El ambiente político nacional está cada vez más activo; aparecen nombres de posibles candidatos, que al ser entrevistados niegan esa situación, aunque en los hechos actúan como si lo fueran. Otros, en cambio, confirmaron sus pretensiones, y esperan recibir apoyo para conformar la machacona unidad política que permita ganar las elecciones.
Cuando hagan públicas sus propuestas electorales, será el momento para conocer de qué lado están, cuál es su ideología, sus principios y sus programas. Hoy, son conocidas varias tendencias ideológicas, sean de izquierdas o derechas, no existe un modelo escrito en piedra; los partidos se forman a partir de cómo proponen el bienestar del ciudadano, y el alcance que permiten a la intervención del Estado en las actividades y en la economía del país.
En Bolivia, algunos candidatos apelarán seguramente a utilizar la emoción para sus campañas políticas: ¡interesan más las soluciones que las doctrinas! dirán; de esa manera, sin mayores compromisos de ideología, le hablarán al pueblo, haciendo alarde de que tienen las soluciones para los problemas más complejos del país; un recurso manoseado, más propio de la demagogia: «A los hombres por el estómago, a los votantes con la emoción». Es asunto de cada uno creer o cuestionar las soluciones «exprés», con las que buscan impresionar fácilmente. El propósito, en este caso, es comentar algunas ideas que permitan analizar el discurso ideológico de los candidatos por el afán de alcanzar el gobierno. Por ejemplo, deducir si están alineados con principios más propios de las izquierdas, o con ideas más próximas a las derechas; no faltarán aquellos que hablen de posiciones híbridas (Es más cómodo y menos comprometedor). En resumen: se trata de mencionar las principales características que tienen algunas doctrinas, para que los candidatos expliquen dónde están alineados y por qué.
Al ser liberales, propondrán la libertad social y económica; la intervención del Estado solamente para abordar desigualdades sociales; libre competencia, y respeto a la propiedad privada; libertad para producir y comerciar. Igualdad de las personas y el consentimiento de los ciudadanos para legitimar al gobierno; la conveniencia de un sistema de contrapesos (el Poder Legislativo) y la separación de poderes.
Por su lado, los libertarios prometerán el respeto a todo acuerdo voluntario, y el empleo de la fuerza gubernamental sólo para la protección de las libertades; libertad individual, eliminación o reducción de los impuestos y regulaciones; la privatización de gran parte de los servicios estatales, el desmantelamiento del Estado benefactor; el mercado libre y la asignación de los recursos a través de la economía de mercado.
Tratándose de neoliberales, añadirán que promueven la libre competencia y la competitividad en el entorno mundial para los productos y los territorios. Eliminar los controles de precios, desregularizar los mercados de capital, reducir las barreras para el comercio y disminuir la influencia del Estado mediante la privatización de empresas, y la austeridad fiscal. Para que se hable claramente de todo esto, será necesaria la habilidad de los entrevistadores, es con la ayuda de ellos que la opinión pública podrá conocer la ideología de los «pretendientes», y lo que proponen para resolver los problemas, sin permitir respuestas huidizas y desenfocadas. Los candidatos tendrán que fijar posiciones sobre el centralismo, la distribución de las tierras, gestión de las empresas públicas, el gasto fiscal, tipo de cambio, los movimientos sociales, la deuda externa, las subvenciones… De modo especial, divulgar sus propuestas sobre educación, salud, economía, seguridad, medio ambiente y legislación laboral. Y no pretender conquistar electores, diciéndoles lo que todos ellos saben: hablar mal del gobierno. Que no le vengan con chácharas; los «chachareros» hechos los vivos no sirven.
El autor es periodista.