El país se encuentra en una situación de extrema gravedad, precisamente cerca de cumplir doscientos años de existencia y con el agravante de que algunos personajes afirman que no es necesario recordar el 6 de agosto como fecha de fundación y otros sostienen que Bolivia ya no existe y que, en cambio, solo se tiene un supuesto Estado Plurinacional y hacen otras abstracciones.
Lo cierto es que Bolivia marcha a la deriva en un mar tempestuoso, sin timonel, sin capitán de barco, en medio de escollos visibles e invisibles, sin puerto a donde llegar. Es decir, la nave del Estado se mueve en todas direcciones. Peor aún, algunos políticos hacen afirmaciones tan negativas que no es saludable citarlas.
El pueblo boliviano no sabe de dónde viene ni a dónde va. No tiene una luz de referencia hacia dónde dirigirse y, por el contrario, mira hacia atrás, como la mujer de Loto. Muchos políticos son como montones de ladrillos rotos, pues tienen el único objetivo de llegar a un cargo público para satisfacer intereses personales.
Lo peor de todo es que el país no tiene verdaderos partidos políticos. Aquí escasean dirigentes por lo menos de regular valía, intelectuales de visión aguda. Se dice que hay programas políticos en grandes volúmenes en el Tribunal Supremo Electoral, pero no son conocidos por los electores, pues están archivados en el sótano, a donde solo llegan los ratones.
A ese grave problema se suma la falta de periódicos y los pocos que circulan son reprimidos cuando no favorecen al oficialismo. Es ínfima la cantidad de revistas, libros o siquiera folletos. Han desaparecido varias editoriales y, en general, el nivel cultural de la población ha caído, debido a que no hay interés por promocionar la lectura, al contrario de lo que ocurre en otros países. Si antes de los veinte años recién pasados, los escritores hacían tirajes de libros de dos mil y más ejemplares, ahora hacen solo de cien o menos.
En todo caso, la crisis nacional se ha reflejado en la represión a la cultura, la cual ha tenido como efecto, la casi extinción del pensamiento de los partidos políticos. Pero la historia no muere, nuevos partidos surgirán de la espontaneidad, para conducir al país en forma consciente. Esta actual calamitosa situación nacional, donde no hay política ni partidos políticos de fuste, es única en su historia y, en cambio, dominan el culto al individuo, la falta de perspectiva histórica y la negación de Bolivia por el nefasto populismo.
Finalmente, se puede suponer que existen algunas fuerzas que hacen todo lo posible para que no se formen nuevas entidades políticas y solo existan las tradicionales, con el objetivo de impedir que se conozca la realidad nacional y no sean encontradas soluciones para sacar a Bolivia del fondo del abismo.
Calamitosa falta de partidos políticos
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