domingo, febrero 23, 2025
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La espada en la palabra

Reflexiones en torno a la droga poder

Ignacio Vera de Rada

En la última edición “aumentada y corregida” de su superventas Historia de Bolivia (publicada en 2015 por la editorial paceña G.U.M.), el célebre historiador estadounidense Herbert S. Klein, analizando hechos del pasado boliviano muy reciente (en concreto, los años del Proceso de Cambio), dice: “El partido MAS y sus líderes han tenido la creciente voluntad de atacar a instituciones democráticas fundamentales, comprometidos con su visión de una sociedad revolucionaria. No queda claro qué tan lejos el partido y sus líderes llegarán, en esta dirección, para justificar sus reformas sociales y económicas”.
Ningún académico serio o intelectual digno de reconocimiento puede desconocer la profesionalidad de Klein en sus juicios sobre la historia boliviana planteados en aquella obra. Aquella cita la extraje de un lugar del libro en el que se hace un balance sobre las fundamentales medidas de gobierno del MAS y se contrasta lo positivo con lo negativo de lo que va desde 2006 hasta 2014. Han pasado 10 años de aquella publicación de Klein y las palabras “no queda claro qué tan lejos el partido y sus líderes llegarán, en esta dirección, para justificar sus reformas sociales y económicas” resuenan como un eco siniestro y erizan la piel, pues estamos a seis meses escasos de una contienda electoral crucial, ya que, luego de toda el agua que ha pasado debajo del puente, sabemos que ahora el dilema será o reconstrucción democrática o proyecto totalitario.
En este escenario, lo más importante es tratar de ver con claridad a través de la reflexión que cada uno pueda hacer en su soledad o en comunidad. Hay que entender que el poder, desde hace milenios, ha sido una especie de droga para el ser humano (el impulso más potente que lo mueve, según Nietzsche) y que es la democracia (a través de la alternancia) la que garantiza que las personas y partidos lo posean solo de forma temporaria. Por otro lado, fenómeno no menos interesante es la sumisión de los pueblos, la obediencia ciega de un gran número de seres humanos a un pequeño número de poderosos. ¿Por qué hay periodos en la historia en que grandes masas secundan, ya sea con aplausos, ya de manera más resignada, el poder de algún autócrata?
Ejercer el poder siempre resulta atractivo para los políticos, lo cual lo hace siempre sospechoso de peligro, pero cuando es codiciado (y eventualmente ejercido) por políticos ignaros e impulsivos, resulta mucho más peligroso. Cuando un ignorante asciende a un puesto de mando en el poder público, aquel siente una especie de excitación infantil que le hace pensar, tal vez inconscientemente al principio, que su investidura no tendrá un final. Por eso, igual que el conocimiento, el dinero y la fama, el poder, para ser benéfico y sano, debe ser considerado solo como una herramienta y estar acompañado por la sabiduría; en otras palabras, por un conocimiento de los fines trascendentales y no de los medios mundanos y prosaicos, conocimiento que, en realidad y por desgracia, muy pocas personas poseen.
La mayoría de quienes idolatran fanáticamente a Evo Morales, no pudo gozar de una educación de buen nivel ni de contacto con libros o profesores. Por ende, conocimientos sobre alternancia, pluralismo o Estado de derecho les son ajenos. Pero frente a ellos no se puede sentir rencor, sino compasión. Por eso, nuestra actitud de ciudadanos reflexivos debería consistir en educar al históricamente marginado y actuar civilizada y empáticamente, tanto en la familia como en el trabajo o los lugares de ocio, para que la mentalidad del votante vaya transformándose, pues bajo ningún argumento razonable podría sostenerse que ellos debieran dejar de votar, como con ingenuidad dijo hace pocos días otro ignorante.
Grandes santos como Pablo o Tomás de Aquino, o virtuosos como Sócrates o Buda, se terminarían corrompiendo en una posición de poder si permanecieran en ésta durante mucho tiempo. ¿Por qué en la historia de los siglos, a la par que se va otorgando más confianza a la razón, aparecen de manera reiterativa nubes de irracionalidad y violencia? Porque los seres humanos no dejamos de poseer un yo cavernario y tribal. Hay que estar alertas ante lo que ese yo pueda decirles a los candidatos y a nosotros mismos, en la hora de marcar con una equis la papeleta electoral.

Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social.

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