Como prueba objetiva de la desorganización o estado comatoso en que se encuentran los llamados partidos políticos (definidos como montones de ladrillos rotos), se puede observar que la campaña electoral para agosto próximo, es un lamentable espectáculo, tanto por sus manifestaciones ideológicas como orgánicas. Por lo tanto, nada destacable ofrecen para ser verdaderos organismos de expresión política de la realidad.
Varios aspectos permiten confirmar esa situación. En primer lugar, que el régimen masista de tendencia ultra derechista no solo ha desintegrado objetivamente al país, sino también a nivel político, pues las tiendas partidarias no funcionan adecuadamente o están en grave estado de deterioro.
Como consecuencia de esos aspectos, los partidos que intervienen en la contienda preelectoral, nada bueno ofrecen y, por tanto, nada los une. En forma natural, los partidos políticos deberían ofrecer objetivos históricos necesarios, pero, en este caso, sus candidatos se limitan a ambigüedades, a promesas infantiles, por lo demás, o anuncian enfrentar a competidores de su mismo partido.
El ejemplo es claro. Por ejemplo, el MAS no tiene ni la menor idea del devenir histórico y, para vergüenza pública, no ha cambiado su meta histórica y sigue empeñado con la de “Kausachun coca”, es decir que el objetivo masista es que Bolivia sea exclusivamente productora de la hoja de coca, como ocurre desde hace casi veinte años.
En general, los grupos llamados partidos siguen invariables en esa conducta (o inconducta), no saben que hay grandes metas históricas. Sin embargo, se dedican a cuestiones de mínima cuantía, como lanzar acusaciones a sus mismos partidarios y hacer ofrecimientos idealistas.
Dos manifestaciones de ese estado de cosas se han producido en esta etapa preelectoral. La primera, la formación del Frente por la Unidad, que más fue una reunión de amigos, que un acto político. Por ello su realización es efímera e inocua, algo lógico debido a que proponían la unidad solamente por intereses subjetivos.
Algo similar ocurre con el MAS, que tiene en su cuenta haber sido un fracaso absoluto en su paso por el gobierno durante casi veinte años, en los que hizo tabla rasa con la economía, política, cultura, etc. Es más, ese tolderío populista no solo está dividido, sino desintegrado y todos sus militantes se dan cabeza con cabeza porque no tienen objetivo, excepto producir coca para la elaboración de cocaína. A la par, Evo Morales renunció a las filas y conducción del “instrumento político” masista, que dio curso a un “proceso de cambio” y otras lindezas inefables. Ahora Morales solo tiene a otros cocaleros, como Andrónico Rodríguez, de quien se dice que más sabe un ciego de colores que él.
En esa forma, la campaña electoral resultó siendo un vulgar festejo de la carne, sin las meditaciones del caso, para después esforzarse a fin de ofrecer algunas ideas de orientación política. En caso contrario, seguiremos en el fondo del abismo.