En noviembre del año 2020, al asumir el nuevo presidente, Luis Arce, el manejo de las riendas del Estado Plurinacional, empezó con el jeque del MAS, Evo Morales, una nueva luna de miel, que se pensaba sería tan larga y dulce como la anterior. Atrás dejaron los recuerdos de la “impertinente” insurrección popular de noviembre de 2019, luego del fraude electoral denunciado y que tenía el objetivo de hacer posible otra elección de Morales. Descubierto el fraude, el jefe cocalero huyó con dirección a México.
Tan pronto empezó el nuevo gobierno de Arce, aparecieron las dificultades y la pareja se distanció por culpa del ministro Del Castillo, puesto que reveló algunos intentos de independencia, por lo cual el jefazo del Chapare se resintió y exigió su dimisión. Tal pedido inaceptable indispuso a la pareja real de Lucho y Evo, separación que precipitó la división de hecho del partido azul palaciego que, por lo demás, ya estaba resquebrajado y en desintegración, por diversas protestas de los “movimientos sociales”. Además, se alejaban de Arce porque no había cumplido con sus ofrecimientos y se lo acusaba de mostrarse como político de derecha.
A pesar de esos tropezones, el tolderío masista otra vez quiere disimular la división con nuevos intentos de unificación y declarando algunos de sus dirigentes que se trata de divergencias de mínima cuantía, que bien se podrían solucionar, al parecer debido a que, aún quedan las últimas migajas del banquete y no hay que dejar que pasen a otras manos.
Por esos aspectos, que no tocan los grandes problemas nacionales, se puede considerar que la división del MAS se limitaría solo a asuntos de forma y podría ser disimulada con maquillaje y maniobras politiqueras. No obstante, ese optimismo no es correcto, pues se repetirá el descontento con más energía.
No será, pues, posible la unificación en forma alguna, aunque se recurra a recetas que ofrecen los estrategas internos, así como tácticos en Cuba y Venezuela. Ellos piensan que, en cuanto vuelva el auge económico, habrá perdón de los pecados y vida perdurable, otra vez con derroche y jolgorio, estableciendo el “milagro socialista”, basado en el programa de tierra arrasada, con estilo cubano o venezolano.
El divorcio en el MAS se parecería al de una pareja que se separó con insultos, arañazos y palizas y terminó con la separación total en estrados judiciales. Sin embargo, pasados algunos días, la pareja fue vista paseando en El Prado, en medio de cariñosos abrazos, como si nada malo hubiese pasado entre ellos, lo que mostraría que la moral en general y en la política en particular, han desaparecido en filas partidarias.
MAS: dividido por formas, no por fondo
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