El estómago del pueblo tiene la cualidad de medir la popularidad o impopularidad de los gobiernos de turno. Se pronuncia, sin temor alguno. No sabe del cálculo político, pero sabe reflejar la realidad. Y siempre ha reiterado su verdad, pese a quien pesare. Fue el termómetro que arrojó datos puntuales, precisos e incuestionables, en torno a la problemática social. En circunstancias adversas, como las actuales. Por lo visto no hubo la necesidad de realizar encuestas u otras actividades para cerciorarse acerca de la situación del país. Cosa que no fue del agrado de ciertos personajes que detentaron transitoriamente el Poder.
El cacerolazo fue asumido en diferentes coyunturas de la historia. Tradujo el cuestionamiento a la escasez de alimentos, que iba en contra ruta del bienestar social. Que promovía el desencuentro de gobernantes y gobernados. Que provocaba el agio y la especulación, en detrimento de la canasta familiar. Que generaba mayores índices de hambre y miseria, de frustración y desesperanza, en un país dotado de diversos recursos naturales, en el oriente y el occidente. Que incidía en la dramática pérdida del poder adquisitivo de sueldos y salarios. Ciertamente no hubo bolsillo que aguante el embate de la crisis económica, provocada por los desaciertos y el despilfarro de quienes se hicieron del gobierno.
Tuvimos gobernantes responsables y comprometidos con Bolivia. Que trabajaron denodadamente, con desprendimiento y desinterés, por el crecimiento nacional. Sin cálculo político ni pretensiones de perpetuarse en el Poder. Sin obedecer consignas que propalaban ciertos líderes, por el afán de apropiarse del continente. Movidos tan solo por la vocación de servicio a la Patria. Hasta lograr la certidumbre y tranquilidad ciudadana, fundada en la estabilidad de precios de artículos alimenticios. Priorizaron, por lo visto, el sustento cotidiano de la población. Posiblemente lo hicieron con un alto costo político. Pero la actitud vino acompañada por el reconocimiento de sectores de escasos recursos. No importaba el desgaste, sino el bien común. El haber promovido la paz social con miras a un futuro mejor. Lo hicieron con decisión y voluntad política. Obviamente que ellos pasaron a la historia, como paradigmas de todos los tiempos. No estuvieron al servicio de ideologías foráneas. He ahí un aspecto que habría que subrayar.
Algunos gobernantes no se conectaron con el pueblo. Ignoraban, en consecuencia, las necesidades más elementales de quienes constituían ese conglomerado humano. La situación era angustiante, en tiempos de ajustarse el cinturón. No tenían la menor idea de que muchas familias sufrían por llevar el sustento a sus hijos pequeños. Hecho que ha deteriorado tanto la imagen, como el discurso de aquellos. La publicidad gubernamental distorsionaba la realidad y, por lo tanto, alejaba la solución para la escasez de alimentos. No favorecía a personas de escasos recursos, quienes fueron gasificados inclusive por intentar adquirir algunos comestibles. Fueron engañados al extremo por ciertas autoridades del ramo.
En suma: la prioridad debería ser siempre proponer una canasta familiar al alcance de los bolsillos más depauperados de la población. ¡Ojalá!
Habla sin temor
Severo Cruz Selaez
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