jueves, julio 25, 2024
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Escocia y Suiza empatan en un mal partido de ambos

Hubo un tiempo en el que cada defensa escocés se comía un niño para desayunar, y antes del entrenamiento partía nueces a cabezazos, pero esas épocas ya pasaron, parece, y ahora los centrales vestidos de azul oscuro, por mucho que canten a voz en grito el Flower of Scotland, que relata cómo sus antepasados mandaron a paseo al orgulloso Eduardo II de Inglaterra y su ejército, ya no son lo que eran. Lo del rey inglés sucedió en el siglo XIV, y en el XXI, los defensas desdentados y aspecto patibulario dieron paso a chicos de barba arreglada y pelo bien cortado, que cogen de la mano con ternura a los niños con los que saltan al campo, y si hiciera falta, ayudarían a cruzar pasos de peatones a las viejecitas.

Los defensas escoceses de hogaño, al contrario que los de antaño, se creen artistas del balón, en vez de obreros de una empresa de derribos, e intentan salir de su área con la pelota controlada, pero da la impresión de que hacer esas cosas no está en su naturaleza, y al final, o se la regalan a Suiza, que con su presión no demasiado intensa deja caer que no le importa vivir de las dádivas de los escoceses, o se la pasan, ya a la desesperada, a su portero Gunn que, ese sí, no se anda con contemplaciones y revienta la pelota sin importarle demasiado que esté relleno de sensores que indican hasta la temperatura ambiente.

Pero no siempre llega ese pase salvador, porque pese a creerse artistas, los defensas de Escocia tienen menos sensibilidad en sus botas que el propio balón, y en un par de ocasiones les regalan saques de esquina a los suizos porque más que una cesión, lo que recibe el guardameta es un castigo. Y en uno de esos empeños escoceses por mostrarse al mundo como un equipo exquisito, a Ralston se le ocurre dar un pase hacia atrás sin mirar, y aunque Shaqiri es bajito, no lo es tanto como para no ver que andaba por allí, y que aprovechaba el regalo, uno más, para sin dejar caer la pelota, empalmar un zapatazo para batir a Gunn.

Era el empate. Sí, porque, entre torpeza y torpeza en defensa, Escocia aprovechó su primer contragolpe para correr por la izquierda, entrar en el área de Suiza, que tampoco era un dechado de virtudes defensivas, y darle la pelota a uno de sus futbolistas con posibles, Mctominay, el jugador del United, que disparó a puerta y cuando Sommer acunaba los brazos para recibir el lanzamiento inocente, metió el pie Schär para desviar la pelota y que el guardameta se quedara abrazando el aire.

Corrían las pintas por la grada como si fuera la feria de la cerveza de Colonia, con los miles de seguidores escoceses entusiasmados. Cómo no lo iban a estar poniéndose por delante en el marcador, si celebraron como locos el gol del 5-1 ante Alemania, pero la euforia les duró 12 minutos, hasta que la enésima torpeza defensiva les condenó al empate. En la acción de la mejor oportunidad suiza para marcar el segundo, Ndoye se fue de Tierney, pero disparó algo desviado. Luego, en la segunda parte, repitieron la acción, otra vez se marchó la pelota a un palmo del poste, pero se lesionó Tierney, el jugador de la Real Sociedad cedido por el Arsenal. Salió en camilla.

Escocia estuvo más aseada en ataque en los minutos finales y más resolutiva en defensa, es decir, si había que golpear en largo, lo hacían. Hanley tuvo la mejor ocasión escocesa en un cabezazo al palo tras una falta que sacó Robertson, pero replicó Suiza con un cabezazo de Amdouni en el segundo palo que envió fuera cuando estaba solo.

Acabó el partido en empate, merecido para los escasos méritos de unos y de otros.

(EL PAÍS)

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