Sensibilidad significa “Capacidad para percibir sensaciones a través de los sentidos, o para sentir moralmente” y “Capacidad o propensión natural de las personas a emocionarse ante la belleza y los valores estéticos o ante sentimientos como el amor, la ternura o la compasión”. Pareciera que ambas acepciones se complementan.
Analicemos el siguiente experimento: tomando de una y otra, creo que obtendríamos lo siguiente: “Capacidad para percibir … o sentir moralmente ante sentimientos como el amor, la ternura o la compasión”, hechos que utilizo para arribar a una de las tantas experiencias que me han sucedido y suceden cuando a uno le corresponde lograr que su trabajo sea exitoso, no en el plano personal, sino sobre todo cuando el impacto se transmite a padres de familia, estudiantes, inclusive en el entorno mismo de una oficina.
Vamos al caso de una persona, cuya responsabilidad era atender a los propios trabajadores, sus colegas, sus compañeros, pero además a las personas que solicitaban trabajo en la institución. Ante una aclaración solicitada, su respuesta tuvo un tono altisonante: “¡lo siento mucho, pero ya el período para la plaza cerró hace 5 minutos!”. Dos personas que se encontraban en dicho local enmudecieron, a la vez que se refugiaban sus rostros tras la pantalla de sus respectivos monitores.
La persona solicitante, pidió permiso para retirarse y salir de la oficina cabizbaja ante la posibilidad de tener que seguir buscando no solo un sustento para la familia, sino desempeñarse en una actividad, para lo cual se había preparado con sus estudios y con determinada experiencia laboral.
La misma se dirigió a la entrada con paso lento, pero se detuvo por un momento y a la recepcionista le preguntó: “¿con quién pudiera conversar sobre lo que me acaba de pasar?”. Después de tantos años, todavía no entiendo por qué me la remitieron. Por supuesto, cuando llegó a mi oficina, hice a un lado varias tareas (algunas de prioridad, por cierto), ya que la vida me había enseñado la necesidad no solo de atender a las personas “en modo inercia”, ni con respuestas que me pudiera proporcionar la Inteligencia artificial (IA), sino escucharla y crear un entorno de confianza. Brindarle un café, agua, té, buscar privacidad, sin que nadie nos molestase y conversar.
Tuvo la confianza para relatarme el problema ocasionado en la oficina de la cual procedía y el trato recibido. Era cierto que no había cumplido con el tiempo límite para aspirar a la plaza, que por ende ya no le interesaba… pero necesitaba desahogarse. Unos 15 minutos después concluyó la conversación, le di mi correo para que me enviase su currículum vitae, en función de posibles nuevas plazas, la acompañé a la puerta de la oficina y reiteré mis disculpas.
Unos 10 minutos después, me comuniqué con la persona que había provocado la ofensa, a pesar de que no era mi área. La conversación en un comienzo fue tensa, pero no era mi estilo, debía atenderla como con la persona agraviada. Después de escucharla, cuyo rostro se encontraba un tanto desencajado, con ojos llorosos, me habló de problemas personales algo serios en el seno familiar. Le dije que sencillamente era una lección para ambos y que estaba claro que no se repetiría el mal trato en que había incurrido.
Si bien es frustrante para cualquier persona ser tratado mal, posiblemente es mucho más traumático en los niños. Las personas adultas también merecen ser tratadas de forma correcta y con mucho respeto.
No excluyo que todos tengamos días “buenos y malos”, pero cuando a una persona se la avasalla, siendo adulto ésta última tiene la posibilidad de juzgar, generar un elemento de juicio sobre quien tiene delante.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.