La teoría de la “sociedad líquida” de Zygmunt Bauman ha capturado la atención de muchos analistas sociales al describir un mundo donde la estabilidad y la permanencia se han vuelto conceptos obsoletos. Según Bauman, vivimos en una época caracterizada por la transitoriedad, donde las relaciones, los trabajos y los compromisos se vuelven efímeros. Esta noción de liquidez se manifiesta en diversas áreas de nuestra vida cotidiana, desde el ámbito laboral hasta las relaciones personales, y plantea interrogantes sobre cómo enfrentamos esta realidad cambiante.
En el contexto boliviano y latinoamericano, esta situación se refleja de manera similar, lo que nos lleva a cuestionar si realmente estamos preparados para lidiar con estos desafíos. La transitoriedad en el ámbito laboral es uno de los aspectos más evidentes de esta sociedad líquida. La inestabilidad laboral ha aumentado en muchas partes del mundo, y Bolivia no es la excepción. La informalidad laboral es un fenómeno significativo en el país, donde más del 70% de los trabajadores se encuentran en el sector informal, lo que dificulta el acceso a derechos laborales básicos y a una estabilidad económica duradera (Ministerio de Trabajo de Bolivia, 2023).
Esta precariedad laboral no solo afecta a los trabajadores individualmente, sino que también tiene repercusiones en la economía nacional, generando un ciclo de vulnerabilidad que perpetúa la pobreza. En cuanto a las relaciones personales, Bauman argumenta que, en la sociedad líquida, los vínculos son cada vez más frágiles. Esta idea se puede observar en Bolivia, donde las estructuras familiares y comunitarias han sido afectadas por diversos factores sociales y económicos.
La migración interna y externa ha desintegrado muchas familias, creando un entorno donde las conexiones interpersonales son menos estables. Esto se traduce en matrimonios más cortos y relaciones menos comprometidas, reflejando una tendencia hacia la búsqueda de gratificación inmediata en lugar de vínculos duraderos.
Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de divorcios ha aumentado considerablemente en los últimos años, lo que indica una transformación en las dinámicas familiares tradicionales. La cultura del consumismo también juega un papel interesante en esta transitoriedad. En un mundo donde todo parece disponible al instante, las personas tienden a valorar más lo efímero que lo duradero. Bauman señala que este fenómeno lleva a una búsqueda constante de nuevas experiencias y posesiones materiales que, aunque placenteras en el momento, carecen de profundidad y significado a largo plazo (Bauman, 2007).
En Bolivia, el acceso a bienes materiales ha crecido con el aumento del consumo, pero esto a menudo viene acompañado de una insatisfacción crónica debido a la falta de conexión emocional con esos objetos. La publicidad y las redes sociales alimentan esta necesidad de inmediatez y superficialidad.
Sin embargo, hay voces críticas que rechazan la visión pesimista de Bauman sobre la sociedad líquida. Algunos autores argumentan que esta transitoriedad también puede ser vista como una oportunidad para reinventarse y adaptarse a nuevas realidades. La flexibilidad puede permitir a las personas explorar diferentes caminos profesionales o personales sin estar atadas a estructuras rígidas (Giddens, 1991).
En el caso boliviano, esto podría significar una mayor capacidad para innovar y encontrar soluciones creativas ante desafíos económicos y sociales. Para abordar los problemas derivados de esta liquidez social, es esencial fomentar un sentido de comunidad y pertenencia. Las iniciativas locales que promueven la cohesión social pueden ayudar a contrarrestar la fragmentación que caracteriza a la sociedad líquida. Programas educativos que fortalezcan los valores comunitarios y familiares pueden contribuir a crear vínculos más sólidos entre las personas. Asimismo, es importante promover políticas laborales que garanticen derechos básicos para todos los trabajadores, independientemente de su estatus formal o informal.
Finalmente, mientras que Bauman describe un mundo cada vez más líquido y efímero, es fundamental reconocer tanto los desafíos como las oportunidades que surgen en esta trama. En Bolivia y América Latina, esta realidad se manifiesta en diversos aspectos de la vida cotidiana. Si bien la transitoriedad puede generar incertidumbre y desconfianza, también ofrece un espacio para la innovación y el cambio positivo. La clave radica en encontrar un equilibrio entre adaptarse a lo nuevo mientras se cultivan relaciones significativas y se construyen estructuras sociales más sólidas.
El autor es politólogo-abogado y docente universitario.
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