Aclarando aspectos socio-políticos de permanente actualidad, es posible hacer referencia al fenómeno social que se convirtió en el llamado movimiento cocalero que, por medio de caudillos espontáneos y personajes políticos desorientados, impusieron sus puntos de vista confusos en el desarrollo contemporáneo de Bolivia. Es más, como consecuencia de esos antecedentes, el país fue conducido a una situación poco menos que catastrófica.
El desastre empezó hace décadas y se prolongó con gobiernos de todo tipo de colores, que llevaron al país de tumbo en tumbo, sin emitir luces ideológicas que orienten la marcha de la historia nacional. Finalmente, hace casi veinte años comenzó una abierta contrarrevolución, protagonizada por el caudillo cocalero Evo Morales y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS). Entonces se cumplía la sentencia que sostiene que “Por lo general, los hombres de la clase oprimida nunca son los que logran mejoras para su propia clase. Esto por una razón muy sencilla: que los hombres de una clase oprimida no tienen posibilidades económicas, ni siquiera para elevarse culturalmente y desarrollar su personalidad, menos podrán efectuar una reforma o una revolución. Si alguno individualmente se sitúa en un nivel superior –caso tan aislado y carente de sentido colectivo– generalmente se pone en contra de su propia clase”.
En efecto, en el año 2006 esa clase llegó al gobierno con la bandera “kausachun coca” y entonces puso en aplicación sus ideas pedestres, producto del movimiento inconsciente de los cocaleros del Chapare, que impulsó e Evo Morales a poner en práctica la idea anárquica de “meterle nomás” en su política de gobierno.
Desde ese momento, –debido a la mentalidad arcaica del cocalero– la situación del país entró en una pendiente inclinada hacia la calamidad económica, política, social, cuyo resultado final fue que Bolivia caiga del sartén a las brasas, pasando de manos de un imperialismo malo a otro peor y olvidando que es “preferible un diablo conocido que cien ángeles perfectos”. Al mismo tiempo, esa administración política, populista e inconsciente, hizo retroceder a Bolivia, de la democracia al feudalismo y hasta más atrás, a título de socialismo del Siglo XXI.
Ese populismo del cocalero del Chapare precipitó al país en un caos nunca antes conocido. Tal ideología arrasó con la economía nacional, dejando en ruinas la minería, industria, agricultura, comercio, turismo, causando la carencia de dólares, el retroceso de las fuerzas productivas, etc. Incluyendo a los partidos políticos en el marasmo, quedando éstos en condiciones deplorables.
Sin embargo y pese a que el cocalero tiene conocimiento de causa, sigue pretendiendo candidatear para presidente y, por supuesto, lo único que podrá hacer en ese caso, es dar el tiro de gracia a Bolivia. De ahí que la oposición a que los cocaleros lleguen de nuevo al poder, debe ser firme, sin claudicaciones.