Culminada su tercera audiencia por el caso de la supuesta masacre de Senkata, la expresidenta interina, Jeanine Añez, lamentó ayer que la justicia boliviana emplee audiencias virtuales “maratónicas” de 12 horas de duración para hacer una lectura de las acusaciones en su contra, lo que calificó como violencia psicológica al ser obligada a estar sentada frente a una cámara por horas escuchando “mentiras e infamias” del Gobierno, mientras sólo le otorgan 20 minutos para defenderse.
“Es la tortura planificada por el gobierno de Arce Catacora, es la ‘tortura blanca’ llamada así por el derecho internacional cuando la violencia física es obligar a sentarse 12 horas frente a una cámara donde no se ven a los acusadores, violencia psicológica de obligar a escuchar horas de mentiras e infamias, mientras ellos cobran sueldo por torturar”, expresó la expresidenta en sus redes sociales.
Añez cuestionó que, en medio de la extensa audiencia, la justicia boliviana le otorgue apenas 10 minutos de defensa material y otros 10 de defensa técnica, mientras se emplean horas y horas para leer acusaciones que carecen de veracidad e investigación seria sobre los hechos ocurridos.
“Que el régimen se tome todas las audiencias de 12 horas que quiera para leer (porque eso hacen, leer lo que escriben durante meses pagados con los impuestos de los bolivianos); para leer historias para concurso de novela porque carecen de veracidad, de investigación seria, de comprobación de hechos y de cómo aparece sin pruebas ni explicación coherente el nombre de un acusado involucrado en su relato”, agregó en su cuenta de X.
Tomando en cuenta que debería ser procesada por la vía de un juicio de responsabilidades, mas no por la vía ordinaria, Añez lamentó que un “tribunal sin competencia” procese a una expresidenta de Bolivia, empleando seis horas solamente para leer la acusación de los fiscales, luego de una tercera audiencia que duró más de 12 horas. EL DIARIO pudo constatar que las anteriores audiencias de Añez duraron al menos 11 horas.
“A los acusados vilmente por el régimen del MAS nos asignan 10 minutos de defensa material, 10 minutos de defensa técnica y cinco minutos de interrogatorio. Ésa es la ‘justicia’ para los bolivianos”, manifestó.
Para la exsenadora beniana, luego le espera “la otra tortura” de que la justicia otorgue 10 minutos a cada acusado para que preste su declaración. Recordó que, en su caso, no tiene acceso a los 208 archivadores de 100.000 páginas que componen los obrados y no cuenta con abogado.
También recalcó que, tanto en la legislación internacional como en la boliviana, la defensa es irrestricta; sin embargo, los jueces en su caso han decidido que sea de 10 minutos solamente.
RECHAZA DEFENSA
PÚBLICA
Durante su audiencia, Añez volvió a rechazar que el Ministerio de Justicia, ahora a la cabeza del exprocurador César Siles, le asigne abogados de Defensa Pública y anunció que no permitirá que ellos “hablen por ella”. Añez anteriormente denunció que se la intenta obligar a asistir en un “juicio ilegal” y pidió que los 20 minutos le sean cedidos a su persona en totalidad, en vista de que no cuenta con un abogado.
“Los abogados de Defensa Pública dependiente del Ministerio de Justicia no son mis abogados. A mí me están obligando a este juicio ilegal que tarde o temprano va a ser anulado. Cuando me corresponda hacer uso de los 25 minutos que han concedido a cada acusado y a su abogado, no autorizó a que ningún abogado de Defensa Pública hable por mí”, señaló durante su intervención.
Finalmente, reiteró que el “verdadero responsable” de la violencia en todo el país, el dirigente cocalero Evo Morales, sigue libre y en total impunidad, mientras ella es sometida a la tortura psicológica de oír acusaciones por horas, sin poder ver el rostro de sus interlocutores.
“En tanto, el responsable y autor de la violencia en Montero, Huayculi, Sacaba, Huayllani, Senkata, Potosí, Chaparina, El Alto, Santa Cruz, Cochabamba, Pando, en todo el país, sigue libre y en la impunidad”, manifestó, en referencia al expresidente, quien recientemente volvió a hacer público su deseo de convulsionar el país.