domingo, diciembre 22, 2024
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Sangre española

«Te quiero y te he de querer, nadie me lo va a impedir…», reza parte de la primera estrofa de la recordada cueca Sangre española, del compositor potosino César Gutiérrez Leytón y popularizada por el grupo Chuquisaqueño «Horizontes». Nuestra música, cultura, arquitectura, gastronomía e idiosincrasia está plagada de ejemplos que detallan la influencia española en nuestra identidad país; desligarse de esta realidad resulta prácticamente imposible, esto por el simple hecho de que no podemos renegar de lo que somos.
Las ridículas y vandálicas protestas de colectivos y movimientos minoritarios tratan, sin efecto alguno, de eliminar figuras históricas, las cuales, nos gusten o no, son parte de nuestra identidad. El monumento a Colón en el Prado paceño es solo un pequeño ejemplo de ello. En todo caso, los iconoclastas anticolonizadores tendrían que dinamitar la icónica calle Jaén, en el casco viejo de la Ciudad de La Paz, pues su arquitectura es típicamente española. De igual manera, tendrían que hacer desaparecer escuelas, colegios y universidades, ya que la educación escolarizada y la universitaria son de ascendencia europea, y, por si fuera poco, cristiana (dato desconocido para los entusiastas descolonizadores). Toda nuestra identidad país está marcada por la influencia española y europea. No se puede borrar nuestra historia de un plumazo, eso equivaldría a correr tras el viento.
Nuestra tan amada cultura proviene también de una influencia española muy marcada; desde los famosos sombreros «borsalinos» de las icónicas cholas paceñas, hasta las «monteras» del tinku del Norte de Potosí. Incluso nuestra gastronomía basa sus sabores en el arte culinario español. Quizás los entusiastas socialistas debieran dejar de sacarse “selfies” con sus iPhones (celular de preferencia de los iconoclastas de izquierda) y dar una revisada a sus libros de historia. En todo caso, el constante ataque a símbolos de la cultura occidental no es coincidencia, la deconstrucción de la historia para convertirla en un “rompecabezas” a pedido, es una de las estrategias más usadas por el marxismo cultural, pues saben bien que una sociedad sin raíces, sin cultura y sin fe, es mucho más fácil de manipular y engañar. El ideario ficticio de izquierda pone, por ende, al llamado “colonialismo cristiano” como el enemigo a vencer, pues en sus símbolos (iglesias y monumentos) se encierran las creencias y costumbres de naciones enteras.
Somos un país de encuentros, de culturas diversas y de mezclas hermosas; negarnos a esta realidad es absurdo. El tiempo en que los habitantes de este bello continente tomaban sangre, utilizando el cráneo de sus enemigos como vasija, ha quedado en el ayer. Derribar monumentos no borra el pasado, en cambio los libros y su estudio pueden ayudarnos a escribir nuevas páginas de nuestro presente, para que sirvan como cimiento de un futuro más inclusivo y próspero para nuestro país.
Debemos empezar a aceptar y a amar nuestra identidad, una mezcla de colores que hace de Bolivia un lugar hermoso. Es por ello que, con pañuelo en mano, deberíamos comenzar a cantar sin miedo y sin tapujos: «Sangre española, corre en tus venas, cantar, bailar, darse un besito esa es la vida».

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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