lunes, agosto 12, 2024
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Presumir de manos limpias

Severo Cruz Selaez

Los que han ejercido el gobierno, en los últimos tiempos, no pueden presumir de manos limpias ni de haber respetado los derechos humanos, salvo alguna excepción. En consecuencia, casi nadie está a la altura de aquel hombre que, en 1982, inauguró la democracia, con un objetivo muy bien trazado: “estamos acá para reiterar que nunca descenderemos a cobrar agravios, siguiendo el ejemplo del pueblo que siempre es grande y generoso. Más que cobrar represalias está interesado en construir la Patria por la que murieron nuestros mártires” (*).
Se impone una época cargada de propósitos mezquinos, que nada tienen que ver con los supremos intereses nacionales. El afán, desmedido, de perpetuarse en el Poder ocasionó el desencuentro. Se sumó, a esta realidad, el distanciamiento de las regiones, exportadoras de productos tradicionales y no tradicionales, en desmedro del diálogo y el entendimiento, que se requería para echar las bases de una nueva Bolivia, digna y engrandecida. La suspicacia y la displicencia se fueron apoderando de los que viven en las ciudades y el campo. Inclusive se lanzaron denuestos, que reflejaban esa situación. La opinión pública, consciente del momento histórico, solo trató de preservar la paz y la ecuanimidad. Ahora, tanto el oriente como el occidente, conviven inmersos en la crisis económica que generaron los gobiernos de turno.
El propósito de perpetuarse en el Poder, es un síndrome que no tiene cura. “Se tendría que lavar el cerebro, de aquellas personas que adolecen de ese mal”, afirman ciudadanos de a pie. Se origina en la mente de los angurrientos por el Poder, de quienes vivieron, permanentemente, succionando los recursos del erario nacional. Ellos adolecen de esa enfermedad que es transmisible de unos a otros.
Un hecho que posterga a las nuevas generaciones. Entre éstas tenemos, indudablemente, valiosos elementos, con mentalidad nueva y energía inagotable, para construir una Bolivia diferente, con mejores condiciones de vida. Sin odios ni revanchas, sin regionalismos ni discriminaciones, sin ideologizar a ciertos sectores, sino con una inquebrantable voluntad política para edificar un futuro llevadero, como respuesta ante los tiempos adversos. Con ganas de impulsar el cambio, pese que el camino está colmado, desgraciadamente, por “dinosaurios”, que tienen un pasado calamitoso, nada edificante.
La actitud de perpetuarse en el Poder, tiene mayor raigambre en los países donde se impone el autoritarismo. No es necesario mencionarlos, porque es de conocimiento público. Parece que el reflejo de esa realidad, se ha apoderado de algunos políticos nacionales, quienes, luego de haber probado la miel del Poder, desconocen la alternabilidad en el gobierno, en democracia. He ahí esa actitud, tan cuestionada.
En suma: que la honestidad sea la regla de conducta, para quienes están inmersos en la política.

(*) Fernando Salazar Paredes: “La democracia tiene un nombre – Tres momentos en la vida de Hernán Siles Zuazo”. La Paz – Bolivia, 1996, pág. 28.

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