento de abuelas. Hace algunos años, revisando información, leí que estudios científicos han demostrado que este caldo tiene propiedades que pueden realmente ayudar a mitigar estas dolencias. Un estudio publicado en la revista Chest en 2000 encontró que la sopa de pollo inhibe la actividad de los neutrófilos, un tipo de glóbulo blanco que está involucrado en la respuesta inflamatoria del cuerpo. Este efecto puede reducir la congestión y aliviar los síntomas de las infecciones respiratorias superiores. Además, el vapor caliente de la sopa ayuda a despejar las vías respiratorias, mientras que sus ingredientes nutritivos proporcionan una hidratación y nutrición esenciales para el cuerpo debilitado.
La carne de pollo ha sido una constante en la dieta humana desde la antigüedad. Los antiguos egipcios, griegos y romanos criaban pollos no solo por su carne, sino también por sus huevos. Con el tiempo, la domesticación del pollo se extendió por todo el mundo, y cada cultura desarrolló sus propias recetas y métodos de cocción. En la Edad Media, el pollo era una carne muy valorada en Europa, utilizada tanto en la cocina diaria como en banquetes y festines. Su carne tierna y versátil se prestaba para una variedad de platos, desde asados y guisos hasta sopas nutritivas.
En la era moderna, la producción de pollo se ha industrializado, permitiendo que esta proteína accesible y nutritiva esté disponible para la gran mayoría de las personas. Sin embargo, a pesar de estos avances, la sopa de pollo sigue manteniendo su status casi mítico como un plato reconfortante y curativo, uniendo a la gente alrededor de una mesa y brindando consuelo en momentos de necesidad.
Queridos lectores, en definitiva, preparar una sopa de pollo es más que seguir una receta, es participar en una tradición culinaria que ha perdurado a través de los milenios. Es un acto de amor y cuidado que conecta generaciones y culturas, ofreciendo un abrazo cálido en forma de alimento.
¡Disfruten de esta comida reconfortante y saludable!
SOPA DE POLLO CON JENGIBRE
Ingredientes:
1 pollo entero (aproximadamente 1.5 kg), cortado en piezas
2 litros de agua
2 u. zanahorias grandes, peladas y cortadas en rodajas
2 u, ramas de apio, cortadas en trozos
1 u. cebolla grande, pelada y cortada en cuartos
4 u. dientes de ajo, pelados y machacados
1 trozo de jengibre fresco (aproximadamente 5 cm), pelado y cortado en rodajas finas
4 u. huevos duros descascarados cortados en 2
2 hojas de laurel
1 ramita de tomillo fresco (o 1/2 cucharilla de tomillo seco)
Sal y pimienta al gusto
1 taza de arroz (opcional)
Perejil fresco picado para decorar
Preparación:
En una olla grande, colocar el pollo cortado y cubrirlo con los 2 litros de agua.
Llevar el agua a ebullición a fuego medio-alto. Una vez que hierva, reducir el fuego a medio-bajo y cocinar a fuego lento, removiendo cualquier espuma o impureza que suba a la superficie.
Agregar las zanahorias, el apio, la cebolla, los dientes de ajo y el jengibre a la olla.
Añadir las hojas de laurel y el tomillo. Sazonar con sal y pimienta al gusto.
Dejar cocinar a fuego lento durante aproximadamente hora y media, o hasta que el pollo esté bien cocido y las verduras estén tiernas.
Retirar el pollo de la olla y dejarlo enfriar lo suficiente como para manipularlo.
Colar el caldo para retirar las verduras y las hierbas, reservando el líquido. Desechar las hojas de laurel y el tomillo.
Desmenuzar el pollo, separando la carne de los huesos y la piel. Cortar la carne en trozos del tamaño de un bocado.
Devolver el caldo colado a la olla. Si se desea, añadir el arroz y cocinar.
Agregar el pollo desmenuzado nuevamente al caldo y cocinar a fuego lento durante unos minutos más para calentar todo uniformemente.
Rectificar la sazón con más sal y pimienta si es necesario.
Servir:
Servir la sopa caliente integrando el huevo y espolvorear con perejil fresco picado.
Nota:
El jengibre aporta un sabor picante y aromático que complementa perfectamente la suavidad de la sopa de pollo tradicional. Además, sus propiedades medicinales ayudan a potenciar los efectos beneficiosos de este plato reconfortante, ideal para combatir los síntomas del resfriado y la gripe. Disfruten de esta sopa como un remedio casero lleno de sabor y bienestar.
¡Buen provecho!
Queridos lectores hasta la próxima cucharada de sabiduría gastronómica y no olviden que:
“La comida hecha con amor, física, química y biológicamente sabe mejor”
Chef Franz R. Arandia Belmonte
Gastrónomo Profesional e Investigador Gastronómico
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