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Explotación de la goma boliviana

Delimitación de fronteras

Javier López Soria

Fue posible escribir varias notas gracias a publicaciones recientemente conocidas sobre lo ocurrido durante la explotación de la goma de 1890 a 1920 en la Amazonia sudamericana. Nos referimos a obras como las “Crónicas Femeninas del Auge Gomero. La Reina del Orthon”, de Lizzie Lorena Córdova, “A victorian Lady’s Amazon Adventure”, compilado por Tony Morrison, Ann Brown & Anne Rose (impreso en Iglaterra en 1985) y “Exploration Fawcett”, de Percy Harrison Fawcett.
Nacido en Torquay en 1867, con 39 años Percy emprendió viaje por el Beni, Orton y Acre. Para establecer los límites territoriales entre Bolivia y Perú, Harrison Fawcett estaba decidido y desafiante ante las condiciones del Amazonas. Allí se encontraba por un pedido de la embajada de Bolivia en Londres a la Real Sociedad Geográfica para actuar como árbitro y arreglar las numerosas diferencias en sus límites. Percy, que contaba con un diploma en estudios geográficos por parte de la Real Sociedad Geográfica, debía delimitar fronteras, trabajo que le tomaría varios años en el bosque amazónico, para fijar los límites entre Bolivia y Perú. Desapareció en el Mato Grosso brasileño en 1925. Fue el primer inglés en denunciar al mundo la explotación de los habitantes de la Amazonia.
Desde 1880 a 1920, la industria de la goma elástica hizo que la cuenca amazónica —en particular la selva boliviana— se abriera al comercio internacional. Al mismo tiempo, el auge gomero hizo que, por primera vez, las tierras hasta entonces marginales del Beni, Pando o Acre ganasen tanto una posición estratégica en el tablero republicano, como una vía de articulación más directa con el mercado regional y global, que había sentado a su vez parte de las bases logísticas, financieras y laborales que posibilitaban que numerosos industriales pasaran a explotar el nuevo commodity obtenido al ser rayados los árboles de la goma.
Los barones del caucho encendían puros con billetes de cien dólares y calmaban la sed de sus caballos con cubos de plata de champán francés muy frío. Sus esposas, desdeñosas de las turbias aguas del Amazonas, enviaban la ropa de cama a Portugal para que la lavaran (El gran símbolo del exceso, celebrado hasta hoy, fue la Ópera de Manaos, una monumental extravagancia del Beaux Arts, diseñada por un arquitecto portugués y construida a lo largo de 17 años, hasta 1896).
A fines del Siglo XIX, la mayoría de los países amazónicos se vuelca con entusiasmo a la explotación y comercialización de la goma: en primer lugar, Brasil, con casi un 80 o 90% del mercado mundial; luego Bolivia y Perú, con entre un 5 y 10%; y finalmente Colombia y Venezuela, con una producción más escasa. Bolivia ingresa relativamente tarde al mercado gomero, ya que su propia geografía ralentizaba la salida de la materia prima al mercado.
No menos importante fue la revolución de la infraestructura de comunicación y transporte. La hidrografía amazónica boliviana no estaba completamente trazada y suponía obstáculos naturales, como las reiteradas cachuelas o la estacionalidad marcada. Además, no era raro que las embarcaciones debieran sortear ataques de los indígenas por entonces. llamados “bárbaros” o “salvajes”. Con todo, el factor que más hacía peligrar a las naves y sus tripulaciones era otro: “Los testimonios al respecto son unánimes: los navegantes eran diezmados por la disentería, el beri-beri y sobre todo la malaria. Más que el clima impiadoso, las alimañas, los accidentes o los ataques sorpresivos de los salvajes, lo peligroso fue, definitivamente, la fiebre”.

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