martes, octubre 8, 2024
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RAFTING EN BOLIVIA: SUEÑOS Y AVENTURAS EN EL RIO GRANDE

Por: César Saavedra Flores

 

Este artículo surge de las experiencias que he vivido durante mis años remando por el Río Grande. Por un lado, encuentro la necesidad de reflexionar sobre el marco normativo que protege a quienes practicamos deportes de aventura en Bolivia. Por otro lado, es importante compartir la travesía que hemos seguido para formarnos como “profesionales guías de aventura”, como personas con conocimiento en deportes de aventura. Algunos cuentan con certificaciones, mientras que otros han adquirido experiencia empírica. Sin embargo, es importante apoyar su formación académica.

En este artículo, me propongo ofrecer un breve resumen de los inicios del rafting en Bolivia, basándome en los relatos de algunos amigos que he conocido en el río y en mi propia experiencia. Después de ocho años realizando viajes de aventura en los ríos: Espíritu Santo (Villa Tunari – Cochabamba), Pilcomayo (Chuquisaca – Potosí – Tarija) y Coroico (Los Yungas – La Paz) y el Rio Grande (Potosí – Chuquisaca – Cochabamba – Santa Cruz). Mi trayectoria me alienta a compartir algunos contenidos legales en Bolivia revisar y cuestionar en pro de fortalecer este rubro.

 

EL INICIO DE UN SUEÑO

 

El rafting es poco conocido en la ciudad de Sucre, puede parecer aún extraña para las personas, ya que son pocas las que entienden. Me gusta presentarme como una persona del río que organiza viajes en balsas por el Río Grande.

Esta llamada la sentí durante mi tiempo en la universidad, alrededor de los años 2011 y 2012.Fueron en esos años cuando, junto con amigos y compañeros de la universidad empecé a viajar frecuentemente a mi comunidad para disfrutar de las cálidas aguas del Río Grande. En ese entonces, lo hacíamos a pecho descubierto, y en los siguientes viajes, comencé a usar cámaras y neumáticos de llantas que mi padre guardaba en su gomería, sin saber que esta forma de disfrutar del río se llamaba tubing. Después de cuatro años de universidad, con mi sueño de vida consolidado, al igual que el río que sigue su propio camino, busqué aprender más sobre las actividades que podía realizar en mi río. Había planeado ir a Villa Tunari para hacer rafting, ya que era el único lugar en Bolivia donde podía hacerlo. Sin embargo, después de una pesca en el Río Grande, cerca de mi actual base de operaciones para viajes de aventura en Puente Arce, me encontré con una flota de balsas.

Sin darme cuenta, ya estaba entre ellos, saciando mi curiosidad. Fue uno de los guías, Ariel Díaz (Guía de Rafting), quien resguardaba la flota, y gentilmente me presentó al líder de esa expedición, Rocky Contos. Aunque mis ojos veían personas haciendo rafting, ellos no lo llamaban así. Estaban en balsas bien equipadas, como una flota de barcos en el mar, a las que les llamaban solo “balsa amarilla”, “balsa roja” y el “Cata Raft” cada uno llevando diferentes provisiones. Al día siguiente, no dudé en unirme a ellos río abajo, hasta un lugar en el que la gente local decía que los peces no subían hasta Puente Arce debido a una supuesta gran caída de agua o cascada. Tuve que regresar a pie.

En otra ocasión, fui a esperarlos más arriba de las ruinas del Puente Colgante Arce, y ahora orgullosamente puedo decir que formo parte del equipo de guías de Rocky Contos, el Director Ejecutivo de SierraRios, una organización de conservación de ríos (Empresa Internacional que hace viajes de aventura en diferentes ríos del mundo).

 

EL INICIO DEL RAFTING EN BOLIVIA

 

El origen de algo siempre es relativo, y aunque algunos pueden reclamar ser los pioneros, lo crucial es explorar cómo comenzó algo, ya que estos detalles son los cimientos de las notables hazañas que conforman nuestra historia. En este caso, me referiré a los testimonios que me relataron mis amigos guías en Villa Tunari, un lugar que considero fundamental en el inicio comercial del rafting en Bolivia.

Mi amigo guía de rafting, el “Pollo” (José Luis Mora), recuerda que llegó a Villa Tunari hace 18 años desde su lugar natal, Chuquisaca. Según él, los primeros en operar actividades de rafting en Villa Tunari fueron unos guías peruanos que inspiraron a Don Ramiro Cortes Soria (propietario de “Ranabol”) y a Don Lucho (Louis Estifenson) (propietario de la empresa «A Toda Aventura») a iniciar una empresa con equipos rudimentarios, cuyo nombre no recuerda. «Tuvieron diferencias y se separaron, creando sus propias empresas. Yo me quedé trabajando con Don Ramiro, Wily y otros amigos. Don Lucho trabajó con Ariel y otros, quienes luego crearon la empresa Bolivia Rafting», relata Pollo. Sin embargo, la versión de Don Ramiro sobre esta experiencia es un poco diferente. Por ejemplo, él afirma que fue quien trajo todo el equipo a Villa Tunari para operar rafting por primera vez.»

 

Cuando comencé a explorar las actividades disponibles en mi río en 2015, descubrí las empresas Ranabol y Bolivia Rafting, que realizaban activamente actividades de rafting en Villa Tunari. Era impresionante observar las balsas en el río Espíritu Santo, como autos en una carretera, una tras otra, y desde entonces he sido testigo de la creación de más empresas. Actualmente, puedo mencionar al menos 5 empresas activas y algunas cerradas, que se centraron exclusivamente en el rafting, creadas por la iniciativa y experiencia de sus propietarios y/o guías. Dentro de todo esto, es notable la falta de participación y regulación de entidades pertinentes, ya que la administración pública carece de conocimiento y experiencia en la materia. En los gobiernos municipales, la única autorización que suelen emitir se refiere a patentes o licencias municipales para el funcionamiento de actividades económicas, como es el caso de los servicios de rafting. Sin embargo, pocos comprenden que para su operación se requieren conocimientos y equipamiento especializado.

 

Los Yungas serían como el segundo lugar donde parte de la población aventurera boliviana sabe que existe la actividad del rafting. A diferencia de Villa Tunari, los Yungas ofrecen viajes más extensos que abarcan un día completo de actividad, lo que podría explicar la presencia y demanda tan marcadas en Villa Tunari. Quizás se deba también a la longevidad de Villa Tunari en el mercado turístico que consolido una diversidad propuesta y actividades turísticas, ya que cuando alguien pregunta sobre rafting, la mayoría piensa en Villa Tunari.

 

EL INICIO DEL RAFTING EN EL RIO GRANDE

 

La historia del rafting en el Río Grande se entrelaza con mis propias experiencias y descubrimientos a partir de mi encuentro con Rocky en 2016. Aunque viajes anteriores, como los de Rocky desde 2015, y otras expediciones previas pueden haber influido, mi relato se centra en el momento en que decidí explorar y operar en este majestuoso río.

En mayo de 2018, junto con mi amigo Diego Carballo, nos aventuramos desde las ruinas del Puente Colgante Arce hacia Lagarpampa en dos neumáticos cargados con nuestras mochilas, chalecos salvavidas y provisiones para tres días. Este viaje fue significativo, si bien ya sabía que había paso por aquel sitio, que según comentarios locales era “tan alto que era imposible que suban los peces”, marcamos la primera inspección y reconocimiento para un tour de más de un día por el Río Grande, con el propósito de iniciar mis operaciones de rafting.

Partimos llenos de curiosidad, acampando la primera noche cerca de «Toro Kocha», un lugar conocido por los lugareños por el rugido del río en tiempos de lluvia al chocar con las profundidades de una enorme cueva natural. A pesar de ser aparentemente el refugio de una manada de chanchos de monte, decidimos quedarnos, encendiendo una fogata para secar nuestros cuerpos cansados y disfrutar de una cena reconfortante.

La noche se impuso con toda su nitidez, pero nuestra fogata se resistió a la oscuridad de la noche, recuerdo que pude ver la mirada de mi amigo, ciertamente me sentí complacido porque había alguien que me seguía en la aventura. Luego de secarnos y servirnos nuestra cena nos dispusimos a descansar, yo dormí abrazado de mi chuchillo, por si los chanchos reclamaban su sitio y tocaría servirnos un festín al día siguiente o pasar una mala noche.

Al día siguiente, llenos de energía, continuamos hacia nuestro destino, deteniéndonos para capturar imágenes impresionantes en la gran cueva «Toro Kocha». Mi amigo, intimidado por el rugido del río, optó por avanzar por tierra, mientras yo disfrutaba cómodamente en mi neumático, esquivando, jugando y disfrutando cada ola que venía.

La sorpresa llegó cuando una gran ola me derribó, sumergiéndome en el agua. Aferrado a mi neumático con uno de mis brazos y el cuerpo dentro el agua, rápidamente volví en posición, pero antes siquiera de observar mi línea de avance, apareció otra gran ola haciendo que me sumerja un par de segundos, viendo que el rio no paraba de arrastrarme, con destreza, volví a la orilla, encontrando mi neumático aún en la misma ola. Aunque esta experiencia marcó el punto de la «bienvenida», aprendí que era solo el comienzo de la emoción que el río Grande tenía reservada. La bienvenida terminó, y con más calma, continué mi viaje, sabiendo que cada ola y curva tenía una historia por contar.

La «bienvenida», así la llamé, no solo marcó mi primer encuentro con ella durante mi travesía en el Río Grande, sino que también protagonizó otro incidente durante un viaje en diciembre del mismo año. En esta ocasión, llevaba dos grupos pequeños de clientes, uno desde La Paz y otro desde Cochabamba, un total de 5 personas. La noche previa al viaje, una intensa lluvia en Aiquile y sus alrededores aumentó la posibilidad de crecida del río. A pesar de informar la situación al grupo, decidieron con entusiasmo continuar con la aventura.

Nos dirigimos al Río Grande, donde la magnitud y fuerza de las aguas eran evidentes. Expliqué las posibles situaciones, como vuelcos o caídas, que forman parte de las charlas de seguridad que aprendí en mis experiencias anteriores en ríos de categoría 3, hasta ese momento. A diferencia de los viajes en Villa Tunari, llevábamos toda nuestra carga y provisión para dos días, lo que requirió mayor meticulosidad en este primer viaje con aguas crecidas en el río Grande. Iniciamos el viaje con los clientes, mi hermano Wilder y otro amigo -ex alumno de Kick Boxing a quien había invitado para que aprendiera sobre esta actividad. El entusiasmo y la energía del grupo se reflejaban en cada ola mientras avanzábamos rápidamente. Cerca de las cuatro de la tarde, nos aproximábamos al campamento cuando nos encontramos con la primera gran ola del lugar, la «bienvenida». No pudimos esquivarla a tiempo, y grité: «¡todos adentro!». Vi cómo cada uno caía de la balsa mientras esta se enderezaba debido al tamaño de la ola. Intenté contrapesar en la punta, pero fui aplastado por la balsa y, en cuestión de segundos, me encontré bajo el agua. Sin soltarme de ella, salí por un costado y subí sobre la balsa volcada, saque mi cinta con el arnés para colocarla a un costado de ella, al primer intento no pude ni siquiera moverla, sentí de inmediato un sopapo de agua que me bajo de ella, entonces, aferrado a mi cinta nuevamente estaba colgando sobre la línea de vida de mi balsa soltando la carga, listo para volver a subir, pero las siguientes olas fueron implacables, hasta que en una de ellas solté mi cinta estando debajo de la balsa sin poder salir, tuve que sumergirme y dejar que pasara la balsa sobre mí, un par de metros más abajo la fuerza del rio me había llevado cerca de la balsa que ya había disminuido su velocidad en la boca del “Tragadero”.

Vi a mi tripulación intentando subir sobre la balsa volcada, rápidamente, con mis últimas energías subí en ella y empezamos a ayudar junto con Wilder y Jorge a subir a los demás. Wilder ayudaba a Jorge a subir a su hermana y yo a su hermano, luego de subirlo había una voz entre el rugir del agua densa del rio Grande, aferrado en una mano a la línea de vida y la otra sosteniendo a su amada me dijo: “súbela”, entonces, Wilder y Jorge tomaron primero a Claudia Heredia, mientras yo ayudaba a subir a Daniel Soliz. Cuando ya no había nadie más en el borde de la balsa, vimos como una pequeña mancha que se movía hacia la orilla de la playa del cañón de las rocas colgantes, el único tripulante faltante, pero, había otra preocupación mayor, aún estábamos sobre la balsa volcada sin remos. De inmediato teníamos que agarrar los remos que estaban pasando cerca, tomamos 4 de los 8 que llevamos, también rescatamos una mochila con la que más tarde contaríamos. Saliendo de esta garganta, veía al frente otro gran momento, que con mucha energía y aferrados a la balsa superamos los rápidos y a la primera oportunidad más o menos a dos kilómetros, pudimos salir a bordo, para, después de tomar un poco de aire devolver la balsa a su posición.

Ya con más energías, aproximadamente siendo las 17:30 en la tarde, y después de asegurar la balsa, nos dirigimos a pie rio arriba gritando el nombre del tripulante que nos faltaba: Oscar. Solo el eco repetía nuestros gritos. Un par de metros arriba, ya no pudimos avanzar más, había toda una peña lisa imposible de pasar, que para llegar al frente deberíamos dar la vuelta a la montaña, lo que nos tomaría entre cuatro a seis horas. Convencido de la destreza de Oscar, estaba seguro de que él estaría en la playa de las rocas colgantes buscándonos. El río se había llevado gran parte de nuestros equipos y suministros, no teníamos linternas, ni fuego, ni comida, solo una mochila con una colcha que nos salvó esa noche.

Al día siguiente, muy temprano, Wilder fue quien dio la vuelta a la montaña para ir a dar buscar a Oscar, yo me quede con el grupo, para que al salir los primeros rayos del sol continuemos nuestro viaje. Con la balsa liviana, el viaje fue más rápido pese a las olas y piedras con las que nos seguíamos topando. Aproximadamente diez kilómetros más abajo, nos detuvimos en la orilla para que los pasajeros pasen a pie, un lugar donde se sitúa una piedra intimidante, muy grande a la orilla del rio, pero que no es tan difícil de pasar, sin embargo, con la poca energía que quedaba, pensé que lo mejor era que el grupo pasara a pie.

 

Temprano en la tarde llegamos a Acevedo, un pequeño afluente del río Grande, antes de siquiera alistar la balsa y el resto de nuestras cosas para nuestro retorno a Aiquile, dirigí al grupo a la casa de don Julio que es el guardián del lugar (un hombre de la tercera que vivió toda su vida allí), con la complicidad del silencio del lugar mientras gritaba: “Don Julio”, ¡“Hola!”, “tiuy” (…), al no tener respuesta de él, entramos a su huerta y sacamos todo lo que pudimos y había para comer. Mientras devorábamos las pequeñas sandias y las cañas, llegó don Julio y de inmediato procedí a saludarlo, él me miró y con una mueca vi que me reconoció, entonces sin dudarlo, le pedí de favor nos invitara comida y pregunté si tenía medicamentos. Confesamos el robo, evidentemente nos pilló infraganti. Don Julio muy gentilmente nos proporcionó un par de paracetamoles y también nos invitó de su comida (motecito con queso) que a su avanzada edad y su soledad es lo único que alcanza a cocinar, ya que su señora e hijos se fueron a la ciudad y no hay quien le ayude con los quehaceres de la casa. El plato que nos convidó fue tan saboreado y lo acabamos de inmediato, con la energía ya de vuelta, luego de guardar el equipo cerca al rio, dirigí al grupo rumbo a Lagarpampa (comunidad perteneciente al municipio de Aiquile, cuyo sitio es declarado como Área Natural de Manejo Integrado Municipal).

Le había prestado mis sandalias a Wilder, y solo me quedaba una de sus abarcas, ya que la otra se la había llevado el río. Otro integrante del grupo también había perdido uno de sus tenis. Confiado en la resistencia de mis pies, le presté la única abarca que tenía y me vendé los pies con mi cinta de guía para protegerlos un poco. Una vez en Lagarpampa, tomamos un minibús rumbo a Aiquile. A la medianoche aproximadamente, Wilder nos esperaba en la avenida Bolívar de la ciudad de Aiquile; verlo sin Oscar me generó mucha angustia y no quería preguntar si lo encontró, porque su mirada decía que no. Procedí a dejar al grupo en sus hoteles y de inmediato volví con Wilder, donde me confirma que no encontró a Oscar y que caminó todo el sector donde inicio el vuelque hasta donde se podía avanzar, no había ningún tipo de huellas.

Entonces, recordé aquella mancha que se movía dentro de la garganta del tragadero y creímos que pudiera estar esperando al frente del río, sin poder avanzar. Compramos algunos energizantes, coca, trago, cigarro, medicamentos y volvimos a Puente Arce, de casa saqué un par de chalecos salvavidas y nos dirigimos rumbo al Tragadero, al momento que estábamos bajando la montaña hacia el punto de vuelque, escuchamos unos gritos que llamaban: “Wilder”, “Don Wilder”, era la señora de la casita de la comunidad de Tapera (comunidad vecina a Puente Arce aproximadamente a cuatro horas a pie), donde nos provisionamos de agua. Para nuestro aliento y tranquilidad, la llamada era de mi hermana que decía que Oscar había llegado, no podía contener mi alegría, quería escucharlo a él. Entonces me habló y le pregunté cómo estaba, él dijo: “estoy bien”, eso era suficiente. La alegría era tan inmensa que el cansancio de las cuatro horas de caminata se esfumó y volvimos con mi hermano como cabras de monte, corriendo contentos.

Al día siguiente, después de haber descansado, cerca de las 10 de la mañana, pase al cuarto donde Oscar descansaba y platicamos. Luego de una charla larga y de escuchar cada uno sus momentos, pasamos a servirnos un plato navideño (Picana de pollo), él no quería esperar al almuerzo e insistió en retornar a Aiquile para encontrarse con su familia. Para mi sorpresa, luego de unos días, impulsado por sus padrinos en Aiquile, intentan extorsionarme con demandas, carente de argumentos (alegaban que se asustó y que necesitaría bastante dinero para su curar su susto y para pagar algunos objetos que perdió en el río), tras este incidente me sentí muy decepcionado y triste con el actuar de Oscar, motivo por el cual perdimos contacto.

Luego de pasar al frente me encontré con la sonrisa burlesca de mi amigo Diego por el recibimiento en la “bienvenida”, estuvimos parados en la gran boca del Tragadero, era la segunda vez que lo veíamos, la primera fue cuando Diego, su hermano Henrry y yo, habíamos acompañado a Rocky en el 2016. Esta vez me detuve a observarlo detenidamente, tanta belleza que parece ser construido desde sus cimientos hasta los árboles que están a su alrededor, es un mosaico perfecto de la naturaleza, digno de admiración, al mismo tiempo es un lugar muy encantador. Ciertamente es difícil, describir tanta belleza, es un estrecho muy angosto o más bien es una grieta de una enorme roca plana por donde el río hizo su paso, mientras más ingresas, más se elevan las paredes de su alrededor, y a escasos metros hay una pequeña playa al lado derecho del río donde en su interior se encoje en un cañón delgado y enorme en la que cuelgan rocas gigantescas sobre ella dándote la impresión de aplastarte.

 

Cuyo lugar, no sería visto solo por nosotros que viajamos en balsas o por las personas del lugar, dada la existencia de los vestigios de un puente multiétnico, sabemos que este lugar era un importante paso probablemente para las culturas Mojocoyas, Yamparas e inclusive durante la colonia, pues próximo a este sitio o punto medio se encuentran estas culturas que dejaron sus vestigios en Omereque y Aiquile que están en la otra dirección.

Después de superar cada uno de los rápidos, olas y piedras, que están al salir del Tragadero hasta llegar a Acevedo. Aproximadamente llegamos a horas 17:00 de la tarde a la orilla de Acevedo, luego de secarnos un poco con los últimos rayos del sol, desinflamos nuestros neumáticos y comenzamos a caminar rumbo a Lagarpampa, horas más tarde la intensidad de la noche nos impidió seguir, por lo que decidimos acampar en una orilla, que gracias al cansancio de los dos días en el agua no hubo energía para quedarnos despiertos y tener preocupaciones. Temprano por la mañana del día siguiente despertamos con los pasos de toros y caballos para continuar a nuestro destino: Lagarpampa. Llegando a nuestro objetivo, sabíamos que habíamos superado nuestra curiosidad y sin dudarlo subimos a una colina cerca al lugar para celebrar nuestro logro.

Entonces, para resumir, podría decir que el inicio del rafting en el rio Grande fue como todo inicio, con grandes aventuras e historias. Pero gracias a esas experiencias, más las enseñanzas de Rocky desde el 2016 y principalmente durante los viajes de más de 10, 15 y 22 días de navegación entre los años 2020, 2023 y 2024 que  acompañé sobre el río Grande y el río Pilcomayo, además de una estrecha relación laboral con amigos guías de Villa Tunari, hoy en día he logrado consolidar mi emprendimiento de servicios turísticos de aventura MI RIO (en los municipios de Aiquile y Sucre) que cuenta con la certificación de registro del Gobierno Autónomo Municipal de Aiquile como actividad económica y con la licencia de funcionamiento del Gobierno Autónomo Municipal de Sucre como agencia de viajes y turismo.

 

MARCO NORMATIVO DEL TURISMO DE AVENTURA EN BOLIVIA

 

Por inercia o por su fácil acceso a la Ley General de Turismo “Bolivia Te Espera” Ley Nº292, quienes trabajamos, incluso quienes estudiamos Turismo, particularmente mi persona busco sobre el marco normativo para el Turismo de Aventura, en primera instancia en la referida ley como también en el Decreto Supremo Nº 2609 que lo reglamenta; sin embargo, ni se menciona el turismo de aventura; en el artículo 6 (definiciones) de la ley 292, casi de manera escueta se describe como “las formas de hacer turismo, y clasificándolo como turismo de aventura”.

 

Por lo tanto, pretender contar con alguna normativa que regule la práctica de los deportes de aventura en Bolivia, pensaba que podía llegar a ser muy fantasioso, pues ciertamente desde nuestras entidades públicas locales que por ley Nº 031 (Ley Marco de Autonomías y Descentralización Andrés Ibáñez) tienen la competencia exclusiva de supervisar y controlar el funcionamiento de los servicios turísticos (…), tristemente en la mayoría de estas instancias el uso de su presupuesto en la gestión e inversión en turismo es cero, muchos ni siquiera cuentan con una unidad dentro de su estructura organizativa, en el nivel departamental si bien existe dentro de la estructura de los Gobiernos Departamentales la unidad de Turismo, estos como en el caso de los que existen en los niveles locales son las unidades de menor presupuesto que disponen pero además cuentan en su administración con personal que no son del rubro, por lo que casi se anuncia cual es la situación de las políticas públicas y de la administración pública del turismo en Bolivia.

 

Sin embargo, en el caso de la normativa para el Turismo de Aventura se debe aplaudir y felicitar el esfuerzo del trabajo realizado y no conocido del Tcnl. Deap. Abog. Hernan Romero Segovia, Jefe del Departamento Nacional de Recursos Humanos y Asesor Jurídico de la Dirección Nacional de Bomberos, quien elaboró el Reglamento de Normas de Seguridad para la Prestación del Servicio de Turismo en Actividades de Riesgo y Aventura, en noviembre de 2017, en el marco de Ia Ley N° 449 de Bomberos y el D.S. N° 2995 que lo reglamenta.

 

Cuya norma, si bien en su disposición final señala que: “se toman como referencia los parámetros establecidos en asociaciones y organismos internacionales, para Ia formación, capacitación y especialización de recursos humanos, así como para Ia adquisición y mantenimiento de los equipos y materiales utilizados en turismo de aventura. Esta es de gran apoyo y única herramienta legal para quienes ofrecemos el turismo de aventura, por lo que, mientras no exista su abrogación o derogación es de cumplimiento de todas y todos quienes hacemos el turismo de aventura. Pero, por su puesto hay mucho por actualizar y principalmente completar para un mejor empoderamiento de la misma por los actores del rubro.

 

Por lo tanto, podría ser fácil criticar y gritar una lista de observaciones, pero eso no solucionará ni cambiará nada, estoy consciente de que se debe trabajar en su actualización y dependerá de la colaboración de quienes lo practicamos.

 

Desde mi criterio estoy convencido que debería actualizarse, socializarse y operativizarse para favorecer no solo a los usuarios tanto nacionales como extranjeros, quienes merecen la máxima seguridad y calidad durante sus actividades de turismo de aventura por las que pagan, y a la vez debemos buscar respaldo para quienes ofrecen estas actividades de manera responsable y profesional. Quienes practicamos deportes aventura sabemos que todo es posible, por lo que en muchas especialidades de turismo de aventura existen los grados de dificultad que naturalmente segmenta a los grupos de clientes, en algunos casos se prohíbe la práctica a clientes inexpertos o aficionados.

 

DEPORTE DE AVENTURA Y TURISMO DE AVENTURA:

 

De este modo, es importante resaltar la diferencia entre deporte de aventura y turismo de aventura que legalmente está definida en el artículo 4 del Reglamento de Normas de Seguridad para la Prestación del Servicio de Turismo en Actividades de Riesgo y Aventura, de la siguiente manera:

 

  1. Deporte de aventura. – Todo aquel deporte que conlleva, además de actividad física, una intensa actividad recreativa en el medio natural urbano y rural.
  2. Turismo de aventura. – Modalidad de turismo que implica explorar nuevas experiencias en espacios naturales, escenarios cerrados o al aire libre o viajes, con una percepción y, posiblemente, existencia real de riesgos, y que potencialmente requiere de destrezas especiales o de ciertas condiciones físicas.

 

El turismo de aventura se diferencia del deporte de aventura, principalmente, porque en este último no existe una relación contractual de carácter económico, Ia cual es desarrollada por personas cuya relación en Ia práctica de Ia actividad es exclusivamente recreativa, deportiva o académica, generándose una relación de instructor a alumno. Las actividades de turismo de aventura, si bien se derivan de Ia práctica del deporte de aventura ya sea por deportistas fuera de su lugar de residencia habitual o por personas que desean experimentar Ia práctica de estos deportes en el medio natural pero debe existir una relación económica entre Ia prestadora o el prestador de servicios y cliente, lo que permite definir claramente las responsabilidades contractuales entre una prestadora o prestador que ofrezca este servicio y una o un cliente que esté dispuesto a pagar por estos servicios.

 

Entonces, el deporte de aventura, no es realizar turismo de aventura, si bien durante su práctica de ambas actividades hay una experiencia similar. En el turismo de aventura, la persona además de realizar el deporte de aventura, tiene una relación de carácter económico con una empresa de turismo para realizar su actividad en un determinado lugar, a diferencia de la persona que practica el deporte de aventura, este tiene relación de instructor a alumno.

 

MODALIDADES DEL TURISMO DE AVENTURA

 

¿Cuáles son las modalidades o especialidades del turismo de aventura? ¿Cuáles son los grados de dificultad en cada uno de ellos y será que todos tienen esos grados de dificultad? ¿Qué tipos de deportes de aventura existen en Bolivia?

Al respecto, en el mencionado reglamento vigente al igual que en mi monografía de licenciatura titulada “Determinación de la Relevancia de la Aplicación de los Deportes de Aventura dentro de la Malla Curricular de la Carrera de Turismo de la Usfx” (Saavedra 2018), se clasificaron en; actividades terrestres, actividades acuáticas y actividades aéreas, en cada uno se señalaron diferentes especialidades. Sin embargo, probablemente esta clasificación no identifique toda la diversidad de los deportes de aventura, porque ciertamente hay cualquier cantidad de especialidades y sub especialidades.

Por lo que se deberá convocar a congresos nacionales, regionales y sectoriales, idealmente a todos los actores u operadores que practican y ofrecen el turismo de aventura en Bolivia, tanto en las modalidades aéreas, acuáticas y terrestres para que en consecuencia se pueda socializar, actualizar, complementar, validar y concertar los contenidos comunes como los protocolos, instrucciones de seguridad, obligaciones de la empresa y de los clientes, incluyendo los grados, niveles de dificultad y toda la información pertinente que ciertamente se tiene contemplado en su mayoría en el reglamento vigente en cuestión. Hasta el mes de agosto de 2024 mi persona desconocía de su existencia, así como varios amigos que también ofrecen servicios de turismo de aventura, incluso en la misma dirección departamental de bomberos de Chuquisaca.  Pero será la oportunidad construir lo que verdaderamente necesitamos y utilicemos por el bien común.

 

EMPRENDIMIENTOS QUE OFRECE TURISMO DE AVENTURA

 

Dicho de otra forma, de acuerdo al artículo 15, son las personas que prestan servicios turísticos de aventura que “comprende a las empresas, operadores, guías y otros responsables de la prestación del servicio de turismo en actividades de riesgo y aventura”. De conformidad al reglamento vigente, para constituirnos como empresas u operadores de servicios turísticos deberíamos contar con la CERTIFICACIÓN DEL CUMPLIMIENTO DE NORMAS DE SEGURIDAD, siendo este el requisito indispensable para conseguir la licencia de funcionamiento.

Sin embargo, ¿cómo hacerlo si no solo quienes ofrecemos estos viajes de aventura desconocemos la normativa, sino que incluso la misma dirección departamental de bomberos la desconoce? Esto resalta aún más la necesidad de socializar y aplicar dicha norma. Sorpresivamente para mí, luego de realizar consultas y búsqueda sobre alguna normativa del turismo de aventura en Bolivia, advertí la existencia de algunos contenidos similares a el trabajo que publiqué en la licenciatura, como en el Reglamento de Normas de Seguridad para la Prestación del Servicio de Turismo en Actividades de Riesgo y Aventura. Éste se trata de un conjunto de protocolos, instrucciones de seguridad, obligaciones de la empresa y de los clientes, itinerarios, tarifarios, información detallada de cada uno de las opciones de viajes incluyendo sus grados y niveles de dificultad en función a la época del año, recomendaciones y convenios privados para la prestación informada de servicios de turismo de aventura, principalmente para viajes de aventura sobre ríos fuertes o en épocas de lluvia. Este conjunto de documentos y de aportes nacen como resultados de todas estas experiencias vividos tanto en el río como también por mi formación académica en el área del turismo, siendo refrendadas por mi certificación de guía de Rafting en ríos de clase III y IV de SierraRios (Organización de Conservación de Ríos), más mi certificación como Guía Líder de Viaje de la Federación Internacional de Rafting – IRF y mi licenciatura en turismo de la universidad de san francisco Xavier de Chuquisaca.

Mientras no haya esta cooperación interinstitucional entre actores del turismo de aventura y el ente competente que en este caso sería el Viceministerio de Turismo, como también las instancias llamadas por la Ley Nº 449, para socializar y aplicar la norma; el turismo de aventura se seguirá desarrollándose en “tierra de nadie”, cada emprendimiento de turismo de aventura seguirá batallando a su suerte con las experiencias propias, en algunos casos apegados a organizaciones externas quienes son un gran apoyo y guía para brindar un servicio de calidad y seguro. Y otras empresas siguiendo un camino peligroso a dibujo libre, sin tener la suerte o de manera muy inconsciente motivadas por una ganancia efímera, que ojalá pronto puedan recibir las herramientas y conocimientos pertinentes, o por lo menos las instancias competentes hagan presencia y hagan cumplir la normativa.

Y de esta manera creo que se podrá evitar lamentar desafortunados acontecimientos como el en Cañón Tuta Wallpa que cobro vidas, que probablemente sea por negligencia de quienes lo organizaron, pero particularmente pienso que es por falta de supervisión de las entidades públicas competentes, tal cual dispone el reglamento vigente en cuestión en su Artículo 26 “las y los servidores públicos  policiales de las Direcciones Departamentales de Bomberos efectuarán inspecciones ordinarias y extraordinarias en instalaciones, rutas, campamentos, refugios y en general en los circuitos y destinos turísticos, a las y los prestadores de servicios, representantes legales, guias o responsables de Ia actividad turística, para verificar el cumplimiento de medidas y normas técnicas, protocolos y procedimientos de seguridad personal y las condiciones óptimas de los equipos y materiales en Ia prestación del servicio de turismo en actividades de riesgo y aventura”.

 

LOS PROFESIONALES DE TURISMO DE AVENTURA EN BOLIVIA

 

Según el  Sistema de Registro Categorización y Certificación de Prestadores de Servicios Turísticos propuesto por el Viceministerio de Turismo, los guías de turismo están clasificados por categorías que deben ser acreditados para su prestación de servicio por la autoridad competente; pudiendo ser estos como Guía Nacional, Guía Comunitario o Local, Guía Fijo o de Sitio y el Guía Especializado donde indica que este es un “Profesional que cuente con un amplio conocimiento en determinadas áreas (cultural, naturaleza, aventura, etc.) y realiza su labor en determinadas zonas del territorio nacional donde se requiera de su experiencia específicas, como ser parques nacionales, montañas, selvas y otros”. Además, señala al Guía de Deportes Extremos y Aventura, cuya descripción indica que son “expertos avalados en actividades de aventura y deportes extremos con la capacidad de brindar al turista estándares de seguridad, calidad de servicio, primeros auxilios y contra con equipo especializado para la práctica adecuada de la actividad que se oferte”.

 

Entonces en lo que respecta al profesional en deportes de aventura en Bolivia, este debería ser un “profesional” acreditado como guía especializado que además debería contar con un “aval para actividades de aventura y deportes extremos (…)”. Que, de conformidad a lo dispuesto en el Reglamento de Normas de Seguridad para la Prestación del Servicio de Turismo en Actividades de Riesgo y Aventura, las instancias avaladores serían las direcciones departamentales de bomberos.

 

Pero, en la mayoría de los de los deportes aventura, como es el caso de mis amigos guías de deportes de aventura, principalmente de rafting, son grandes guías empíricos que aprendieron todo en terreno, a prueba y error; hoy son tan diestros y hábiles que son convocados para ayudar en búsquedas y rescates, cuando así se requiere en ríos y cañones. Claro que por nuestra cuenta la mayoría hemos tomado cursos de primeros auxilios, rescate y también nos certificamos como guías de rafting por la federación internacional de Rafting – IRF. Sé que ninguno de nosotros contamos con ese aval de los bomberos o de alguna institución autorizada por el Ministerio de Educación, pues ciertamente desde el nivel nacional nuestro ente rector que es el Viceministerio de Turismo, no tuvo encuentros con nuestro sector para discutir este aspecto; en los niveles departamentales aun experimentan como acreditar a los guías de turismo en general; en Chuquisaca la gobernación desde enero de 2024 hasta la fecha, no logro acreditar y registrar a los guías de turismo que presentamos nuestra solicitud. Entonces esperar que se hagan esas gestiones para acreditarnos como guías de deportes de aventura en la especialidad de Rafting será un difícil camino que dependerá de quienes somos del rubro organizarnos y buscar ese reconocimiento legal. En septiembre de 2020 se inaugura oficialmente la Escuela Plurinacional de Bomberos y protección civil, cuya instancia, “mediante convenio interinstitucional con Ia Autoridad Competente en Turismo y asociaciones civiles especializadas en turismo de aventura, podrá formar, capacitar y actualizar (…)”, las diferentes certificaciones que nos coadyuven a acreditarnos oficialmente como guías de deportes de aventura.

Por otro lado, en nuestro Estado Plurinacional de Bolivia, nuestros espacios de formación superior, como las universidades, institutos y otras debidamente reconocidas por el Ente Rector de la Educación, tienen en su interior la propuesta más próxima al perfil del profesional de deportes de aventura, los grados de licenciatura o técnicos en turismo, cuyo grado de formación les coadyuva para acreditar su condición de guía de turismo. Sin embargo, en ninguna de estas les proporcionas las aptitudes y conocimientos en deportes de aventura, en consecuencia, no les ayuda en su acreditación para la guía de deportes de aventura, sencillamente porque no les enseñan, ni están contemplados en pensum curricular.

Por todo ello, la propuesta de insertar la materia de deportes de aventura dentro de alguna carrera de Turismo, probablemente sea una notada necesidad para la consolidación de los profesionales en deportes de aventura, pero desafortunadamente, habría la dificultad de encontrar los docentes que puedan enseñar y transmitir esos conocimientos; si lo hubieran casi siempre serán algunos “expertos pertenecientes a grupos de voluntariados” como el SAR y otros que ciertamente tienen toda la experiencia y el conocimiento empírico siendo estos los llamados guías especializados en distintos tipos de turismo de aventura, algunos con certificación de alguna organización local o internacional, pero muy pocos siendo estudiosos del turismo que administrativamente podrán ser acreditados. Es decir que cumplan con los requisitos administrativos para la enseñanza en la academia.

Por consiguiente, luego de un par de años remando por el rio y habiendo recibido una agradable e inspirador invitación de mi director de carrera de turismo para poder elaborar un proyecto de “programa de diplomado en deportes de aventura”, hoy estoy más convencido que esta alternativa es la más indicada para consolidar la profesionalización académica en deportes de aventura en Bolivia. Pues, la aplicación de este programa buscará formar profesionales del área, con certificados de post grado donde indiquen el dominio de un conjunto particular de habilidades o que sea una persona que ha terminado con éxito una serie de cursos específicos o superado una prueba sobre un tema determinado, estos también habrán aprendido sobre la seguridad, entrenamiento y administración de los deportes de aventura para que de esta manera sea optima la calidad de los servicios ofrecidos en mercado de Bolivia y particularmente en el departamento de Chuquisaca.

 

EL AUTOR

 

César Saavedra Flores de nacimiento en Aiquile/Cochabamba, tine 32 años de edad. De formación académica con el Grado de Licenciado en Turismo

y con un Postgrado en Educación Superior. Además es Guía de Rafting Certificado por la Federación Internacional de Rafting – IRF, como Guía Trip Leader/ Guía Líder de Viaje.

También es el Gerente General de la empresa de Servicios Turísticos de Aventura MI RÍO. Actualmente trabaja también en el Viceministerio de Turismo, anteriormente estuvo en el Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalizacion.

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