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Síntomas del contagio y medicamentos

Desde marzo de la gestión pasada, escuchamos por los medios de comunicación masiva, estadísticas acumuladas de personas contagiadas, recuperados y fallecidos por Covid-19; números fríos sin ofrecimiento de opciones de tratamiento médico, infundiendo solo temor y miedo. Ahora perdió importancia y valor informativo para el pueblo. Esta pandemia con la que estamos conviviendo, en meses dañó la estructura familiar de los niños y jóvenes en proceso de desarrollo físico emocional, quitándoles irremediablemente a sus seres más preciados.

Hace un mes aproximadamente, asistí al entierro de un familiar que perdió la vida no precisamente por lo que sabemos, sino por otras dolencias. Después de tres días de la triste situación familiar, una mañana soleada tomé una siesta en el sofá de mi domicilio, sintiendo un calor especial en la espalda, como producto de los rayos del sol que ingresaban por los ventanales. Estoy sofocado por el calor y sabor del almuerzo, pensaba discretamente. En ese momento empiezo a sentir pesadez, como nunca lo había sentido en mi vida, tengo ganas de dormir y todo mi cuerpo se sacudía en desgano inexplicable.

Entonces, es cuando comienzan las dolencias de las articulaciones y huesos de mis extremidades inferiores y superiores; siento escalofríos en todo el cuerpo; sudor en la parte frontal de la cabeza; los ojos tienen una particular temperatura, queriendo salir de sus órbitas oculares. Me llevo las manos a la cabeza y ojos, descubriendo que tenía fiebre insoportable. Decidí subir a mi dormitorio, en las gradas siento que no tengo fuerzas para sostenerme. En la noche no puedo dormir, no puedo controlar la inhalación y la exhalación natural de mi respiración. Trato de conciliar el sueño, cuando logro me levanto sobresaltado a cada hora. Sentado en la cama espero con ansias el amanecer.

Al día siguiente, comento con mi hija mayor la situación; ella muy preocupada y asustada, asumiendo que estaba con síntomas iniciales del contagio; inmediatamente consulta e investiga con sus amigas médicos de profesión y sale de casa en busca de medicamentos procesados: aspirina, paracetamol y otros. Mientras tanto, sacando fuerzas de donde no tenía, agarro de la botica de la dueña de casa un pequeño frasco que contenía una especie de azúcar blanco, tomé una cucharilla de “karisir-kolla”; medicamento tradicional poco conocido e investigado en sus propiedades curativas por los médicos bioquímicos: lo que me quitó la fiebre y siento alivio temporal.

En esos días los medicamentos en las farmacias escaseaban, llevando a sus dueños a cometer agio y especulación en los precios, atentando contra la economía de las familias y enfermos. Cuando retornó mi hija con una serie de tabletas y jarabes; comencé el tratamiento combinando los dos tipos de medicamentos, durante un mes integro: porque la fiebre no se me quitaba, las pesadillas volvían una y otra vez en las noches, persistía el dolor de cabeza, espalda y flema en la garganta. Me asusté muchísimo cuando perdí el sabor en el paladar y el olor en las fosas nasales. Tomé tres veces al día, mates preparados en fusión de rodajas de cebolla, jengibre, canela, limón y ajo. Lo que me alivió mucho para superar el contagio que agobia el cuerpo entero.

En fin, pasó todo; comparto esta experiencia de vida, porque deja muchas enseñanzas y reflexiones: Por ejemplo, evitar caer en la desesperación familiar ante el contagio; asumir tratamiento inmediato con medicamentos tradicionales y procesados; continuar con los cuidados necesarios usando barbijo, alcohol en gel, lavado de manos y acudiendo a los centros de vacunación por responsabilidad sanitaria de la familia y la colectividad. ¡Primero es la salud para todos!

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