La incompatibilidad de caracteres es la causa más frecuente para disolver una relación matrimonial. Pero las primeras consecuencias de una ruptura son generalmente peores de lo que la pareja espera cuando decide separarse.
Tanto la felicidad, como la autoestima y el estado financiero son profundamente afectados. El daño es mayor si llegaron a compartir diferentes compromisos (propiedades, amistades y, sobre todo, hijos) y si el nivel de intimidad era muy alto. Este malestar, mayor al esperado, se debe a dos motivos principalmente.
El paso del tiempo crea una dependencia emocional entre esposo y esposa, de la que ni siquiera son conscientes, por lo menos hasta que llega la separación. Cuando la ruptura es traumática, deben enfrentar el rechazo, mientras que si ésta ha sido amistosa, surgen los sentimientos de arrepentimiento y las dudas. Esa corriente emocional persiste, por muy desagradable que haya sido la relación.
¿Existe diferencia, en cuanto a sentimientos, entre las personas casadas oficialmente y los que son parejas, sin papeles o sin estar casados? Dar fin a una relación íntima es doloroso, en cualquier caso, pero está demostrado que hacerlo antes del matrimonio es menos problemático.
Las parejas que rompen y no están casadas tienen una serie de características frente a las que permanecen juntas: presentan más diferencias en sus aspiraciones educativas, en su edad, inteligencia y atractivo físico. Además, una de las partes tendía a estar más enamorada de la otra, frente al mayor equilibrio existente en las parejas que permanecían juntas.
Una fuente de problemas, que puede detonar la ruptura, es la diferencia respecto a los planes para el futuro (cambiar de vivienda, dónde pasar las vacaciones…). En este tipo de relaciones el deseo de ruptura casi nunca es mutuo y suelen tomarlo las mujeres, que son más capaces de tomar esta decisión, aunque sean la parte más comprometida. También aceptan mejor ser rechazadas por sus parejas. Su mayor aprendizaje en el terreno emocional puede que sea la causa de estar más preparadas para este tipo de dificultades.
¿Y cuándo el matrimonio lleva muchos años? El divorcio provoca gran confusión. La situación financiera ha de cambiar, la residencia también (al menos para uno de ellos), se ha de acordar cómo se solucionará el problema de la potestad de los hijos… etc.
Por eso el año posterior al divorcio es de mayor declive emocional, para los padres y los hijos. También en este tipo de relaciones son las mujeres las que más toman la iniciativa para la ruptura. Debe quedar claro que, si bien los hijos son los más afectados emocional, inclusive psíquicamente, para la pareja cuya relación se diluye, también será una experiencia desagradable, una derrota nada pírrica.
Luego habrá que pensar con mucha antelación en que, si las cosas no marchan bien, dónde estarán los posibles errores de ambos, con tal de solventarlos a tiempo.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.