Hoy no se puede negar el impacto de la globalización y la irrupción de la tecnología. Sin embargo, este avance ocurre con un ritmo tan acelerado que, como sociedad, no estamos completamente preparados para gestionar su impacto en todos los aspectos de nuestra vida. A esto se suma un problema que tiende a agravarse: la ampliación de las brechas digitales que acentúan, una vez más, las desigualdades y la imposibilidad de una distribución equitativa de las tecnologías de información y comunicación (TIC) en las diversas comunidades.
El sector bancario es un claro reflejo. La digitalización de los servicios financieros ha transformado la forma en que los bancos operan, llegando estos a depender en gran medida de la tecnología para seguir siendo competitivos y mejorar la experiencia de sus clientes. Sin embargo, esta transformación no es completamente inclusiva, las personas que carecen de acceso o no están familiarizadas con el uso de aplicaciones bancarias en línea, digitales y móviles, se están quedando al margen de este sistema financiero moderno.
Además, una vez superada la barrera del acceso, la principal razón de la reticencia de las personas para involucrarse en el mundo digital es la desconfianza tras una experiencia negativa. Las caídas del sistema al intentar pagar o cobrar mediante QR, son cada vez más frecuentes, generando un escepticismo comprensible. Estas interrupciones, que se han vuelto más comunes con la inmersión de las billeteras móviles, advierten sobre un problema mayor: la fragilidad de la infraestructura tecnológica que sostiene estos servicios. Considerando que se pronostica un incremento en las transacciones interbancarias a razón de las fiestas de fin de año, el riesgo de colapso de las redes tecnológicas es muy alto.
Por otro lado, según un estudio de Synergy Consulting, muchos bancos enfrentan un desafío interno significativo: la falta de habilidades digitales en su fuerza laboral, pues el personal carece de las habilidades necesarias para la revolución digital que demanda el entorno actual. Si las entidades financieras no afrontan el compromiso de formar y actualizar a sus empleados en todos los niveles organizacionales, podrían quedar rezagadas en un mercado por demás competitivo y donde la tecnología marca la diferencia entre el éxito y el fracaso.
En el caso de Bolivia, la situación se complica por problemas económicos estructurales, como la escasez de dólares y la dependencia de importaciones. Estas restricciones afectan directamente al consumidor final y dificultan la integración plena de nuevas tecnologías en el sistema financiero. Este panorama, sin embargo, da lugar a soluciones emergentes como las criptomodenas y el open-banking que, aunque aún están incipientes en el país, tienen un potencial significativo para lograr ganar terreno en un contexto de crisis y transformación.
Por tanto, el desafío que se tiene por delante es claro: no se puede permitir que la aceleración tecnológica profundice la exclusión de ciertos grupos demográficos ni que irrumpa en nuestras vidas sin el análisis y la preparación debidas. Se avecinan cambios en la dinámica actual del manejo y resguardo de nuestro dinero, aspecto que genera zozobra en la población debido a la falta de claridad sobre su verdadero impacto.
Finalmente y para concluir, es imperativo que las instituciones financieras como la sociedad en su conjunto adopten una postura proactiva, asegurando que los avances tecnológicos sean una herramienta de inclusión y no un factor de desigualdad.
La tecnología en el sistema financiero: ¿estamos preparados?
Galia Stephanie Barriga Cuentas
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