miércoles, julio 3, 2024
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El progreso también duele

Mario Malpartida

“Yo quisiera abrazar a mi enemigo”. La vida azarosa y competitiva transcurre como si el mundo estuviera colmado de enemigos: el hermano, el padre, o quien un tiempo fue el mejor amigo; la guerra, la política, los negocios, hasta el fútbol; el fanatismo lleva lejos, parecen las olas que agitan los mares, vientos arremolinados, ilusiones quebradas, vidas separadas.
En 1976 Roberto Carlos presentó la canción “El Progreso”, ya tiene 48 años y parece que fue escrita ayer. El cantante brasileño alza la voz por el daño que se hace al planeta. «Navegar sin hallar tantas manchas de aceite en los mares», dice. “Navíos inmensos que contaminan, derrames (mareas negras), afectan la flora y la fauna del mar; transportan armamentos o alimentos; peces y ballenas muriendo por falta de escrúpulos comerciales”.
La canción de Roberto Carlos es una reflexión poética y crítica sobre el desarrollo humano y su impacto en el medio ambiente. «No quisiera ver tanto verde en la tierra muriendo», dice con profundo sentimiento. El desmonte como primera causa, los bosques se sustituyen por granos, pastizales para alimentar animales; los incendios en millones de hectáreas, flores, frutos, yerba tupida; follajes verdosos contagiándose llamaradas, nubes de humo, cielo rojo escarlata, arden especies, asfixiadas o quemadas: sus quejidos solo los escucha el fuego.
«En aguas de ríos los peces desapareciendo». El mercurio tuvo fama siempre en la explotación minera –ahora del oro–. Desagües industriales que echan residuos; insecticidas y plaguicidas, desechos agrícolas con sustancias tóxicas. La canción critica la destrucción ambiental, y condena la codicia de la guerra. «Ya no comprendo el comercio de armas de guerra y gente muriendo». Cerca de dos billones de dólares para fabricar armas: misiles, cohetes, torpedos municiones, todo para dominar matando, y defenderse también matando. Celebran cumbres mundiales, firman tratados que no los cumplen.
Roberto Carlos utiliza la ironía al expresar su deseo de ser como los animales; la humanidad a pesar de su progreso actúa de manera destructiva. «Yo quisiera ser civilizado como los animales». Por momentos se piensa que los animales son más benignos, no arrojan bombas atómicas no masacran a sus semejantes: holocausto, torturas, matan por miles; arrasan ciudades, niños que huyen, padres y madres que mueren.
«Yo quisiera decir tantas cosas que me hagan sentir bien conmigo mismo», canta Roberto Carlos. Hay maneras para lograrlo: gritar verdades luchar por ellas, clamar ¡libertad!, denunciar a los corruptos, solidarizarse con los huérfanos de guerras, por los que sufren: padres, hijos y hermanos incriminados, perseguidos, encarcelados por razones políticas.
«Yo quisiera hablar de alegrías en lugar de tristezas». Tantas razones para alegrías, los niños que contagian inocencia y amores. Sus sonrisas, sus candores sus besos, caricias, sus resplandores. Los amaneceres, los campos, las flores, los amigos, bendito trabajo, alegre descanso; el hogar.
Si existiera un buen consenso, revela el cantante, que no se opone al progreso, sino a la forma en que se ha llevado a cabo, aboga por el desarrollo consciente, donde los errores del pasado no se repitan y se busque un equilibrio entre el avance tecnológico y la preservación de la naturaleza. “Errores no corrigen otros, eso es lo que pienso”. Son voces que buscan ser escuchadas, por favor corrijan, invocan; es el pedido del ciudadano con derecho al reclamo que cae en desilusión. Infalible no es nadie; la soberbia protege al error. El error repetido crea un envilecido que se aleja de la buena razón, causa daño, pena, frustración: porque al final nada pasa.

El autor es periodista.

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