La sociedad boliviana está atravesando un cuadro de aguda crisis institucional, que afecta a todos los órdenes de la vida, como lo económico, social, pero fundamentalmente una crisis ético-moral, en la que los valores patriótico-ciudadanos se han venido abajo. Allá donde miramos encontramos corrupción, en especial en las instituciones del Estado. Este cuadro de deterioro es el resultado del régimen populista de izquierda que nos gobierna casi dos décadas y cuatro gobiernos constitucionales, y que habría concluido su ciclo histórico. Cuando un ciclo histórico-político acaba, generalmente lo hace, cuando su discurso se agota, es decir que nada nuevo tiene que ofrecer.
El régimen del Movimiento al Socialismo, esgrimió un discurso cerrado, de revolución democrático-cultural, de proceso de cambio, del Estado Plurinacional, etc., pero debemos preguntarnos, siguiendo a Wilbert Moore, en su teoría del Cambio Social, donde sostiene que se debe considerar cinco aspectos teóricos del cambio: ¿qué cambia?, ¿en cuánto cambia?, ¿por qué se producen los cambios?, ¿en qué orden se producen los cambios? y ¿hacia qué objetivos apuntan? Si hiciéramos algunas mediciones, mediante la observación y la anotación cuidadosa de los fenómenos, empleando técnicas estadísticas, resultarían lentos los resultados, debido a que son momentos históricos, que deben ser analizados. Pero si empleamos el método de resultados para medir el cambio, estaríamos confirmando el agotamiento del modelo denominado del cambio.
Es en especial el aspecto económico de la sociedad el que determina los fenómenos sociales, y es la política económica del régimen, la que se ha agotado, produciendo una crisis que alcanza a todas las variables. Por eso en la actualidad padecemos un déficit fiscal que además se arrastra desde hace casi 10 años; una crisis en la balanza de pagos: una crisis monetaria que afecta al valor de la moneda en relación a la divisa norteamericana; una crisis de las reservas internacionales, que han bajado de cerca de 15 mil millones a poco más de 1.700 millones. Pero fundamentalmente atravesamos una crisis moral y de credibilidad, por la alta tasa de corrupción y la incertidumbre generalizada por la situación en la que vivimos,
En algo más de seis meses se realizarán elecciones generales, las mismas que hasta la fecha no dan certidumbre alguna de solución a la crisis, debido a la excesiva cantidad de candidatos que se dicen de oposición y a la división del oficialismo. Ante este cuadro desalentador, la sociedad demanda fundamentalmente: unidad y renovación. Unidad en torno a principios fundamentales que hacen al desarrollo de la sociedad, como la Democracia frente al autoritarismo. El cambio de modelo económico, de uno estatizante a uno de economía abierta y la toma de medidas urgentes para encarar la crisis económica. La reinstitucionalización del Estado y sus órganos fundamentales. Lucha contra la corrupción. Una constituyente que adecue la Constitución a los tiempos y necesidades actuales. Un modelo político que garantice la presencia permanente del pueblo en las decisiones de gobierno, mediante la creación de instancias de consulta. La UNIDAD programática, debe presentar al electorado un candidato que precisamente sea de unidad, para evitar la dispersión del voto, en un momento histórico que requiere un cambio profundo.
La RENOVACIÓN es uno de los principios de la naturaleza, es así que nuestras células se renuevan constantemente. En la vida social igualmente deben renovarse los programas, ideas, fines, liderazgos, es otra demanda de la ciudadanía, pues todo debe renovarse como una ley natural. La no renovación lleva precisamente al estancamiento y agotamiento de programas y liderazgos, pues el mundo y la sociedad cambian constantemente y hay que adecuarse a esos cambios. Por ello, la unidad y la renovación, tienen que ser el instrumento del desarrollo y progreso, más aún en la hora presente, de preocupación general por la crisis que nos agobia.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.