Rodeado de amigos y compañeros de trabajo que hizo durante 50 años de vida en el país, el padre jesuita, el español-boliviano, Eduardo Pérez Iribarne, fue despedido con afecto y respeto ayer, en el Cementerio General, de La Paz, dejando como huella el trabajo que hizo para levantar el ciclismo con la organización de la Vuelta a Bolivia, prueba que contó con la certificación de la Unión Ciclística Internacional (UCI).
Como en las épocas del auge del ciclismo, las calles y las avenidas de La Paz volvieron a cerrarse, deteniendo las actividades, para permitir el paso de la caravana que acompañaba los restos mortales de Pérez Iribarne, el español que se atrevió a impulsar este deporte con la realización de la Vuelta a Bolivia desde 2008 hasta 2013.
Desde la frecuencia de radio Fides, Pérez construyó la figura de los “héroes de la carretera”, apelativo con el cual se dirigió a los ciclistas que largaban desde Santa Cruz para integrar al país con esta prueba ciclística hasta encontrar la meta en la sede de Gobierno, donde los centenares de pedalistas eran recibidos por callejones humanos. Ahora los pañuelos blancos eran para despedir al “Hombre Invisible” que rompió los paradigmas, haciendo lo que ningún dirigente pudo igualar.
La Vuelta a Bolivia fue producto de un trabajo consecuente y responsable. Mucho antes de que los ciclistas se lancen a atravesar el país de oriente a occidente, con el valle por medio, con lluvia, frío y calor, Pérez, con las manos desnudas, plantó esta semilla en el altiplano, donde la bicicleta era el transporte que usaban los pobladores para trasladarse para cumplir sus actividades diarias. La Vuelta a Achacachi fue el nacimiento de este desafío, una carrera que era clasificatoria para la Doble Copacabana, que se corrió de 1997 a 2007, sin olvidar la Doble Sucre-Potosí 2000-2010. Esta fue la primera vez que los seguidores del ciclismo podían ver de cerca a los equipos de Colombia, un país que es potencia en este deporte.
Pérez quería que los deportistas bolivianos se midan contra estos rivales y quería que esta elite sea castigada por el rigor de la ruta que presenta la geografía. Ambos objetivos fueron cumplidos, rebasando sus expectativas, porque pronto la población se interesó por esta carrera y comenzó a grabarse los apellidos: Martínez, Cotumba, Soliz y Gallardo, por citar algunos.
“Despedimos a un hombre que ha dado lucha por el ciclismo, por mí más que todo. Gracias a él, hemos llegado a donde hemos llegado. Se le va a extrañar mucho al padre Pérez”, declaró Soliz, quien asistió al entierro.
El adiós al amante del ciclismo, Eduardo Pérez
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