lunes, julio 1, 2024

Tiendinitis

Luz Castillo Vacano

La “tendinitis” es una inflamación de los tejidos conectivos fibrosos gruesos que unen los músculos a los huesos. La “tiendinitis” o, más llanamente, “tienditis”, es la proliferación descontrolada de tiendas y tienditas, quioscos y quiosquitos, puestos de venta efímeros callejeros y “agachaditos”. Es un mal que padece la ciudad de La Paz desde que ninguna autoridad regula la ocupación de los espacios públicos (bienes de dominio municipal) como calles, plazas y parques, y desde que la necesidad de trabajo hace mella en los estratos populares.
Las tiendas y tienditas ocupan no solo el espacio privado de la tienda propiamente dicha sino también la vereda e incluso la calzada con la mercadería apoyada en el suelo, en mesas, sillas, gradillas, colgadores, percheros, maniquíes y cualquier soporte que sirva para exponer la mercadería a la que, además, le da el sol, el viento y la lluvia, así como el dióxido de carbono proveniente de ciertos motorizados, para lo cual –también está previsto– se emplean toldos, carpas y chiwiñas de nylon, tela, mantas, redes o cartón. Están destinadas a la venta de todo tipo de productos y servicios, como ser: tienda abarrotes, snacks, venta de artículos para mascotas, venta de enseres, venta de plantas medicinales, de reparación de calzados, entre otros.
Los quioscos y quiosquitos son estructuras metálicas en forma de paralelepípedo con base rectangular o bien estructuras de base hexagonal de aproximadamente 1.80 a 2 m de altura que se emplazan en cuanto espacio vacío se encuentre en las veredas y que tenga mucha afluencia de personas. Tienen un techo de hojalata o policarbonato. Sirven para la venta de golosinas, jugos de fruta, choripanes, taller de llaves, venta de pañales, hamburguesas, venta de periódicos y revistas, venta de juguetes, venta de ropa, servicios de adivinación en coca, y otros. Los artículos también suelen invadir el espacio público. Se iluminan con luz que obtienen de los puestos de energía eléctrica mediante instalaciones precarias y momentáneas. En algunos casos, sirven de precaria vivienda cobrando un aspecto de chozas de metal, cartón y trapos.
Los puestos de venta pueden ser permanentes o efímeros. Los puestos de venta permanentes consisten en una estructura de metal o madera a manera de tarima, a unos 50 cm del suelo, sobre la cual se instala tanto el vendedor o vendedora como su mercadería cubierta con láminas de calamina a los costados y un techo de calamina encima. De esta forma se oferta ropa, calzados, accesorios, adornos, entre otros. Suelen estar alineados en calles comerciales, donde los compradores recorren mirando los puestos alineados a ambos lados. En las calles donde se instalan estos puestos con frecuencia no existe tráfico vehicular.
Los asentamientos momentáneos consisten en colocar una tela, nylon o aguayo en el suelo sobre el cual se sienta el vendedor o vendedora junto con su mercadería expuesta para la venta. A veces son usadas pequeñas mesitas. Se ofrecen frutas, verduras, golosinas, juguetes, artículos de segunda mano, joyas de fantasía, entre otros.
Una forma especial de asentamiento momentáneo es llamada “agachaditos”. Se caracteriza por el expendio de comida criolla en horas de la noche, para lo cual los vendedores facilitan a los comensales unos minúsculos banquitos de plástico. Esta forma de ingestión de alimentos obliga a sujetar el plato con una mano y la cuchara con la otra, y encorvar la columna para no derramar la comida, por lo que recibe el nombre de “agachaditos”.
Finalmente, existen los vendedores ambulantes que conducen un carrito o carretilla, donde transportan y exponen sus mercaderías, otros, usan un cesto o balay, caja de cartón, mochila, aguayo o bolsa, otros prefieren llevar los artículos en sus cuerpos: ya sea delante, sujetándolos con las manos, en los hombros, o en la espalda.
La “tiendinitis” es una suerte de “enfermedad social” –por sus consecuencias negativas en el confort urbano- que se incrementa mes a mes dejando poco espacio a los peatones y a los vehículos, lo cual provoca hacinamiento que, a su vez, genera un estrés colectivo que afecta el bienestar de la población. Por demás está decir que los responsables son tanto quienes venden como los que compran.

La autora es antropóloga.

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