miércoles, noviembre 27, 2024
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Pacem in terris es una tarea permanente

David Espejo

Parte I

Para la Carta Pastoral de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por la Paz del año 2024 se ha querido actualizar la encíclica “Pacem in terris” del papa Juan XXIII, emitida el 11 de abril de 1963, que es como su testamento, ya que dos meses después fallecería.
La idea fundamental que se desarrollara en toda la encíclica, de diversas maneras, está recogida en la primera frase: “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la Historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta el orden establecido por Dios”.
Hace 40 años, el mundo se encontraba en una situación de desorden. Tras la gran expectativa del desarrollo industrial se habían sucedido dos guerras mundiales y la crisis de los misiles en Cuba amenazaba con la tercera. Se había acumulado un gran sufrimiento y se consolidó la división entre el socialismo y capitalismo con el muro de Berlín (1961). Al mismo tiempo, se acababa de inaugurar el Concilio Vaticano II.
Juan XXIII no comparte las ideas catastróficas, se dirige a toda la humanidad, a “los hombres de buena voluntad” los ilumina sobre la común pertenencia a esta familia e indica las condiciones esenciales para alcanzar la paz, la verdad, el amor y la libertad.
En medio de señales conflictivas, Juan XXIII descubrió los dinamismos profundos de la historia, como el inicio de la revolución espiritual. El fin del colonialismo, los nuevos estados independientes, la defensa de los derechos de los trabajadores y la presencia de la mujer en la vida pública son signos que le hacen percibir una nueva conciencia de la dignidad de los hombres y de sus derechos inalienables. La base es la convicción de que todos los hombres son, por dignidad natural, iguales entre sí, por lo que “la paz y el progreso solo pueden ser alcanzados a través del respeto a la ley moral universal, inscrita en el corazón del hombre”.
Juan XXIII formula el principio del bien común, con una dimensión y perspectiva mundial, que tiene como consecuencia la necesidad de una “autoridad pública a nivel internacional”, cuyo objetivo fundamental será que los derechos de la persona humana sean reconocidos, conservados incólumes y que se aumente su número. El presupuesto para el desarrollo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y su capacidad de promover y defender la seguridad internacional será la defensa de los derechos humanos.
El papa Juan Pablo II percibió las novedades surgidas en estos 40 años, especialmente a partir del año 1989, con la caída del comunismo europeo y la constatación de un gran desorden en la situación del mundo contemporáneo, lo cual reclama, como ya lo solicitaba Juan XXIII, un nuevo orden moral internacional que esté de acuerdo con la dignidad humana.

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