Novela escrita por Robert Fisher (2006, p. 3), donde relata: “En aquellas tierras lejanas había un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba a dragones y rescataba a damiselas en apuros…”.
Tenía la mala costumbre de rescatar damiselas, incluso cuando ellas no deseaban ser rescatadas y, debido a esto, aunque muchas damas le estaban agradecidas, otras tantas se mostraban furiosas con el caballero. Era famoso por su armadura, partía a la batalla con bastante frecuencia…
Salía de su casa montado en caballo, abandonando a la familia para ir a las cruzadas, colocándose una armadura metálica hecha a su medida, que con el pasar de los días y aventuras, rescatando a las damiselas de los dragones, quedó exactamente ajustado a su cuerpo.
Cosa de la que en un inicio estaba enamorado y orgulloso, ocupando su tiempo libre en probarse y admirar el brillo de su armadura. Se ponía a menudo para cenar e incluso para dormir. Después de un tiempo: “Ya no se tomaba la molestia de quitársela para nada”. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella. (p.4).
Su esposa e hijo veían muy poco al caballero, causándole búsqueda de ayuda para deshacerse o quitarse la armadura de su humanidad. Y, para ello, acudió a un mago del rey, que vivía en esos bosques desconocidos.
El mago logró alimentarlo, mediante la trituración de las nueces a cargo de dientes filosos de ardilla. No faltó el acompañamiento de la paloma, que tenía la misión de orientar el camino hacia la cima de la montaña al desdichado caballero.
Todo para quitarse del cuerpo ese traje metálico y pesado, que no le dejaba vivir en paz, tenía que pasar por tres castillos: silencio, conocimiento y voluntad.
Hasta aquí, cuento parte de la novela de Fisher, dejándoles la tarea de leer el significado de los tres castillos, que pueden servirnos para deshacernos de las armaduras oxidadas que llevamos encima: miedos, vicios, caprichos y prejuicios.
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