miércoles, enero 15, 2025
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Cubo Rubik, complejo como la vida

Rodrigo Regalsky

El cubo Rubik, esa pequeña caja de colores que ha hecho pensar (y desesperar) a generaciones, tiene una reputación de ser un rompecabezas casi imposible de resolver. Pero si lo miramos de cerca, descubrimos que no es tan complicado como parece. Este famoso cubo consta de solo 8 piezas de esquina, 12 piezas de borde y 6 piezas centrales. Y lo más sorprendente: tiene exactamente 576 formas diferentes en las que puedes combinarlo, ni más ni menos. ¿La clave para solucionarlo? Descomponerlo en pasos sencillos y aplicar un buen plan.
Un gran ejemplo de esto es Morwen Thistlethwaite, un matemático británico que en 1981 cambió las reglas del juego. En lugar de tratar de resolverlo todo de una vez, propuso dividir el proceso en varias fases. Así, el cubo se hacía más manejable, y con unos pocos movimientos, podías llegar a la solución. Su enfoque no solo facilitó la resolución, sino que también mostró cómo los principios matemáticos pueden poner orden en lo que parece un caos.
Otro nombre clave en esta historia es David Singmaster. En los años 80, él inventó un sistema de notación universal que permitió a los fanáticos del cubo compartir sus estrategias y resolverlo más rápido. No resolvió el cubo por sí mismo, pero creó el lenguaje que permitió a todos hacerlo.
Y luego está Herbert Kociemba, quien en 1992 presentó su algoritmo “Two-Phase”. Este método permite resolver el cubo en dos etapas y en menos de 20 movimientos, algo tan impresionante que se le conoció como el “Número de Dios” (porque no hay manera más rápida de hacerlo). Lo más fascinante es que, sin importar la configuración del cubo, siempre se puede resolver en 20 movimientos o menos.
Lo que nos enseñan estos matemáticos es que la clave no está en hacer todo al azar ni en probar suerte. La verdadera habilidad radica en seguir un plan claro y estructurado. El cubo Rubik, aunque parezca un simple juguete, en realidad es una lección de cómo pensar de manera lógica para resolver incluso los problemas más difíciles.
Al final, el cubo Rubik no es solo un rompecabezas. Es un recordatorio de que, en la vida, cuando tenemos las herramientas adecuadas y seguimos el enfoque correcto, podemos convertir lo complicado en algo mucho más sencillo.
La vida, al igual que el cubo Rubik, no tiene por qué ser un rompecabezas sin solución. Solo necesitamos encontrar el algoritmo adecuado.

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