Hace un par de semanas el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en uno de sus discursos se refirió a la conducta de mucha gente, que tiene la condenable mentalidad de aprovecharse, sacar provecho propio de cualquier circunstancia que se presente, a la que denominó: “cultura de la viveza”, a la que en nuestro medio la hemos bautizado como “viveza criolla”.
Si bien en el diccionario de la lengua española, la viveza se entiende como sagacidad, ingenio, etc., en el habla común, se entiende como una mentalidad ágil, sí, pero para aprovechar en beneficio propio una situación que resulta éticamente reprobable y que es la causa de la creciente corrupción, que hace daño a nuestras sociedades y que responde a la pérdida de valores éticos.
Las generaciones en nuestra sociedad que seguramente ahora bordean las siete décadas, fueron educadas en una escuela de estricta conducta, sometida a la autoridad de los padres, y que como método utilizaba el famoso “quinsacharani”, es decir un chicote de cinco brazos. Y en la escuela, un sometimiento a la autoridad del maestro y la disciplina establecida, además, el incumplimiento de las normas escolares, daba como resultado el aplazo y el castigo.
En las últimas cinco décadas, se observa un cambio en la mentalidad y métodos educativos y en la formación intelectiva de los educandos, acompañados de la tecnología, que ha revolucionado todo. Se ha establecido una visión del mundo, de provecho y disfrute de la vida, los niños y jóvenes buscan “pasarla bien”, divertirse y buscar el mayor beneficio con el menor esfuerzo. La materialización de la vida cotidiana hace que los jóvenes de este tiempo, no hacen nada si no obtienen beneficios, ya no existe la voluntad de servicio, el idealismo, la entrega a los demás, etc.
Precisamente recordaba que hace unas décadas, en las aulas de la universidad, era muy común el abrazar causas y corrientes de pensamiento y acción idealistas, aun a riesgo de perder la libertad o la vida. No importaba si estaban equivocados o no, sino la voluntad y sentimiento por una causa, un objetivo que no era de beneficio propio, sino de beneficio de los demás. Por lo menos así se creía en las aulas universitarias, donde además de adquirir conocimientos en alguna disciplina científica, se pensaba y sentía los problemas de nuestra sociedad, buscando “románticamente”, si fuera necesario, ofrendar la vida o la libertad por la causa que se abrazaba.
De las aulas de estudio, salían los dirigentes y líderes de los partidos políticos, de las organizaciones de trabajadores, del magisterio, de las minas, etc. Eran verdaderas escuelas de teoría política y social, además de formación de líderes, con férrea voluntad de servir a la sociedad, no servirse de ella. Y si luego de toda una carrera se llegaba a alguna situación, se imponía la voluntad de servicio.
En los tiempos actuales, de crisis de valores, de crisis institucional, de crisis del Estado, existe otra crisis, la crisis de líderes, de tal suerte que, si damos una mirada a las instituciones de la sociedad, encontraremos “mediocridad”, y si bien hay dirigentes en las organizaciones sociales, éstos han hecho de su dirigencia un medio de buena vida, de tráfico de influencias, de beneficio propio, muy poco de servicio a los intereses de la comunidad.
En mis cuarenta años de docencia en universidades públicas, privadas e institutos militares, he encontrado poco interés por los problemas nacionales, sus soluciones, poco interés personal en involucrarse en grupos de estudio y debate sobre nuestra problemática, peor aún en liderar o entregarse a una causa. Los jóvenes solo miran su beneficio, su carrera, su bienestar, su logro material.
El conocimiento de nuestra historia, es ínfimo, no saben quién era el Mariscal Santa Cruz, Paz Estenssoro o las transformaciones de la revolución nacional, las guerras en las que perdimos más de la mitad de nuestro territorio, un análisis crítico de los hechos históricos. Cuando para pensar en el país, se debe comenzar por conocer su historia, pues como sentenció Napoleón: “la historia es la madre de los pueblos”.
Sin duda que hay excepciones notables, de jóvenes estudiosos y con vocación de servicio, pero para todo análisis y examen de una situación social, debemos examinar a la mayoría, y esa mayoría, como sentenció Bukele, está atenta por su viveza, a aprovechar toda circunstancia que le pueda ser provechosa en lo personal, no importa el daño que cause.
Estamos a tiempo, pese a la crisis, de superar los males que nos afectan como sociedad, e inspirarnos en los próceres que lucharon por nuestra independencia, por los héroes que defendieron nuestra heredad y por los que lucharon por legarnos mejores días.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.