sábado, marzo 15, 2025
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El juramento hipocrático

El mar Mediterráneo, conocido como “El Mare Nostrum”, para los griegos era hace dos mil quinientos años un mar que tenía en el color de sus aguas azules el eco de la historia antigua, el vigor y una sabiduría que trasciende tiempo, distancia y civilizaciones. Fue el escenario de las ciencias y de la mitología y para cada curiosidad que no tenía explicación se creaba un dios, especialmente cuando muchos conocimientos empíricos de los pueblos orientales fueron transformados en ciencia teórica por griegos.
En la isla de Cos, Hipócrates inicia su vida científica entre los años 460 y 380 AC, es a menudo designado periodo jónico, pues en esta colonia de Mileto florecieron ciudades como Éfeso y Cos. Lo llamaban Hipócrates “El Grande”. En la mitología griega, Esculapio era hijo de Apolo, dios de la medicina, con el tiempo su sabiduría lo convirtió en símbolo principal de los médicos; el caduceo por su fama llegó a ser el de la profesión médica. En la antigua Grecia se erigieron templos en su honor, a los que acudían los enfermos y deformes, para sacrificar a un cerdo o un carnero y pedir se les devuelva la salud. Los sacerdotes formaban un poderoso cuerpo de médicos llamados esculapios. Sus conocimientos se disfrazaban de supersticiones y se mantenía como sagrado secreto que se transmitía de padres a hijos. Los siglos V y IV A. de C. fueron los siglos de oro en Grecia y en ese periodo los escudriñadores de la sabiduría como Sócrates, Sófocles y Platón especularon sobre la naturaleza del hombre y el universo. La época era propicia para que un gran espíritu científico como el de Hipócrates liberara la práctica de sus cadenas míticas y supersticiosas, Hipócrates, padre de la medicina, fue un hombre, no un dios. Con ocho trabajos científicos desde entonces guiará el futuro y la ética en la práctica médica en todo el mundo. Es un documento de dimensión teologal, aunque profundo y específicamente humano, único en la historia de todas las profesiones. Jamás alguna otra ostentó ascendiente generacional de inigualable inspiración, resguardando la sacralidad de la vida y dignidad humana y desde las fronteras del dolor y la muerte sella el abolengo cósmico del Homo Sapiens sobre las especies.
Desde la antigüedad hasta nuestros días, se llama juramento hipocrático al del médico, que ha sido considerado elemento singular de las sociedades, venerado, respetado, temido como catalizador y expresión, como la eterna necesidad mágica de ser humano. El sacerdocio de la medicina levanta el telón de la sabiduría universal para adentrarse en la filosofía, sociología, y en la cosmología, trazando la hipérbole más fantástica de la ciencia de las pócimas y palabras misteriosas, hasta la era de la computación, llevando el alivio, la curación, y la prevención de las enfermedades a la raza humana.
Jamás el médico fue protagonista de la hegemonía histórica, como los reyes, los militares, los terratenientes y la clerecía. El médico estuvo siempre en la soledad de los acontecimientos, dando a reyes y plebeyos la bondad de su sabiduría y ofrendando su vida ante las epidemias que asolaron la tierra. Es así como las bases de la civilización actual y concepto estructural de cultura están ligados en forma simbiótica a la medicina universal, comprometiendo las ciencias médicas, a la totalidad de las actividades del hombre activo y moderno.
Hoy el mundo empieza a sobrevivir a una crisis, causada por virus desde ya hace año y medio, con una mortalidad de 4.3 millones de seres humanos y este virus, Covid-19, hace variaciones, mutaciones, con grados diversos en su letalidad, con mayor contagiosidad y ahora está causando estragos en los niños, como antes no se conocía. En nuestro país hasta el 11 de agosto ya han fallecido 18 mil bolivianos en todo el país. Recién Bolivia tiene solamente un 15% de la población vacunada, cuando otras naciones gozan con la totalidad de este proceso de la salvación. La crisis económica es irreparable en el momento y la crisis psicosocial empieza a demostrar los efectos de las medidas de prevención, con uso de máscaras y plazos para el comercio y circulación restringidos.
Esta situación puede definirse como ética, comparte el bioquímico (USA) Van Rensselaer Potter, «como puente entre la cultura de la vida y las ciencias del quehacer humano». «Nosotros necesitamos desarrollar la ciencia de la supervivencia comenzando con una nueva clase de ética: la «bioética» (Art. Dr. A Dubravcic.) Hoy pasan las sociedades del mundo una crisis de graves consecuencias para enfrentar las demandas que causan el ataque del Covid-19. Y cuando se necesita, más que nunca, hacer gastos urgentes para los seres queridos, para contar con médicos, medicamentos, clínicas, ayuda e insumos como oxígeno, equipos respiratorios, cremaciones, vituallas, alimentos, nos ocurre una invasión especulativa, con un gesto inmoral de comportamiento social, combinado con actos de corrupción, fraudes, y estafas.
Y desde el gobierno central hay desorden, criticado, en la planificación de la vacuna, y reclamos por las dosis incompletas, con plazos increíbles para la opinión pública. Hipócrates afirmaba que la medicina era un arte y una ciencia, la más noble de todas, bajo la confianza de un contrato privado que hasta hoy se llama Juramento Hipocrático. A pesar de los siglos, todo nuevo médico, cuando recibe su título, hace éste juramento, tanto para conservar la pureza y santidad de su vida como de su arte.

El autor es Médico.

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