El informe del Comité de Oxford para el Alivio de la Hambruna (Oxfam), “A Fuego y Mercurio”, detalla cómo el desmonte de tierras en Bolivia se ha convertido en un lucrativo negocio de especulación, impulsado principalmente por el sector agroindustrial y por grandes inversores.
El estudio revela que desmontar una hectárea de bosque en Bolivia cuesta entre 200 y 250 dólares, pero una vez deforestada, esta tierra puede multiplicar su valor hasta 10 veces en el mercado, especialmente en áreas de alta demanda para la producción agrícola.
Esta dinámica convierte a la tierra forestal en un activo financiero altamente rentable, lo que alienta a diversos actores, incluidos inversionistas, empresarios agroindustriales y bancos, a participar en la especulación con tierras desmontadas.
Un ejemplo significativo es el de BrasilAgro, una empresa brasileña cotizada en las bolsas de Nueva York y São Paulo, que ha implementado un modelo de negocio basado en la compra de tierras forestales a bajo costo, seguido de su desmonte para aumentar su valor antes de venderlas o utilizarlas para la producción agrícola.
En 2020, BrasilAgro reportó un retorno del 21,4% proveniente de la valorización de tierras deforestadas, destacando el atractivo financiero de esta práctica en Bolivia y otros países de la región.
BrasilAgro considera las tierras deforestadas como activos inmobiliarios rurales, un modelo en el que la producción agrícola directa no es el principal objetivo, sino la especulación sobre el valor de la tierra, que puede incrementarse sin necesidad de producción inmediata.
Además, el documento señala que el sector agroindustrial en Bolivia recibe apoyo gubernamental en forma de subsidios al combustible y facilidades para exportación, lo que estimula aún más el desmonte y la expansión de la frontera agrícola en zonas forestales.
Este modelo es especialmente visible en la región de la Chiquitania, donde empresas agroindustriales y ganaderas están promoviendo un ciclo de deforestación que no solo tiene un impacto directo sobre los ecosistemas, sino que también fomenta la especulación en los mercados financieros al aumentar el valor de las tierras desmontadas.
Estas prácticas no solo sirven para la producción de soya y carne, productos demandados en mercados internacionales, sino que también incrementan el atractivo de la tierra como bien especulativo.
Oxfam cuestiona las implicaciones económicas, sociales y ambientales de este modelo de expansión agrícola y especulación con tierras en Bolivia, también pone en duda si realmente este modelo beneficia al país o si, por el contrario, agrava problemas estructurales como la concentración de tierras, las desigualdades socioeconómicas y la pérdida de ecosistemas vitales.
En un contexto donde el Gobierno sigue proporcionando apoyo público a la agroindustria, la mercantilización de tierras forestales plantea serias dudas sobre el camino hacia un desarrollo sustentable en Bolivia. (Con datos de Nómada)
Informe revela impactos de la deforestación en tierras
> Según Oxfam en la región de la Chiquitania, empresas agroindustriales y ganaderas están promoviendo un ciclo de deforestación que tiene un impacto directo sobre los ecosistemas.
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